Gaby d'estrees, de Alain Jacquet

Los desnudos a lo largo de la historia del arte han sido un tema recurrente. Desde el carácter social y público, casi lúdico, de los primeros años pasando por la privacidad inventada hacia 1.800 hasta llegar al poso publicitario actual. "Considero que un desnudo está terminado cuando me parece que puedo pellizcarlo", decía el pintor impresionista Auguste Renoir. Sobre el desnudo, el cuarto de baño como lugar público-privado y su evolución, el Museo Marmottan Monet inaugura la exposición La Toilette and the Invention of Privacy. Se trata de la primera muestra que aborda este tema con obras de los pintores más importantes desde el siglo XV y hasta hoy.



La higiene, los espacios y los gestos de las prácticas diarias, consideradas tan mundanas como placenteras, es lo que tratan de mostrar las 100 obras expuestas, entre pinturas, fotografías, esculturas e imágenes en movimiento, con el ímpetu de entrar y destripar la intimidad de lo cotidiano de un modo profundo. Pero, ¿cuál ha sido el desarrollo del desnudo a lo largo de la historia? Desde la mitología, la religión, el estudio anatómico de la Grecia clásica hasta el día de hoy, ha sido un tema tan recurrente como criticado. De este modo la exposición se abre con Dürer y Georges de La Tour, así como la colección de François Boucher en la que recaba en los gestos y los lugares en los que se lavaban durante el Antiguo Régimen en Europa.



Apres le bain femme nue chouchee, de Edgar Degas.

En la segunda parte se acercan al siglo XIX y la invención de la privacidad con un brusco cambio y renovación de las herramientas y modos de limpieza. Aparece el cuarto de baño como estancia, la higiene se torna funcional y el uso más abundante de agua inspiró a artistas como Manet, Degas y Toulouse Lautrec. Así, en la sección final se puede ver la diversidad de baños modernos y funcionales con obras de artistas como Pierre Bonnard en las que la estancia se convierte en un lugar en el que desconectar del mundanal ruido. "La ducha arrastra las rémoras de la piel pero también la carga de algunas molicies insanas y la mugre eventual de la tristeza", escribe Vicente Verdú en Enseres domésticos, por lo tanto, un lugar en el que poder soñar y salir renovado.



Quién hubiera dicho que la higiene personal podría dar tantas vueltas, tan diversas y con tantas interpretaciones como ojos y artistas existen. Nadie olvida la vuelta de tuerca con la que Duchamp convirtió un inodoro en una escultura abriendo así la puerta a la descontextualización del arte, el jaque mate final. Pero no siempre ha sido así. Lo que en la Edad Media se entendía como baños públicos una vez llegado en Renacimiento se rompe con esta dinámica y desaparecen estos ámbitos para pasar, además, a un escaso uso del agua que se veía como una ocasión festiva. Así, el baño queda relegado a las élites. Un rito que va más allá de la mera limpieza íntima y que queda ligada a prácticas amorosas con simbología de fecundidad. Sí, en el Renacimiento la presencia de otra mujer adulta o niño estaba bien visto.



Jeune femme a sa toillete, de Eugene Lomont.

Esto derivó, en el siglo siguiente, en la permisividad hacia los sirvientes y hombres de estar en esa misma habitación, lo cual elevó la promiscuidad. Tampoco hay que olvidar que en este periodo de la historia que el uso del agua no era cuantioso ya que su calidad era pobre y se pensaba incluso que propagaba enfermedades. En el mundo del arte, en el norte de Europa se empezó a representar la desnudez, la cual estaba más estandarizada que en Francia. Con cierta influencia de Caravaggio, aunque fuera de manera indirecta, esta disciplina creó un nuevo realismo. Las mujeres burguesas, coquetas y refinadas, se 'adornaban' frente al espejo, reforzando la impresión de privacidad. Se dieron dos vertientes, por un lado la mujer sirviente, como la representaba Georges de La Tour, o aisladas del mundo acicalándose, como lo hacía Nicolas Régnier.



Poco a poco se iba caminando hacia la creación de la privacidad y con el retorno del agua la higiene se volvió más personal, individual e íntima para el siglo XVIII. Se crea el bidet pero aún faltaría tiempo para que apareciera la bañera. Así, las sirvientas del mismo sexo aún tenían el beneplácito de asistir a estos encuentros íntimos pero ya no se permitía la promiscuidad. Pero la picaresca siempre ha sido parte de la naturaleza humana de modo que dejar la puerta semi-abierta era una escena común para que un 'voyeour accidental' pudiera entrever lo que estaba sucediendo, convirtiéndose esto en motivo de representación también para el arte.



Scarpa femme au miroir, de Natalio Bentivoglio.

A principios del siglo XIX Madame de Genlis escribiría en su libro Le Dictionnaire des étiquettes (1818) que a lo largo de la historia había habido hábitos de mal gusto como vestirse delante de los hombres. Esto marcó un gran cambio y las puertas de los servicios comenzaron a cerrarse, las mujeres empezaron a esconderse y los pintores a retratar escenas sugerentes de mujeres peinándose. A finales del siglo, Inglaterra y, más tarde, Francia, conquistarían el agua lo que acarreó la reinvención del género de la desnudez. Así, representaban cuerpos imperfectos, lejos del desnudo académico, mostrando a mujeres ordinarias e irradiando una sensualidad animal. Y una vez en el siglo XIX Degas revolucionó la disciplina con el uso de nuevas perspectivas, colores y soportes. Después de 1900 Pierre Bonnard creó una nueva relación entre la mujer y el cuarto de baño, haciendo que esta estancia se volviera un lugar donde refugiarse del exterior.



Nos acercamos hacia nuestros días con Cézanne y Picasso modulando nuevas estrategias para renovar el desnudo femenino en sus pinturas. Dejando el realismo a un lado, la deconstrucción y consiguiente construcción se configuró como la nueva manera de hacer. Así, la forma toma más importancia que el contenido con la intención de provocar una emoción que va más allá del hecho de 'entrar donde no se debe' evolucionando, después de la Primera Guerra Mundial, en la publicidad de las grandes marcas de cosméticos que empezaron a incidir e influenciar en la manera de ver el cuatro de baño como la 'casa de la belleza'. La publicidad, la fotografía y el maquillaje empezaban a hacer mella en las mujeres.



Karen Mulder, Bettina Rheims.

Así, desde el año 2000 hasta ahora, el cuerpo femenino sigue siendo un tema esencial muy conectado a la moda y a la publicidad. En la exposición, destacan aquí artistas como Alain Jacquet, la ironía de Eric Diezman y los inusuales experimentos de Edwin Blumenfeld. ¿Seremos capaces de reconquistar el desnudo como algo común y compartido? Tal vez la muestra debería ser vista como las personas retratadas en sus obras: desnudos. Quién sabe si algún día...