Wade Guyton, Sin título, 2006



Wade Guyton recibe estos días en Nueva York el aplauso a su exitosa aunque todavía corta carrera (nació en 1972) con la exposición que le dedica, hasta el próximo 13 de enero, el Whitney Museum, uno de los grandes espacios de arte de la ciudad. Es, sin duda, un momento importante para su carrera pero no ha sido la primera gran cita internacional a la que acude. En los últimos años ha realizado no pocas muestras individuales en museos de todo el mundo (Baltimore, Colonia, Frankfurt... y el año que viene en la prestigiosa Kunsthalle de Zurich) y ha participado en colectivas como la estupenda 50 moons of Saturn (Triennale de Turin, 2009) y muchas otras dedicadas, en su mayoría, al modo en que la contemporaneidad repiensa el género de la pintura a la luz de los trepidantes sistemas de creación de imágenes.



Es precisamente en este ámbito, el de la nueva factura de la imagen, en el que Wade Guyton comenzó a destacar hace ahora un decenio. La clave principal para acercarnos a su trabajo reside en si Guyton realiza pinturas, ¿cómo si no, clasificar el resultado de su quehacer?, cuando él nunca se consideraría pintor. Admite el artista no utilizar los instrumentos habituales del pintor, pues desde el principio recurrió al ordenador, al escáner y a la impresora para confeccionar sus imágenes (la exposición se titula OS, en referencia al sistema operativo). Este recurso de la tecnología no busca la excelencia técnica pues está abierto, también, a errores e imperfecciones que no duda en asumir y en integrar en su trabajo. Pongamos un ejemplo: ese momento conocido y temido por todos, cuando en la impresora empieza a faltar la tinta, es de una gran fertilidad para Guyton, que ve cómo las superficies se abren a inesperadas contingencias, expuestas a borrones y manchas que, en su caso, resultan de lo más enriquecedor. En otros trabajos manipula el ritmo de la impresión, jugando con el contraste entre "llenos" y "vacíos", truncando el discurrir de la imagen, negándola. Una imagen típica del artista es verle esperando la tela salir de la impresora para comprobar, fascinado, los posibles resultados de un proceso sobre el que no siempre puede -ni quiere- tener total control.



Wade Guyton, Sin título, 2010

Las imágenes de Guyton que en el Whitney pueden verse (hay en torno a 80 cuadros además de dibujos digitales y alguna que otra escultura) son eminentemente abstractos. Sus fuentes son las del llamado late modernism, una abstracción que se devanea entre las referencias a la pintura monocroma y los signos del diseño gráfico. Se suceden imágenes en las que se disciernen letras como la "U" o la "X", que, como decíamos, pueden ver su forma inicial truncada, desdoblada, multiplicada o dividida, girada, sobredimensionada o disminuida, cromáticamente virada, difuminada, velada... No hay duda: la paleta de Guyton ofrece amplísimas posibilidades.



Las piezas de gran formato que no caben en la impresora son dobladas y pasadas dos veces, lo cual nunca quiere decir que las dos mitades vayan a ser exactas. Otras veces manipula directamente el soporte. En un conjunto estupendo de monocromos blancos y negros realizados en torno a 2007, recurrió a un método pictórico al utilizar una tela ya imprimada, esto es, ya preparada para poder pintar al óleo sobre ella. Al introducirla en su Epson, la tela absorbió el color de un modo inesperado pues la tinta se diseminó en múltiples direcciones en vez de quedar fijada, como ocurría en telas sin imprimar. La impresión de blancos o negros produjo texturas con intensas gradaciones que, al repetirse, traduce un inmenso caudal de variaciones cromáticas que nos hablan de la intensidad del proceso y, sobre todo, de que la tecnología también es proclive a vacilaciones.



En la exposición puede verse un conjunto escultórico que nace también de las letras "U" y "X". Remiten a cierta geometría minimalista, pero juegan a evitar la pulcritud y el aura de las estructuras de un Donald Judd, artista a quien, por lo demás, podrían parecer, en primera instancia, próximas. Son piezas que no reflejan lo mejor de Guyton y en las que no parece haber tanto espacio para el azar, uno de los argumentos principales del artista. En cualquier caso, es una oportunidad ineludible para ver un buen puñado de trabajos de uno de los artistas que con mayor tino se acerca al complejo universo de las imágenes. Que tenga una individual en el Whitney cuando apenas tiene 40 años es revelador.