Cosmetic Facial Variation, 1972. Cortesía de The Estate of Ana Mendieta, Nueva York.



En lo alto de una loma al pie de los Alpes italianos y a poco más de veinte kilómetros de la ciudad de Turín se encuentra el Castello di Rivoli, una de las instituciones artísticas emblemáticas del país transalpino. Alojada en la antigua pinacoteca de la familia Saboya, que contaba con un buen número de residencias en torno al núcleo turinés, nació a mediados de los ochenta al abrigo de la iniciativa cultural de la región del Piamonte y durante muchos años fue uno de los centros más relevantes de Europa. Tuvo a Rudi Fuchs como primer director y por aquí también pasaron figuras de la talla de Carolyn Christov-Bakargiev, directora artística de la última Documenta, que lideró el proyecto en dos etapas distintas. Cuenta con una estupenda colección, probablemente la más importante del país, instalada permanentemente en las deslumbrantes salas del Castello, y ha acogido algunas de las mejores exposiciones realizadas en Italia en las últimas dos décadas. Hoy, sin embargo, como ocurre en España, la flagrante falta de interés de la clase política por la cultura ha relegado a todas las instituciones italianas en una situación de coma inducido, y el Castello lucha por mantenerse a flote con apoyos de un sector privado que no acaba de participar con decisión en la vida cultural del país.





Vista del Castello di Rivoli.



Esta exposición que ahora se le dedica a la figura de Ana Mendieta en la Manica Lunga, como se le llama a la larguísima sala de exposiciones temporales del Castello, es, por tanto, una gran noticia. Titulada Ana Mendieta. She Got Love, es la muestra retrospectiva más importante realizada sobre la artista cubana en Europa (en España pudo verse su trabajo en la Fundación Tàpies de Barcelona y en el CGAC de Santiago en 1996-97) y es una oportunidad magnífica para ver su trabajo en un contexto, el de la tradición del arte Povera italiano con su elenco de penones, calzolaris, fabros y zorios exuberantemente expuestos en la colección a pocos metros de ahí, que propiciará, seguro, interesantísimas lecturas. La exposición sirve también de marco para la premiere del documental Itali-Ana. Mendieta in Rome, dirigido por Raquel Cecilia Mendieta, sobrina de Ana, un filme sobre la estancia de la artista en Roma, donde disfrutó de una beca de la Academia Americana y en cuyas calles y plazas pasó sus años más felices.



La vida de Ana Mendieta fue corta, pero la intensidad con la que fue vivida, esa forma tan volcánica de estar en el mundo, y su manera de entender el arte, siempre en el borde difuso de los géneros, hacen de ella una de las figuras más interesantes de los años setenta y mediados ochenta. Nacida en La Habana en 1948, fue trasladada al estadounidense estado de Iowa en 1961 en la llamada "Operación Peter Pan", en la que miles de niños cubanos fueron arrancados de sus padres y llevados a diferentes estados para evitar que cayeran en las garras doctrinarias castristas. Las vidas de una Ana casi adolescente y la de su hermana Raquelina, algo mayor que ella, experimentaron el notable giro que puede esperarse al dejar atrás la efervescencia revolucionaria cubana para instalarse en la casta y escasamente excitante Iowa. Tras deambular por diferentes parroquias y familias, ingresó en la Universidad del estado y comenzó a vertebrar ese lenguaje tan suyo pero tan universal, y tan insólitamente poderoso siempre. Viajó a Europa y vivió en Roma, donde descubrió las tradiciones milenarias europeas que hermanó con las precolombinas, con las que ya había enraizado con anterioridad. Conoció y sufrió al siniestro Carl André, y murió joven, en 1985, al caer de una ventana del apartamento en el que vivía con el pope minimalista, que se encontraba en casa cuando ocurrieron los hechos.





Vista de la instalación en la Manica Lunga del Castello di Rivoli.



Las comisarias de la exposición, la directora Beatrice Merz y Olga Gambari, detestarán cualquier alusión al fatal desenlace de la vida de Mendieta pues su proyecto tiene la ambición de trascender todo lo que no sea alumbrar el inmenso legado artístico de la cubana a través de la exploración de todas las facetas de su obra. Además de los morbosos, también quedará decepcionado todo quien quiera situar a Mendieta en el ámbito exclusivo del feminismo, pues la artista fue piedra angular en la transformación de las relaciones de poder entre hombres y mujeres en los años sesenta, sí, pero fue también muchas otras cosas. Fue pionera del body art y de la performance, campos en los que creó un conjunto de trabajo extraordinariamente singular; se sumergió en la marea del Land Art y coqueteó con el arte Povera. Pero, sobre todo, lideró siempre la visión alternativa a toda mirada canónica, despedazando cualquier posición excluyente.



La marcada disposición longitudinal de la Manica Lunga es muy apropiada para exposiciones de carácter cronológico, pero Ana Mendieta. She Got Love no quiere ceñirse a una lectura progresiva y sí explorar las asociaciones entre grupos de trabajo. Por eso, aunque los primeros trabajos de Mendieta fueron realizados en torno a 1972, momento en que comenzó un periodo creativo de una fertilidad asombrosa, la primera pieza de la exposición es de 1978, su conocida madera con la palma de su mano grabada, un trabajo extraordinario que revela muchas claves del trabajo de Mendieta. Es la comunión verdadera entre cuerpo y material, es la revelación de la huella como registro vaporoso de un acontecer que será signo inequívoco y vertebrador de todos sus trabajos, desde sus archiconocidas Siluetas hasta otros trabajos sobre madera realizados más tarde y presentes también en la exposición.





Untitled (1978). Cortesía de The Estate of Ana Mendieta.



Series de fotografías como Cosmetic Facial Variations o Glass on Body Imprints, ambas de 1972 muestran ya la presencia flagrante del cuerpo femenino y una propensión a su transformación que se manifiesta en imágenes ya enconadas. Mendieta trabajó fundamentalmente con fotografías y películas filmadas en Super 8 (transferidas aquí a DVD). Hay películas que se emiten en monitores sobre pedestales y otras que son retroproyectadas sobre superficies de vidrio. Estas últimas proporcionan imágenes que sobrevuelan al espectador, livianas y etéreas, que contrastan con la aplastante rotundidad que desprenden las imágenes del cuerpo de Mendieta en las fotografías que cuelgan de los muros. ¿No es, acaso, la dicotomía entre presencias y ausencias, uno de los ejes centrales del trabajo de la artista? En este sentido, el montaje está decididamente logrado.



En 1973 Mendieta realizó una serie de trabajos en torno al asunto de la violación (Rape Performance). Son trabajos tremendos que nacen de un oscuro suceso ocurrido en su universidad. Se caracterizan por su notable dimensión crítica pero son también buena prueba del carácter pionero del trabajo de Mendieta, que abrió con ellos el camino de la instalación. La artista creaba un escenario dramático en el que citaba a alumnos de la universidad que eran recibidos por el cuerpo ensangrentado de la artista entre platos rotos. Vinculado a estos trabajos se encuentra el registro de la performance People looking at Blood, Moffit, Iowa, en la que los viandantes han de sortear un charco formado por un reguero de sangre que procede de una casa. ¿Con qué nivel de naturalidad se inscribe la violencia en lo cotidiano?, parece preguntarse la artista.





Untitled (Isla Silueta) (1975). Cortesía de The Estate of Ana Mendieta.



Hacia 1975, el cuerpo de Mendieta empieza a tener una presencia sólo relativa en sus imágenes pues es la ausencia de este la que se impone en la magnífica serie Siluetas, tal vez la más célebre de la artista. Su cuerpo se adivina en la arena de la playa batida por el agua del mar, sobre el césped o en superficies rocosas, o sobre los lugares de culto que dejaron civilizaciones ancestrales. Es una huella, un testimonio de la fusión del cuerpo con la tierra, colmando la ambición de llegar hasta el principio de las cosas en trabajos concebidos en clave antropológica. En 1977 surge la serie The Tree of Life, derivada de la anterior, en la que trata nuevamente de fundirse con un árbol en camaleónica afirmación de la naturaleza cósmica de la vida.



Las esculturas que pueden verse hacia la mitad del recorrido pertenecen a su periodo romano y son tentativas de trabajar en su estudio, en interiores, algo no habitual en el quehacer de Mendieta. Son troncos de árboles sobre los que imprimía imágenes abstractas que aluden a las primeras culturas, en particular la etrusca. Mendieta crea las imágenes con pólvora, como grabadas a fuego, tienen mucho de ritual primitivo y encuentran su eco en los dibujos sobre hojas de árboles que pueden verse a continuación.





Totem Grove, 1983-85.



La muerte de Ana Mendieta en 1985, cuando contaba 36 años, truncó una de las carreras más intensas y comprometidas del momento. La influencia que deja tras de sí es visible en un arco extraordinariamente amplio de prácticas y estilos. La riqueza de su legado reside precisamente en la dificultad que encontramos para situarla en disciplinas concretas pues las desborda todas, diseminándose con naturalidad en unas y en otras. Cuando hablamos de las Rape Performance y de People Looking at Blood, Moffit, Iowa, citadas anteriormente, vemos el origen de trabajos de artistas como Regina José Galindo o Teresa Margolles, relacionados con la sangrante realidad de ciertas cuestiones de género o con la violencia en lo cotidiano, pero ¿no vemos también prácticas contextuales enraizadas en el ámbito de la instalación? ¿No recuerdan a los escenarios creados, por ejemplo, por artistas como Elmgreen & Dragset? La exposición que hoy se abre al público en el Castello di Rivoli arroja buena luz sobre las mil caras de esta fascinante artista.