Vista del pabellón con el proyecto de Lara Almarcegui para la Bienal de Venecia. Foto: E.C.

La 'deconstrucción' del inmueble presenta los mismos materiales y de igual cantidad que los empleados cuando se levantó, en los años 20

Cuando el visitante acceda este año al Pabellón de España en la Bienal de Venecia, le recibirá y casi le dificultará el paso una gran montaña de grava de más de cuatro metros rodeada -"como si fueran distintos ingredientes para cocinar"- de semejantes de menor tamaño. Al habla, la artista Lara Almarcegui, cuyo proyecto centra este año la participación de España en la cita italiana. La Secretaría de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, a través de la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, AECID, ha presentado este jueves en Madrid la propuesta planteada para la Bienal, que en su 55ª edición se titula Il palazzo enciclopedico. Octavio Zaya es el comisario del proyecto de este año, que tendrá como única protagonista a Almarcegui y a su gran instalación, que incluye una investigación sobre la isla Sacca San Mattia de Murano.



La artista zaragozana ha elegido dos propuestas relacionadas que inciden en su línea de trabajos anteriores. A vueltas con el espacio como campo y fondo para el arte, una de ellas aborda el espacio físico del Pabellón de España en los Giardini, mientras que la otra investiga un terreno vacío junto a la isla de Murano. En el Pabellón, una gran instalación escultórica reacciona a la arquitectura del edificio construido por Javier de Luque en 1922, extendiéndose por todo su interior. Esta intervención está formada por montañas de diferentes materiales de construcción, los mismos y de igual cantidad que los empleados para erigir el propio edificio en el siglo pasado. De esta forma, el visitante estará ante una suerte de "deconstrucción" del edificio.



Como eje principal, una gran montaña -formada por escombros de cemento, tejas, y ladrillos convertidos en grava- ocupa su sala central, haciendo casi imposible acceder directamente a este espacio. Otras montañas menores hechas cada una de un solo material (serrín de madera, cristal y la mezcla de escoria y ceniza de acero), estarán ubicadas en las salas perimetrales, por donde el público podrá circular rodeando el montículo de mayor tamaño. "Los materiales provienen de restos de demoliciones que, tras ser reciclados según el proceso de tratamiento de escombros de Venecia, se han transformado en grava", explica la artista sobre su intervención, de la que niega, en cambio, posibles dobles lecturas que puedan relacionar estos escombros con temas como "la burbuja inmobiliaria o la situación del país".



A su vez, junto a Murano, Almarcegui ha desarrollado una investigación en torno a la Sacca San Mattia, una isla que se ha formado con escombros de cristal de la industria de Murano. El proyecto consiste en el estudio de un descampado en dicha isla, cómo se formó, el presente geológico y medioambiental del lugar, los proyectos que se han planeado para él y por qué estos no se han llevado a cabo. Sobre este proyecto, Almarcegui desvela: "La investigación previa la he realizado a través de conversaciones con urbanistas y arquitectos de Venecia que me indicaron los planes que se van a llevar a cabo, de modo que pudiera localizar los descampados y terrenos vacíos que se van a ver afectados por estas transformaciones. Para seleccionar el más significativo realicé un recorrido por estas zonas".



Y añade: "La Sacca San Mattia me pareció el descampado más adecuado en el contexto de Venecia debido a su compleja y extraña configuración a partir de capas de restos de la industria del cristal y la construcción". Se trata de un antiguo vertedero abandonado creado entre las décadas de 1930 y 1950 con rellenos de escombros y dragados de la laguna. Con 26 hectáreas de extensión sin construir, es el espacio disponible vacío más amplio de Venecia, lo que da lugar a toda clase de especulaciones, como el controvertido proyecto de excavar un tren bajo la laguna para comunicar el aeropuerto con la ciudad, que tendría una parada en la zona.



La obra de Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972) parte de la toma de conciencia de la ciudad, de sus descampados y de sus edificios como punto para reflexionar sobre la evolución de la propia urbe y los elementos que la componen. Con proyectos comprometidos como sus guías de ruinas modernas y de descampados urbanos, o sus montañas de escombros, Almarcegui ha llevado su trabajo a capitales como Londres, Beirut o Viena y ha participado en eventos internacionales de arte contemporáneo tan importantes como Manifiesta 9 (2012) o la Bienal de São Paulo (2006).