Vista de sala de la exposición El hombre que mira
"Una cabeza, ¡todo el mundo sabe lo que es una cabeza!", se quejó André Breton en 1934 en un intento de redirigir a Alberto Giacometti en la senda del surrealismo. "Yo no lo sé", contestó duramente el escultor. A partir de ese momento volvió a centrarse en lo que le resultaba importante y a lo que dedicó gran parte de su tiempo y dilatada carrera: la cabeza y la mirada. "Si no tenemos cabeza, no tenemos nada", diría alguna vez. Esta obsesión se convertiría en una marca propia y, esta misma obsesión, es la que se muestra ahora en la exposición Giacometti. El hombre que mira, que acoge la Fundación Canal con la colaboración de la Fundación Giacometti a partir de este viernes.Se reúnen 100 piezas, entre ellas 38 dibujos, 53 grabados y 13 esculturas, en una muestra "más temática que retrospectiva para enseñar al público los dibujos y los aspectos gráficos" del artista, explica Mathilde Lecuyer, una de las comisarias. "Se trata de la relación de Giacometti con la figura humana, por eso las dos primera salas tratan el tema de la cabeza y la mirada", temática a la que volvería una y otra vez desde joven. De esta manera, se recoge su etapa naturalista, surrealista y cubista para entender cómo derivó en su personal estética figurativa.
Además, en esta ocasión hay un grupo de dibujos "importantes que nunca han sido expuestos y que han sido restaurados" gracias a la labor de la Fundación Canal. Se trata de mostrar a un Giacometti dibujante, una manera de volver a esta faceta que tan importante resultó al artista después de la su etapa surrealista. "Dibujaba constantemente, en un café, en un libro" en cualquier formato que le dejara un poco de espacio.
Proyecto de portada para el libro de Jacques Dupin Alberto Giacometti.
Después de la guerra encontró su estilo de madurez, alejándose de todos los movimientos vanguardistas del siglo XX abogando por un arte universal y contemporáneo. Si hay algo que caracteriza a sus esculturas es su actualidad, su vigencia, su presencia y actitud sugestiva. "Fue uno de los grandes artistas del siglo XX, parece que no hubiera atravesado ningún movimiento y se podría enclavar en cualquier época", analiza Mathilde Lecuyer. La razón, podría ser, su individualidad frente a las vanguardias.
Las seis obsesiones de Giacometti
Esta muestra en concreto se divide en seis apartados; Cabeza, Miradas, Figuras de medio cuerpo, Mujer, Pareja y Figuras en la lejanía. Son, todas ellas, temáticas que desarrolló el artista. Durante su trayectoria contó con dos modelos constantes: su hermano Diego y su mujer Anette. Ambos posarían para el artista casi a diario pero esto nunca supuso llegar a conocer mejor las facciones de uno y otro. Todo lo contrario. "Cuanto más dibujaba a su hermano Diego, menos le reconocía", cuenta Lecuyer.La pareja, de 1927 y a la izquierda Desnudo de pie copiado del natural, de 1954.
En cuanto a la mirada es trabajada de manera individual tratando, a su vez, captar la totalidad del modelo representado. Un elemento tan fugitivo que resulta complicado transmitir en un dibujo, pintura o escultura. La mirada es el reflejo de la vida, por eso, Giacometti pensaba que capturar ese instante sería lograr plasmar todo el busto y, para ello, se centraba en la forma del ojo. "Tal vez todo el arte consiste en conseguir situar la pupila", opinaba él. Con las figuras de medio cuerpo el artista propone esculturas imponentes que se dilatan e invaden el espacio. Tras la guerra decide crear su patrón propio dependiendo de su visión, alejándose así de las normas naturalistas. En esta misma época Anette se vuelve una de sus modelos principales mediante la que plasma la feminidad tal y como él la entiende. Casi todas las esculturas de este tipo siguen el patrón del desnudo de pie que va desde la estilización estética de los primeros trabajos hasta un estilo distante y deificado cuando alcanza la madurez.A este respecto, Giacometti mantenía diversas relaciones paralelas a las de su mujer como motor de creatividad. "Las representaba según la relación que tenía con ellas", explica la comisaria. Y Anette las toleraba. Una vez contraen matrimonio se vuelve su musa y comienza a tener una visión cambiante de la feminidad de modo que comienza a esculpir parejas, asexuadas y que nunca llegan a tocarse. Una la representa cercana, a la otra parte en la lejanía o, sino, con una tremenda ternura. Y de aquí pasará a esas figuras en la lejanía basándose en el trinomio cuerpo, distancia y escala. Su intención fue, entonces, poder situar la figura a escala de su visión. "Es imposible poner sobre un lienzo una línea que aparenta tener 20 centímetros de largo haciéndola con una longitud de tres centímetros", dijo el artista obsesionado. Pero lo consiguió.