Bleda y Rosa: Calatañazor, en torno al año 1000, 1995

MUSAC. Avenida de los Reyes Leoneses, 24. León. Hasta el 6 de enero.

Colonia apócrifa es una propuesta comisariada por Juan Guardiola para el MUSAC que aborda la construcción de los imaginarios de la identidad hispánica a través de su reflejo en los procesos coloniales. En ella encontramos 350 obras pertenecientes a 120 artistas o autores muy dispares en cuanto a su origen y planteamiento. Hay también, objetos y documentos que proceden de archivos, bibliotecas, filmotecas, museos antropológico e histórico militares, que se integran en el caudal generoso de información y en los estímulos de este proyecto. Todos los materiales se agrupan por núcleos: cartografía, archivo, conquista, historia, evangelio, violencia, antropología, orientalismo y ciudadanía. Bloques que ocupan, además, cuatro de los espacios más significativos del museo y el de San Marcos del Museo de León.



En este espacio anexo al museo encontramos el epígrafe Ciudadanía, que encaja en lo que podríamos esperar de una exposición de arte contemporáneo sobre el discurso postcolonial en el contexto español, una serie de artistas que han abordado esa temática como Rogelio López Cuenca, Alexander Apóstol, Guillermo Paneque, Santiago Sierra, Luis Camnitzer, Pepa Rubio, Montserrat Soto o Antoni Muntadas, así como un enfoque sobre la dependencia de nuestra condición de ciudadanos de la nacionalidad según la cual se nos asigna un valor de cambio, presunción que se delata mediante dispositivos estéticos, atacando sus convenciones y sus imágenes. Sin embargo, el espectro se amplía considerablemente en las salas del MUSAC. Allí se entrelazan los pasados y los presentes.



Margen de error, 2013 del colectivo Declinación Magnética

Como ha sugerido el comisario, en Colonia apócrifa se van combinando líneas temporales. Una de ellas, hunde sus raíces en el siglo XIX (en algunos casos, en siglos anteriores), y se basa en obras procedentes de los museos y archivos ajenos al arte contemporáneo en una clara apuesta por lo que llamamos "exposición de tesis". También es en este aspecto una "exposición de archivo", de las que hay que ver con tiempo y ganas de bucear en sus capas de información como las numerosas películas y documentos audiovisuales que encontramos. La línea enfocada a la tesis se sirve del arte contemporáneo con obras que proceden, en gran parte, de la colección del MUSAC. En esta combinación, por momentos las piezas antiguas devoran a las nuevas, consiguen ser más rotundas como restos arqueológicos de una forma de pensar del pasado que no acaba de parecer ajena todavía. Pero esto tiene una explicación: se hace comprensible si tenemos en cuenta que el conjunto de la exposición es casi una instalación masiva, un gabinete temático que actúa con los mismos recursos apropiacionistas de las obras de arte contemporáneo, que son asimiladas aquí como fetiches de una narrativa museográfica espectacular.



En medio de esta acumulación de sugerencias, ideas, objetos e imágenes, en la exposición despuntan algunas ideas muy lúcidas sobre el problema de la "colonialidad" en España. Por ejemplo, la que sugiere en el golpe de estado de Franco una paradójica reconquista de la reserva espiritual española desde África, con sus tropas marroquíes adiestradas por una legión extranjera de resonancias inequívocamente coloniales. Que aquella oleada nacionalista y católica llegara desde África adquiere tintes irónicos, y esto queda reflejado aquí como un eco del fracaso del proceso descolonizador de la España del XIX y de sus nostalgias enfermizas.



Muy poderosas y oportunas en este contexto son las fotografías de Bartolomé Ros, o las fichas de los soldados magrebíes alistados, con sus retratos y sus antropometrías. Documentos que dramatizan, a través de los gestos y las huellas, la violencia ideológica que explica que aquel impulso colonial se volviera contra su propio pueblo y lo invadiera como una regresión a la "madre patria".



Encontramos, así, muchas miradas sobre esa identidad fracturada a través de algunas de las magníficas piezas que se exponen. Ya sea en el tratamiento del orientalismo a través de la pintura del XIX, con obras de Mariano Fortuny o Rafael Romero Barros, junto a las versiones irónicas contemporáneas sobre el mismo tema; o en la sección Antropología, con los Cuadros de mestizaje del pintor mexicano del siglo XVIII José Joaquín Magón, a los que se contraponen retratos fotográficos de Javier Andrada de la serie Mestizaje (1993-1996) en dos líneas paralelas sobre un mismo paño. Toda una red de cruces temporales que hace de esta exposición, como poco, un espacio para un debate necesario.



Sin duda, estaba faltando un abordaje de la herida inconsciente según la cual la identidad española se reparte entre quienes la llevan como un estigma y quienes la curan sobrealimentando un orgullo infundado. No es una propuesta que deje indiferente al espectador o que sea timorata en sus aproximaciones, algo que se agradece en un asunto minado por los prejuicios o los complejos, dos caras complementarias de una misma moneda. Un buen compendio de figuras alegóricas que explicarían muchas cosas de nuestro presente. Es una apuesta que confirma un giro significativo en la programación del MUSAC.