El fotógrafo Philip-Lorca diCorcia (centro) recibe el III Premio Internacional de Fotografía Alcobendas. Foto: Ayuntamiento de Alcobendas.

La sensibilidad de la mirada varía de persona en persona. Es por eso que no todos servimos para ser fotógrafos, una profesión que muestra el mundo de una manera gráfica, icónica, visual. Luces artificiales que simulan la luz natural, la calle como escenario y personas corrientes como protagonistas de sus propias vidas que recrean el imaginario del artista. Esto es lo que hace, con especial atención, con un ojo diferente y una forma de mirar muy personal, el fotógrafo Philip-Lorca diCorcia (Hartford, Estados Unidos, 1951) que recibe el III Premio Internacional de Fotografía Alcobendas.



El jurado de esta tercera edición de los premios ha estado formado por Lorena de Corral, Chema Madoz y Alberto Anaut, quienes han considerado "la innovación, creatividad y la especial forma de mirar" del fotógrafo a la hora de conceder el galardón. Los anteriores premiados fueron Alex Webb (2009), presidente de la agencia Magnum y Cristina García Rodero (2011). El acto de entrega será en el Centro de Arte de la localidad.



Philip-Lorca diCorcia se ha consolidado como uno de los mayores exponentes de la fotografía contemporánea, el Hopper de la imagen. Para él, el arte, ese mundo subjetivo que tiene como intención causar emociones y sentimientos supone una guerra interna ya que "cuando la gente hoy en día habla de arte, está hablando del mercado del arte. Hasta cierto punto tienen propósitos propagandísticos o quieren demostrar algo y se convierten ellos mismos en el centro de atención".



Su fotografía narrativa al estilo de las escenas suspendidas de David Lynch le han valido numerosas comparaciones. Pero el fotógrafo considera que el cineasta "es muy surrealista" y continúa argumentando que su trabajo es "muy realista, siempre trato la realidad aunque me gusta lo raro, lo extraño pero la realidad es suficientemente extraña en sí misma, y el trabajo de Lynch es demasiado exagerado". Se considera en cambio más afín al trabajo del pintor Edward Hopper y a sus imágenes, narraciones en las que el protagonista está en medio de algo que no es la conclusión ni el clímax, "son momentos indefinidos que dependen de cómo los mire el espectador", concluye DiCorcia.



Su inmaculada forma de observar construye una preconcebida estrategia artística y, de una manera sutil, logra el equilibrio y la calidad de sus imágenes en relación con el destino, la humanidad y la ternura. "No intento contar una historia en el sentido en el que lo hace la narrativa tradicional, yo lo hago para estimular la mente", dice.





Tokyo de Philip-Lorca diCorcia.



Tras más de tres décadas ejerciendo la profesión, el fotógrafo sigue realizando un trabajo minucioso en el que nada se escapa a su ojo crítico. Nunca realiza imágenes improvisadas porque se considera un "obseso del control" y asegura: "no voy a esperar a que el mundo me regale nada sino que voy a salir yo mismo a cogerlo". Una máxima en su legado repleto de escenas, retratos e incluso campañas de moda. "Desde al año 2008 no trabajo la moda y se debe a la crisis acuciante que estamos viviendo. Hoy en día son diez los que trabajan para las mismas revistas y me aburre ver las imágenes vacuas de fotografía que parecen catálogos", recrimina el artista.



Haciendo balance de estos treinta años de trabajo tras la cámara DiCordia asegura que el mundo de la fotografía va evolucionando a un ritmo voraz: "Ahora es mucho más manipulador. Después de haber hecho moda y arte creo que ya no hay nada puro. No importa cómo consigues lo que quieres siempre y cuando lo logres". Hoy en día la fotografía se confirma como medio de exponer la verdad de una manera más visual. El fotoperiodismo va ganando terreno en un mundo en el que la prisa hace que no nos detengamos en los detalles. Para el fotógrafo, "la era digital es el veneno que ha matado la fotografía aunque ahora todo es mucho más fácil". Pero su ambición como artista se asemeja mucho a las intenciones fílmicas: "Fotografiar algo y que cada vez que se mire la imagen se descubra algo nuevo, transmita algo diferente y haga sentir nuevas cosas. No quiero sacar fotos polémicas".



El artista, de paso por España para recoger el premio de Fotografía Alcobendas tiene, paralelamente, una exposición en Nueva York de una obra que realizó hace más de veinte años y una muestra en la galería Turner Contemporary de Londres. A pesar de su presencia habitual en galerías de todo el mundo, Philip-Lorca diCorcia es crítico con el mercado del arte. "Durante mucho tiempo el arte y el mercado trabajaban conjuntamente. Se ayudaban uno a otro y mantenían el equilibrio. Yo lo hice durante mucho tiempo hasta que la parte comercial me vendió, me pidieron que hiciera algo pensando que era un artista. De modo que mi consejo para las nuevas generaciones de fotógrafos es que no jueguen en los dos bandos sino que elijan uno. El mundo de la fotografía ha cambiado mucho y no creo que sea posible combinar los dos".