Dead owl, 1997, una de las míticas obras de Roni Horn
Todo dormía como si el universo fuera un error es la exposición que la Fundación Joan Miró dedica a Roni Horn (Nueva York, 1955), ganadora del premio que en 2013 le concedió la institución, y que antes ganaron artistas como Olafur Eliasson, Pipilotti Rist o Mona Hatoum. Dotado con 70.000 euros y organizado junto a la Fundación ‘La Caixa', conlleva la producción de una exposición, como esta, que la próxima primavera viajará a CaixaForum Madrid.Roni Horn se presentaba en Barcelona con pelo corto (y bastante gris), una indumentaria más bien masculina (sobria camisa blanca y pantalones negros) y gafas de fina montura. Explica que su nombre, Roni, no es masculino ni femenino y que su identidad se formó bajo este principio, el no ser ni una cosa ni la otra, ni hombre ni mujer. Ser andrógino, éste es su look, pero también el centro en torno al cual pivota su trabajo como artista.
Sin embargo, y a pesar de lo que en un principio se pudiera pensar, Horn no se siente identificada con la problemática feminista y afirma que la cuestión de los géneros es algo superado. Su trabajo explora la identidad, pero desde la perspectiva del doble, un motivo que posee una larga tradición en el arte y la literatura, fundamentalmente fantástica (Edgar Allan Poe, E.T.A. Hoffmann, Stevenson), pero que Horn aborda con una singular sensibilidad.
No hace falta señalar que el tema del doble se vincula al de la mirada y al de la construcción de la identidad, de sus límites y sus posibilidades, de sus mitos y perversiones. Acaso una de las obras más difundidas de la artista sea You are the Weather, una instalación que consiste en unas cien fotografías de un mismo rostro que emerge del agua con casi imperceptibles variaciones de expresión. Horn escruta obsesivamente el detalle, las mínimas transiciones de este rostro, que fotografía con segundos de diferencia, como en Dead Owl. Hay en este empeño por escudriñar esa faz una dimensión impenetrable, obtusa, una resistencia por parte de esa cara callada a someterse.
Acaso por su androginia militante y su obsesión por la figura del doble, el de Roni Horn es un mundo hermético y escurridizo, irreductible a la interpretación. Sus dibujos, por ejemplo, se expresan como un laberinto abstracto. Quien quiera que se dirija a ellos se enfrenta a un interrogante, a algo que se escapa. Horn afirma que intencionadamente busca abrir el sentido, en vez de cerrarlo. Por eso rehúye de las definiciones y de las formas definitivas. Su obra queda suspendida y tiene siempre un punto de ambigüedad que deja abierta la participación al espectador.
Existe, además, un motivo recurrente en Roni Horn: el agua. La pieza central de la exposición es Untitled, un conjunto de diez contenedores de vidrio de coloraciones verdosas con agua en su interior. El agua, elemento informe, representa la infinitud de lo posible; todos los sueños, deseos y sexos, como en el líquido amniótico, están contenidos en ella.
Además, puede adoptar cualquier estado, sea la forma de líquido, vapor o hielo... El agua es un disolvente de identidades: sumergirse en ella es un fluir y un transformarse. Pero hay otro aspecto aún que relaciona el agua con el universo de Horn y es su capacidad reflejante. Cuando Roni Horn hablaba de unas fotografías del Támesis de colores pardos y negros, decía que este color negruzco no provenía tanto de la contaminación como de los suicidados y ahogados en el río. Yo intuyo que se trata más bien de los hombres y mujeres que buscaron su identidad en el fluir de las profundidades.