Isaac Julien: Ten Thousand Waves Series (Shadows), 2010. Cortesía de la Galería Helga de Alvear y el artista

Especial: ¿Se acabó la belleza en el arte?

Cuando empecé a trabajar en el arte, a hacer imágenes en movimiento en los años 80, mis profesores en la Saint Martins School de Londres eran cineastas estructurales. Su credo era una especie de antiestética muy formal, que apuesta por lo seriado y en la que el componente narrativo es mínimo. Fue la misma que adoptaron los cineastas políticos de la época. El mensaje parecía ser: "Cómo hacer que tus imágenes sean serias, conceptuales y políticas si éstas son bellas". Siempre he discrepado con esa idea y he reclamado la belleza como un valor en sí. Si la música, desde Billie Holiday hasta el Funk, puede ser hermosa siendo política, también podía serlo el arte. En mi caso, todo parte del bagaje cultural. Cuando creces en un mundo que presenta una imagen de la cultura negra como degradada, como algo "bajo", un mundo exterior claramente feo, todo afecta profundamente a tu sensibilidad. De manera activa, te involucras en buscar y apreciar la belleza. En mis obras debe haber poesía en el enfoque político, belleza en su toda su dimensión, si quiero comunicar algo.



Dicen que mis obras y películas son "demasiado bellas". Tal vez es la estética que me interesa, la que nunca se ha acercado al minimalismo típico y tópico del cubo blanco del arte contemporáneo que, de vez en cuando, está bien cuestionar. Esa imagen desnuda, "seca", severa, no siempre es sinónimo de rigor intelectual. Del mismo modo, las imágenes con las que trabajo, por ejemplo, son algo más que simplemente "seductoras". La relación que éstas tiene con un mensaje político va más allá de "endulzar la píldora". Mi estética, por decirlo de algún modo, tiene su propia política.



Western Union: small boats (2007), por ejemplo, se basó en el Holocausto siciliano, un término que algunos utilizan para referirse a la cantidad de personas que murieron tratando de cruzar el Mediterráneo en busca de "una vida mejor". Al describir estos hechos "feos" era vital conseguir cierto "lirismo político". Por eso trabajé con coreógrafos. La danza ofrece una manera diferente de ver las cosas, otra manera de pensar.



En trabajos anteriores, como Looking for Langston, junto a Nina Kellgren, directora de fotografía para Langston, hicimos una profunda investigación sobre el movimiento, sobre cómo usar las sombras, los juegos de luz y oscuridad. Decidimos rodar en blanco y negro, al modo del cine temprano. Es el tipo de cosa que rara vez se ve, aparte de cuando estás viendo cine mudo. Lo que más me interesaba era la iluminación, en particular, cómo uno debe iluminar a personas negras, rara vez se consideran "estéticas".



Con mi trabajo me pregunto a menudo por todas estas cuestiones. La razón principal por la que el arte busca la belleza es porque proviene de emociones reales, verdaderas. En mi caso, trabajo para que las emociones, la estética y el contenido se unan en un todo. La belleza es importante en mis obras, pero nunca la finalidad única.