Gnomon, 1985



Organizada por Banca March, con Javier Maderuelo como comisario de la muestra, la exposición explica de qué manera Palazuelo (Madrid 1915-2007) maduró un lenguaje plástico que pasa de la línea al plano bidimensional de la pintura, y de éste a conquistar la tridimensionalidad del espacio. "Mostrar su pintura otra vez hubiera sido hermoso (afirma el comisario) pero no hubiera aportado nada nuevo. Mientras que hay una faceta de su trabajo sobre la que aún era posible mostrar obra y sobre la que se podía decir algo sin caer en la repetición: sus esculturas. Esto no quiere decir que su obra escultórica no haya sido suficientemente exhibida o poco conocida, pero sí que ese trabajo creativo, el escultórico, permite aún un amplio margen para la reflexión crítica".



De manera que en la sede de la barcelonesa Fundación Godia pueden verse 91 obras que se desglosan en 21 esculturas, 26 maquetas y 44 dibujos, procedentes en su mayoría de la Fundación Pablo Palazuelo (constituida por los sobrinos del artista para preservar su memoria y divulgar su obra) y de distintas instituciones y museos. La mayoría de estos dibujos y la totalidad de las maquetas sólo se han expuesto anteriormente en una exposición realizada en la sala Almudí de Valencia en noviembre de 2010.



Sueño de vuelo, 1977

Maderuelo, que califica a Pablo Palazuelo de "pintor serio, sobrio y elegante. Estudioso y culto, sosegado y preciso", señala como éste se aproximó primero a la pintura y supo encontrar un camino vital y profesional propio, alejado de la bohemia y la excentricidad. Una vez consolidada su carrera como pintor abstracto, Palazuelo quiso acercarse a la escultura y, a mitad de los años 50, hizo una primera incursión que no fue bien recibida por la galería Maeght de París, su galerista habitual. "Más o menos le vinieron a decir Zapatero a tus zapatos (comenta el comisario), por lo que Palazuelo retomó sus pinceles y volvió a su trabajo de pintor".



Pero el tesón era una de sus cualidades y, en 1967, volvió a intentarlo con la pieza escultórica Primer brote. Su manera de afrontar ese reto fue a través del dibujo y de doblar el papel. "El pliegue es lo que le llevó a la escultura, lo que no deja de ser una trayectoria singular", afirma Maderuelo, "fue ahí dónde dio el salto: de la línea pasó al plano y convirtió éste en escultura, no en masa. Es decir, partió de su experiencia como dibujante y pintor, ya que era un dibujante compulsivo, dotando de volumen y corporeidad las líneas y planos de sus cuadros".



Paisaje III, 1996

Pere Casanovas, dueño del taller industrial de Mataró (Barcelona) dónde Palazuelo realizó todas sus esculturas desde 1976 hasta su muerte, lo recuerda como un hombre profundamente reflexivo. "Trabajamos juntos durante más de treinta años y con él no había espacios para la banalidad (afirma Casanovas). Vino aquí por primera vez en 1976, porque en la galería Maeght le hablaron de mí. La primera pieza que le hice fue Ilusión de vuelo. Entendí su lenguaje desde el principio y nunca me pareció un hombre de trato difícil, sino todo lo contrario, aunque es cierto que de entrada podía resultar reservado. Era muy educado y desprendía una gran elegancia, en las formas y en el fondo. Tenía muchas ganas de expresar su mundo onírico y ocultista y para mí la relación con él siempre fue una fuente constante de aprendizaje."



Palazuelo, que había estudiado arquitectura en España e Inglaterra empujado por su padre, fue un hombre con grandes inquietudes intelectuales y una enorme curiosidad por los temas medievales como la alquimia, la numerología y la geometría, así como un gran conocedor de la obra de Jung, del que incluso tradujo algunos tratados. Él mismo llegó a decir que "la geometría está en el origen de la vida, que es lo más inventivo e interminable que conocemos". Y eso se reflejaba en su obra, sobre todo en la escultórica. "Siempre me dijo (continúa Pere Casanovas) que cuando empezó a pintar ya sospechaba que detrás de sus dibujos había algo más, tenía la intuición de que aquello podía devenir en otra forma de expresión plástica. Por eso la escultura fue una gran revelación para él. Y su aportación al arte contemporáneo es indiscutible: fue un pionero en el lenguaje del plano y del plegado. Y concebía el espacio vacío como un reducto no-vacío, sino lleno de energía y de materia. Hay un antes y un después a partir de la obra de Palazuelo".



Planar IV, sin fecha

Su manera de trabajar la escultura en el taller de Mataró era concienzuda y rigurosa. "La primera vez que vino por aquí, en el 76 (explica Casanovas) yo le reservé un espacio para que él pudiera estar a solas con su obra. Luego estuvimos hablando mucho rato y al día siguiente ya me dijo que quería que discutiéramos juntos dibujos, maquetas y volúmenes. Y así lo hicimos siempre, me implicó en su obra. Pasábamos días enteros hablando y haciendo pruebas con sus trabajos. Para mí fue una relación fructífera y muy valiosa, con la que disfruté muchísimo. Siempre he sentido un gran respeto por los artistas plásticos y, muy a menudo, me entiendo mejor con ellos que con otras personas".