El artista junto a sus esculturas Revaled outdoor Scene
Lleva diez años sin exponer en Madrid, aunque su carrera no ha dejado de afianzarse en territorio internacional. Enrique Marty salda hoy la deuda infiltrándose en el Museo Lázaro Galdiano y en su colección, donde propone una terapia de grupo con los clásicos del XIX.
Es lo que lleva haciendo desde que empezó su carrera a principios de los 90, una de las más sólidas en el contexto internacional. Sólo en los últimos años ha expuesto en Kunsthalle de Mannheim, el SMAK de Gante, el ZKM de Karlsruhe o la Maison Rouge de París. El tono afable de su voz no se corresponde con la dureza de su mirada. Tararea a Golpes Bajos casi como una advertencia: "No mires a los ojos de la gente, me dan miedo siempre mienten...." Vuelve al negro cogiendo su cuaderno donde todo empieza, y hablando de su labor como artista, "porque lo que hago es escribir pero con imágenes, ya que se prestan mejor al caos, la religión que profeso", añade.
En el Museo Lázaro Galdiano lo que propone es exactamente una lectura, en este caso de la colección que alberga esta fundación, y junto a la que expone sus nuevas obras. Reinterpretada I, la ha llamado Rafael Doctor, el comisario. Junto a él inaugura, también, el proyecto editorial Los Doscientos, con 200 ejemplares del catálogo, todos diferentes, e intervenidos con dibujos originales del artista. "El proyecto tiene varios niveles de lectura -explica-. Todo empieza en el exterior, con 16 grandes cuadros que reúnen familias de imágenes creadas a partir de obras de El Bosco o los Madrazo. Asaltamos el museo como los okupas cuando llegan a una casa y cuelgan pinturas en los balcones. Nos parecía de una radicalidad absoluta romper con su sacralidad y permitirá que todo el mundo vea las obras, aunque no se tenga la más remota intención de entrar al museo".
No me interesa provocar, pero sí remover las entrañas, desmontar la realidad sin misericordia"
Aquelarre pictórico
-¿Cuál es el siguiente nivel?-El segundo está distribuido por las salas, donde hay cuadros de pequeño formato camuflados entre las obras de la colección. Entre ellas está mi versión de El aquelarre de Goya, uno de mis cuadros favoritos. Aprovechando que el cuadro se ha cedido por un tiempo a un museo de Boston, he ocupado su espacio con una versión. Hay esculturas dialogando con la colección, pero también camuflándose entre ellas, y unas vitrinas con 36 obras relacionadas con la orfebrería llamadas Ídolos. También hay una figura, esta vez blanca, que es una edición, y estará también en otras dos exposiciones que inauguran en breve, en el Atelier Vlaams Bouwmeesterde Bruselas el 1 de octubre, y en el DA2 de Salamanca el viernes 10. Son dos exposiciones importantes de media carrera.
-Las esculturas responden al título Revealed outdoor Scene. ¿Qué revelan?
-Son una versión del Étant donnés de Duchamp, una obra sumamente misteriosa que convierte al espectador en voyeur al colocar una mujer desnuda en medio del campo. Duchamp trabajó en esta obra en secreto y solo se reveló tras su muerte. Es un gran misterio lo que ocurrió allí. Esta obra habla de eros y de thanatos, lo que era el espectador para Duchamp. Lo que queda revelado es el paso siguiente: la muerte ha abierto la puerta y todo está a su alcance.
Detalle de El aquelarre de Goya según Enrique Marty
-El espectador del museo será el voyeur...
-Esa es la idea. Las obras dialogan con las que alberga el museo. Hay una enorme planta que refiere a las del Bosco, por ejemplo. Además, hay un elemento más, y es que existe una relación con las esculturas del siglo XIX. Hay muchos ejemplos de escenas en mármol en los que vemos a mujeres desnudas en posturas imposibles inmersas en paisajes. Era una representación arquetípica de la mujer en el siglo XIX, como objeto deseable y accesible. Una parte de esta serie estará expuesta en el DA2.
-¿Por qué mirar a los clásicos?
-Encuentro más subversión en ellos que en artistas actuales. De hecho, he pintado mimetizando su estilo como un signo de rebeldía. Me parece bastante extremo pintar cuadros hoy al estilo del siglo XIX. Yo detesto el arte pasado por ese barniz neodecorativo-pseudointelectual. Esa capa se oxida muy rápido.
-Vemos al propio Lázaro Galdiano representado en muchas de las obras. ¿Por qué?
-Sí, lo he hecho participar en muchas escenas. En El aquelarre, por ejemplo. Siempre tuve la sensación de que la figura del macho cabrío era una especie de figura central de la colección, como un demiurgo. Así que he asociado esta figura a la de Galdiano, por ese carácter de demiurgo, de mago.También vi que en la colección de pinturas hay muchos retratos, cosa curiosa porque suelen ser algo muy personal. Allí vivía la familia rodeada de retratos de gente que nunca conocieron. Me imagino esas cenas observados por militares, cardenales, políticos...
-Lo mismo les pasará a los coleccionistas de sus retratos, centrados en su foco familiar. ¿Sigue siendo tan autobiográfico?
-Mi familia es muy particular y me traslada un anecdotario enorme. El hogar se convierte en un lugar perfecto para que ocurra lo inesperado, lo siniestro, y para que esto dé paso a una catarsis. Así es que sí, mi trabajo es muy autobiográfico, pero pasado por un filtro de teatralización. Todo es reprensentación, en el arte y fuera del arte, y no existen cosas como la autenticidad o lo real. Eso son patrañas.
-¿Quiere decir que no hay autenticidad en mundo del arte?
-Es algo totalmente inexistente. Es como pensar: ¿quién es el Capitan América?, ¿crees en Batman? El arte es una máscara.
Siniestro total
-¿Qué ve tras la suya?-Una de las funciones de mi obra es averiguar precisamente eso, cómo soy. Creo que cuando lo sabes te conviertes en un místico, en alguien que lo ha superado todo. Lo que me pasa es que tengo la sensación de que solo existe el absurdo, por eso me atrae tanto Artaud y su teatro de la crueldad entendida no exactamente como escenas sangrientas, sino como un absoluto compromiso del artista de desmontar la realidad sin misericordia. Machacar cualquier convencionalismo. Quizás lo que soy es un nihilista. Un punky.
-¿Y un provocador?
-No tengo ninguna intención de provocar, pero sí de remover las entrañas. Lo perverso, lo cruel, no están en mi obra, sino fuera, justo donde termina físicamente, en la emoción que genera. Ahí empieza la crueldad de verdad. Lo que ve el espectador es lo que lleva dentro. En realidad, lo que pretendo ser es un espejo.
-Esa bofetada al espectador, ¿se la ha devuelto la crítica?
-Preocuparse por ser querido o comprendido es algo totalmente incompatible con ser un artista. Puede que venga alguien y piense que llevo un discurso romántico del artista. No puede estar más equivocado. No me interesan nada los que tienen vocación de malditos. Yo profeso la contradicción con una convicción absoluta.
Detalle de una de las obras "camufladas" entre la colección Lázaro Galdiano
-¿Cree que la gente entiende lo que quiere decir?
-A veces he visto como alguien estaba viendo una obra y me estaba hablando de lo que tenía en su cabeza, de cosas que no estaban allí. A veces sí hay una percepción errónea. La gente cree que en muchas de mis obras hablo de lo que me gusta y muchas veces es todo lo contrario. De lo que hablo es de lo que no me gusta. A veces vemos imágenes duras en los periódicos, acompañadas de publicidad de Armani, y tan crudas como las que pueda representar, pero pasamos la página sin más. Lo que hago es llamar la atención sobre ello.
-¿Qué es lo abyecto para Enrique Marty?
-Lo abyecto para mí está muy cerca de lo sublime. Lo mismo ocurre con lo esperpéntico. Así veo el mundo "cotidiano". Si mi obra lo muestra es simplemente porque es un espejo donde se refleja el mundo.
-¿Se ha guardado algo especial para la exposición del DA2?
-Va a haber desde obras que hice a los 12 años hasta otras muy recientes. Ocupará toda la planta baja del museo, así que habrá mucha obra. El comisario, Paco Barragán, ha hecho una estructura teórica muy sólida. El título es Enrique Marty: terapia de grupo, acto de fe, cuarto oscuro. Cada una de las tres partes estará representada por una serie de obras e instalaciones, algunas de gran formato. También habrá vídeo y fotografía.
-Lleva unos diez años sin exponer de manera individual en España... ¿Cree que hay una generación de artistas olvidados?
-Creo que hay muchos nombres que están funcionando estupendamente y que están trabajando fuera, donde el campo es mucho más abierto. Quizás en otros países cuidan mejor a sus artistas. En Inglaterra, por ejemplo, reciben un mimo que en España es mínimo. También hay gente en ciertos estamentos de la política cultural que se dedica a hablar mal de los artistas españoles... En España el arte tiene que profesionalizarse más. Las galerías deben ser responsables y pagar puntualmente a sus artistas, cosa que desgraciadamente no siempre pasa...