Alicia Framis

Momento de cambios para Alicia Framis (Barcelona, 1967). Hace poco recibió una llamada de Artez Institute of the Arts, la Academia de Bellas Artes de Arnhem, para ofrecerle dar clases como tutora de performance. No puede estar más contenta. "Ha sido un gran honor que me eligieran para este puesto. Creo que es muy interesante cómo la performance ha pasado a ser un género académico como la pintura o la escultura. Un arte que siendo menos objetual ha llegado a ser una disciplina académica", explica. La escuela fue diseñada por Gerrit Thomas Rietveld, el arquitecto diseñador de la famosa Silla roja y azul (1918) y está en la capital de Güeldres, al oriente de los Países Bajos. En la capital, en Ámsterdam, Alicia Framis vive desde hace muchos años. El reto de dedicarse a la enseñanza enlaza con otros retos artísticos: "Uno de mis sueños es llegar a hacer un prototipo de la Academia de Bellas Artes de un futuro no muy lejano. Creo que las universidades y academias de arte están obsoletas. Tenemos que generar inmediatamente un plan de renovación, y debe venir de artistas de mi generación", añade.



Su plan de renovación pasa por otro cambio, esta vez de galería. El próximo 19 de septiembre se estrena con una exposición en el madrileño espacio de Juana de Aizpuru. No esconde su entusiasmo: "Desde que era estudiante en la Universidad de Barcelona mi sueño era trabajar con ella. Cuando empiezas como artista, digamos que la galería te elige a ti, pero por suerte ahora puedo escoger con quien quiero compartir mi trabajo". Le pregunto por la siempre difícil relación entre artista y galerista, por los pros y contras, y es igual de clara: "La relación es recíproca: La galería tiene una relación directa con la difusión del artista y el artista también debe dar a la galería un trabajo de calidad, un estudio profundo sobre la sociedad de nuestro tiempo. Un trabajo con intención genuina. La galería marca tu trayectoria de trabajo y, al mismo tiempo, te enseña a sobrevivir en este mundo esquizofrénico del mercado del arte. Es una compañera de viaje inseparable, de ahí la importancia de escoger una Buena compañía", explica. La mayúscula flota como un acorde suspendido...





Maqueta de The Room to Forget, 2013



Tarjeta de embarque

Ese rumor de fondo parece oírse también en Departures (2010-2013). Son dibujos a lápiz de paneles de aeropuertos donde los destinos de los aviones responden a ciudades utópicas y lugares imaginarios de la literatura, la filosofía, el cine de ciencia ficción o la historia de la arquitectura. Entre los destinos vemos vuelos directos al país de Narnia, Planet X, Metrópolis o Mega City. Algunos de esos dibujos junto a la maqueta una sala de embarque los vimos en ARCO este año, en el stand de la galería Barbara Gross de Múnich, otra de sus compañera de aventuras. En la galería Juana de Aizpuru veremos los nuevos que ha realizado. Entre un vuelo y otro, se cuelan ideas de escapismo, memoria y represión. No está lejos de la imagen que nos recibe en su página web: "We are all inmigrants", dice. "Es una mezcla de realidad y fantasía. Tienen que ver con mi obsesión de salir de la rutina e inventar nuevas maneras de vivir, de socializar, de amar... ¡Una obsesión que me persigue desde hace muchos años! Es un buen autorretrato...".



-Fascinada por la posibilidad de poder jugar con los recuerdos ha concebido una Habitación para olvidar (The Room to Forget, 2013). Es una de sus Habitaciones prohibidas...

-Es la primera vez que la presento, una habitación cúbica transparente llena de Metyrapone en polvo. Se trata de un producto químico que tiene el efecto de hacer olvidar, que sirve para bloquear memorias de contenido significante, dejándolas neutrales, en un estado de uso normal.



-Digamos que el Metyrapone es otra manera 'de volar'...

-Sus virtudes para la curación de víctimas de conflicto, como los soldados tras la guerra, hacen que su aplicación sea plausible para cualquier persona que haya sufrido un trauma intenso. La habitación sirve como detonante para preguntarnos si queremos olvidar lo que en su día nos hizo daño o si forma ya parte de nosotros. Pero despierta una duda: ¿Seríamos capaces de vivir sin malos recuerdos? ¿Qué papel tienen la memoria y el dolor en cada uno de nosotros? Esa búsqueda de la felicidad y la libertad es también parte de la literatura utópica.



-¿Tiene claros sus recuerdos malos que eliminaría?

-Los miedos, sin duda. No nacemos con ellos, se aprenden, pero nos los enseñan. Lo que no se supera se convierte en trauma y vivir traumatizados es como vivir congelados en vida. Lo que propongo es un lugar moral en el que cualquiera pueda decidir si quiere enfrentarse a sus recuerdos o si prefiere, definitivamente y por vía artificial, eliminar de su vida una parte de su experiencia.





Screaming Moon, 2012 - 2013. En la pared, Departures, 2013. Kunstzone Rabobank, Utrecht



Por si decidimos no tomar Metyrapone y recordar hasta nuestras peores pesadillas, Alicia Framis nos invita a otro cuarto igual de terapéutico, La habitación del grito (Screaming Room, 2012-2013). La obra, que veremos ahora en Juana de Aizpuru, formó parte de la individual que el Kunstzone Rabobank en Utrecht le dedicó el año pasado, con el título de Daily Future. Si allí tenía aspecto de tienda india hecha con patatas, en Madrid es una enorme caja de transporte de arte de la que cuelga un micrófono que nos invita a gritar. La obra de arte es el propio grito.



Un programa informático conectado a la caja convierte ese sonido en una taza de té única. ¿Cómo surge la idea? "Surge de la necesidad de hacer una habitación para la sede de un banco en Holanda. Los trabajadores del banco podían ir a esta habitación y desfogarse. Aunque la energía no se destruye, sino que se transforma gracias a una impresora 3D. El grito se convierte en taza de té, que se hace en 20 minutos. Cada persona tiene un grito único y una taza de té única, que se puede llevar", explica.



Arte habitable

Sus obras son un amplio catálogo de hábitats posibles. Espacios de encuentro que permiten hacer visibles y dar voz a fragmentos de vida invisibles. En Cinema Solo (1996), por ejemplo, la artista vivió durante un mes en un suburbio de Grenoble con un maniquí masculino, como un modo de sobrevivir a otro miedo, a un ambiente hostil; Contemplation room (1998) es un cubo transparente que servía como fumadero en el Migros Museum de Zúrich; Kidea era una espacio realizado para niños oculto a los ojos de los padres muy cercano a La boule des enfants (2006), un habitáculo existencial para niños dentro de una de las esferas del Atomium de Bruselas; One Night Tent (2002) es un traje de hombre y un vestido de mujer que, una vez unidos, podían convertirse en tienda de campaña para el intercambio sexual en espacios públicos... La intención de democratizar el espacio la llevó a vivir en Nueva York durante un mes como una astronauta, bajo el proyecto Lost Astronaut. Fue el inicio de Moon Academy, la invención de objetos para los habitantes de la luna; Moon Life Foundation, un catálogo de posibilidades tecnológicas de mejora de la vida en la tierra en situaciones extremas y Cartas al cielo (2011), un buzón para enviar cartas a quien ya no está en la tierra. Cartas sin remitente de esas que escribimos y nunca enviamos.



Suele decir que no importa el medio sino el mensaje, el concepto que hay tras las obras que uno hace. Su creencia en las limitaciones del arte a la hora de comunicar sentimientos e ideas, la lleva a buscar un contacto físico y directo con el público por medio de piezas que permiten disfrutar de experiencias personales insólitas. Los de Alicia Framis son trabajos cercanos, emocionales, y se caracteriza por su afán de encontrar soluciones a problemas que surgen en nuestro día a día. "Mi trabajo tiene muchos niveles de lectura, visual, emocional e intelectual. Soy de una generación de la que el arte no es sólo una experiencia puramente mental, en la que sólo se utiliza el cerebro, sino que es una experiencia total", explica.





Where did the Future Go?, 2012



-Seguro que otros proyectos se amontan en la mesa... ¿Con qué ideas?

-Trabajo desde hace tiempo en una exposición itinerante a modo de retrospectiva que se llama Framis in progress, que ahora está en el MMKA Arnhem y que viaja por diferentes países. Creo que es una exposición orientada a estudiantes, en la que todo se puede tocar y fotocopiar. Con todo se puede interactuar. El catálogo lo ha realizado Àlex Gifreu, y estamos haciendo una edición para eBook, muy asequible para ellos y su economía. Creo que en los momentos de crisis es cuando se hace el arte más interesante. Realmente surge de una necesidad.



-¿Hacia dónde le gustaría ir?

-Estoy trabajando sobre la plaza Museum Plein en Ámsterdam, respondiendo a un encargo para la ciudad y para el Stedelijk Museum. Estudio qué tipo de arte se puede hacer en una plaza brutalista como ésta. Por ahora, tengo un plan: voy a hacer la plaza de los desaparecidos. Eso si la reina me deja, ya que es argentina y puede ser que le guste la idea o todo lo contrario... ¡Vamos a ver! En el taller me dedico a estudiar mi serie de Habitaciones prohibidas...