Helga de Alvear. Fotografía: Luís Asín
Todo comenzó en 1967 en Cuenca, donde se concentraban varios estudios de artistas. Entre esas personas del mundillo destacaba Juana Mordó, su profesora y hada madrina. A través de ella, fue conociendo al grupo El Paso y ese mismo año hizo su primera compra, un Fernando Zóbel, pagado a plazos de 5.000 pesetas al mes. Lejos quedaba ya aquella niña que coleccionaba piedras y cedía el paso a un vicio del que no se ha podido curar. “Es una adicción, no es malo para el cuerpo pero sí para el bolsillo”, comenta sonriente Helga de Alvear (Kim/Nahe, Alemania, 1936).
Esa perdición no la ha abandonado nunca. “Fui adquiriendo cosas, y en las bodas de parientes y amigos fui regalando cuadros. De hecho, aquel Zóbel fue a parar a manos de alguno de ellos, no sé a quién”. Aunque nunca se vio a sí misma como coleccionista hasta que un chispazo detonó el lóbulo occipital de su cerebro. “Cuando Juana murió encontré en un cajón envuelto en papel de seda un dibujo maravilloso de Kandinsky de 1922 y pensé: esto es otra cosa, ahora sí, voy a hacer una colección”. Han transcurrido muchos años desde entonces y ahora son más de 2.800 las obras que tiene repartidas en cinco almacenes, que han requerido un lugar específico para ser mostradas al público. Se trata de una de las colecciones de arte contemporáneo más importante de nuestro país, si no la que más. También la galería que lleva su nombre es un referente en el panorama nacional. Una dedicación al arte, por la que ha recibido la Medalla de Extremadura en 2007, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes concedida por el Ministerio de Cultura en 2008, la Medalla de Cáceres en 2011 y el Premio de la Fundación Arte y Mecenazgo en la categoría Coleccionista en 2012. Parte de su colección, la presentó por primera vez en Madrid el año pasado, en la exposición El arte del presente en CentroCentro, el Palacio de Cibeles.
-Se prevé que el Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear se abra en Cáceres en 2017. ¿En qué punto está ahora el proyecto?
-Está todo firmado y el proyecto ya está hecho. Para mí es fundamental que el mismo equipo siga adelante con él, porque han hecho la primera parte con mucho esfuerzo. De volumen es casi igual pero más sencillo. Lo único que quiero es que empiecen lo antes posible porque, cuanto menos, me gustaría inaugurarlo. Si no se dan prisa yo tengo 78 años, así que por muy bien que esté... [ríe].
-Hasta ahora se han programado seis exposiciones, la última de ellas de fotografía, a cargo de Marta Gili. ¿Hay algo en marcha para un futuro próximo?
-Estamos trabajando para presentar nuevas exposiciones. Ahora, tal y como están las cosas, vamos a producir desde el propio Centro de Artes Visuales la próxima exposición. Estará comisariada por María Jesús Ávila, la coordinadora del Centro. Trabajamos con los tiempos y si es un mal momento ahora reducimos y nos adaptamos. No pasa nada. Ya llegarán tiempos mejores.
Enamorar la retina
En la firma del convenio que se acaba de presentar para la construcción de la segunda fase del Centro, la galerista entra en la fórmula matemática. Se hace cargo de una parte de la financiación y la otra corre a cargo del Gobierno de Extremadura. A pesar de que “no se puede protestar por todo”, asegura que “no somos Europa hasta que no tengamos todos el mismo IVA”.
Nunca ha cambiado la línea que sigue su apuesta como coleccionista y no titubea en ningún momento. No importa que sean artistas consagrados o emergentes. Le tiene que enamorar la retina a primera vista. Acaba de hacer una compra variopinta de dos cuadros de una artista libanesa y tres piezas japonesas. “Yo sólo quiero coleccionar”, apunta. Aunque su peor adicción tiene nombre y apellido: Ignasi Aballí. Saca el listado de las obras que tiene del artista, que el próximo año tendrá una gran exposición en el Museo Reina Sofía, comienza a contar hasta 24 y se asombra; hace un ademán tímido y vuelve, por un momento, a aquella inocente niña que coleccionaba piedras. La lista asciende, al menos, a 40 obras. “Es uno de mis artistas favoritos”, confiesa abiertamente.
-Háblenos de su labor como galerista. ¿Por qué apuesta?
-Para ser galerista es muy importante viajar. Hay que moverse. Yo hablo cuatro idiomas y esa ha sido mi salvación, porque si no en la vida hubiera ido a las ferias internacionales. Y hoy por hoy sólo con las ventas de la galería te hundes. Siempre digo que la gente que quiere comprar arte tiene que quererlo. Una obra de arte no es un producto.
-La actual exposición que puede verse en el Centro de Artes Visuales reúne únicamente obra fotográfica. ¿Qué le interesa de ella?
-En un primer momento fue difícil, porque siempre busco algo nuevo, pero eso cambió tras ir a la feria FIAC, en París, y encontrar una obra de Jurgen Klauke. Compré esa foto y, poco a poco, he ido trabajando con fotógrafos. La colección ha ido cambiando y creciendo. Una vez, Javier Vallhonrat me dijo que él no fotografía, que usa la cámara de fotos para pintar. Para mí, la fotografía tiene mucho que ver con eso: tiene que ser pensada como arte. La gente aún no lo comprende.
Y, ¿qué opina sobre el papel del arte hoy en día? “El arte siempre será crítico, tiene que serlo si no se convierte en decoración”. Ante la actual expansión de galerías, explica que abren y cierran y ni se entera. “Lo que hacen los jóvenes es ir a todas las ferias y yo cada vez voy a menos porque no tengo ya edad. Voy a Basilea, Colonia, ARCO y Frieze”. Aparte de viajar a Alemania a los consejos de administración de sus empresas. Es más, el próximo 11 de diciembre le otorgan la Condecoración de la Orden del mérito de la República Federal de Alemania. “¿Pero qué he hecho yo por vosotros? Pregunté. Y me dijeron que estoy haciendo unas relaciones culturales entre mi país y España que no ha hecho nadie, así que estoy contenta con el reconocimiento”.
Ahora es Cáceres quien aplaude su colección y trabaja para la presentación final del Centro que la alberga: “Lo vamos a conseguir”, asegura contenta.