Definition of a Lunatic..., 2014

Especial ARCO 2014

Su motor es explorar el carácter de los espacios, rescatando lugares olvidados en el tiempo. El resultado, esqueletos metálicos de hierro, acero y luz con los que Juan Garaizábal estira la memoria para reconstruir el pasado. Este año inunda con sus obras el stand de El Mundo, recreando su estudio en Madrid.

Una metáfora apropiada para comprender el sentido actual de las ciudades contemporáneas podría ser equiparar su naturaleza con la de un gran palimpsesto urbano, sobre el que se van sobrescribiendo nuevos capítulos en función de los diferentes avatares históricos que intervienen sobre el lugar. De esta manera, lo que contemplamos hoy no sería más que la última capa de una serie de sedimentos acumulados que, aunque en la mayoría de los casos ya no son reconocibles, permanecen latentes a través de pequeños vestigios que testimonian esas vidas anteriores. Es fácil encontrar en estos vacíos el rastro de las personas que estuvieron allí antes que nosotros, ausencias desveladas que se convierten en un poderoso símbolo colectivo capaz de conectar el futuro con el pasado a través de la memoria.



El trabajo de Juan Garaizábal (Madrid, 1971) trata precisamente de la recuperación de estos espacios desaparecidos, una profunda labor de investigación en torno a edificios silenciados y enclaves ocultos que le ha llevado en los últimos años a viajar por infinidad de capitales de todo el mundo buscando historias memorables de gente común (a veces extraordinaria) sepultadas por el paso del tiempo, episodios de los que apenas quedan rastro que nos hablan de ilusiones compartidas, vivencias intensas y experiencias sorprendentes. El artista vuelve a re-activar así estos puntos emblemáticos ideando para cada hueco exacto donde se ubicaba la construcción destruida una esquemática estructura de acero y leds luminosos, en su mayoría de grandes proporciones, que logra definir de manera sintética y en función de una serie de líneas básicas los perfiles que identificaban la silueta de cada arquitectura retornada como si estuviese dibujada en el aire y flotase en mitad de la nada.



Memorias Urbanas es el nombre que ha elegido para denominar a estas propuestas metropolitanas a mitad de camino entre la escultura pública y la intervención site specific, una línea de trabajo que comenzó en Bucarest intentando destapar lo que había bajo el inmenso Palacio del Pueblo de Ceausescu y cuya actuación más conocida es la reposición alegórica de la Iglesia de Belén en Berlín (2012), un armazón de más de treinta metros de altura que sirve hoy de homenaje y recuerdo al templo que levantaron los protestantes bohemios acogidos en Prusia por el rey Federico Guillermo I en el siglo XVIII, centro de encuentro durante varias generaciones para los checos emigrados al país hasta que una bomba de la II Guerra Mundial destruyó sus muros en 1943, fatídico suceso que obligó a su demolición veinte años más tarde.



En Venecia, y bajo el comisariado de la crítica de arte estadounidense Barbara Rose, Garaizábal realizó el año pasado en el jardín botánico más antiguo de Europa una instalación inspirada en la fascinación que despertaron en él las historias que su actual propietaria, Liselotte Höhs, le contaba sobre los célebres personajes que habían convivido bajo ese mismo techo, entre otros los pintores Amedeo Modigliani y Mariano Fortuny o el poeta Ezra Pound.



Precisamente una frase del escritor extraída de este proyecto (The Definition of a Lunatic is a Man Surrounded by them) encabeza el stand de El Mundo que ha diseñado para esta edición de ARCO, un enunciado elocuente que alude a que en muchas ocasiones aquellos que rodean a alguien que piensa distinto a la generalidad poseen menos cordura que el supuesto iluso al que señalan. Además de estas palabras modeladas en un esqueleto metálico sobre una pared, podemos encontrar también un muestrario amplio de maquetas o detalles de algunas de las Memorias Urbanas en las que se encuentra inmerso en la actualidad, concretamente las referidas a Chicago, Los Ángeles, Doha o Valencia, bocetos vivos que acudiendo a mínimas presencias procuran entender el entorno ciudadano desde el respeto y la evocación, reinterpretando la calle como lo hiciera un arqueólogo apasionado que no se guía por lo que ve, sino por lo que imagina a través de las huellas que restituye.



De alguna manera, esta zona que se exhibe pretende recrear el estudio del artista en Madrid, un taller repleto de esbozos, diseños e ideas donde predomina la experimentación y el ensayo continuo, da igual si es con una señal de tráfico encontrada, una lámpara seccionada, un suelo levantado o un mueble cortado por la mitad. Esta concienzuda actividad de averiguación y probaturas está especialmente pendiente de los materiales que luego utilizará en sus obras exteriores, elementos tales como acero, hierro, piedra, madera, recursos lumínicos y ahora también ladrillo refractario, un componente característico de las casas centroeuropeas que no había empleado antes con el que ha confeccionado para la ocasión una especie de cortina rasgada que sorprende por su movimiento y dinamismo plástico.