Sin título, 2012
Esta es una exposición silenciosa, de pocas sílabas, como los haikus, donde todo se concentra en pequeños golpes de asombro. La artista los esconde en objetos que encuentra azarosamente en su devenir diario y, ciertamente, algo hay en ellos de deriva. Casi de naufragio. Curioso es que muchas de las maderas que utiliza son de balsas. A muchas de sus obras podría uno aferrarse pese a su aparente fragilidad, como tantas veces hacemos con las palabras. Metafóricas tablas de salvación también para pensamientos inciertos.
Los que tiene el contexto artístico por Ana Santos no pueden ser más certeros. Por esta galería, The Goma, que ahora le dedica su primera individual en España, expuso el año pasado junto a João Ferro Martins, coincidiendo con Jugada a 3 bandas y abriendo expectativas con su geometría lírica. Además, en los últimos años ha presentado su trabajo en la Fundaçao Culturgest y en la Fundación Serralves, así como en las galerías Quadrado Azul (Lisboa) y Nuno Centeno (Oporto), que abanderan la nueva generación de arte portugués. La guinda la pone su inclusión entre los finalistas al premio Edp Novos Artistas de Portugal, uno de los más importantes para artistas portugueses que en 2012 ganó Vasco Araujo y que estrenó Joana Vascondelos en el 2000. Sin duda es una de las artistas más interesantes de su generación, con un trabajo sólido, austero e inteligente.
Ana Santos suele decir que todo parte de un intento de asociar cosas a priori distantes y sin sentido. Su trabajo explora la relación entre pensamiento y acción, a partir de gestos mínimos. Breves accidentes con los que habla de espacios mentales, de tiempo sin fecha, de historias a medias. Un intento de escapada que muestra su fascinación por un mundo sin jerarquías, por una libertad creativa total, capaz de transformar pensamientos y posiciones.
Eso es lo que propone un trabajo como el suyo: cómo un gesto mínimo puede transformar las cosas, la apertura de caminos secundarios. Nos dice que la realidad siempre es diferente a todo.