Las tres obras de Curro González, Vista, Sordo, Mudo dan nombre a la exposición

Nacido en los 90 al calor de la Expo 92, el CAAC celebra sus 25 años con varias exposiciones que ponen en valor su colección de arte contemporáneo y, por primera vez, la relacionan con la colección histórica, con piezas del antiguo monasterio y fábrica de cerámica.

En febrero de 1990 nacía en Sevilla el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, también conocido como CAAC. Se ponían entonces las primeras premisas en negro sobre blanco aunque tendrían que pasar ocho años y una Exposición Universal (la Expo92) para que los responsables de Cultura del momento en Andalucía se dieran cuenta de que el Monasterio de la Cartuja era el lugar idóneo para implantar un centro de arte contemporáneo y que su colección empezase a crecer. Era un edificio demasiado antiguo, demasiado grande y quizá estaba demasiado lejos del centro turístico (a 20 minutos andando, reconoce su actual director, Juan Antonio Álvarez Reyes). Pero también un lugar con una personalidad difícil de igualar, que atrae desde entonces a artistas y comisarios propios y extraños.



La creación de este CAAC, que contaba -en un caso similar al del Museo Reina Sofía madrileño- con los fondos y las estructuras originarias del Museo de Arte Contemporáneo Andaluz creado en 1970, significaba una apertura a lo grande de Andalucía al arte contemporáneo. Una región con una comunidad artística muy importante si, como dice Álvarez Reyes, nos retrotraemos hasta el Barroco y a los siglos XVIII, XIX y, más cerca, en el XX, con personajes tan importantes como Luis Gordillo, Carmen Laffón, José Guerrero... "El arte aquí siempre ha sido esencial y eso hace que la apreciación por parte de la gente sea igualmente importante. La visibilidad del arte contemporáneo en los últimos 25 años en Andalucía ha cambiado mucho pero no solo debido al CAAC, ha sido gracias al trabajo de mucha gente, y gracias sobre todo al trabajo de los propios artistas".



Así, con el apoyo también de muchos, es cómo el arte contemporáneo llega al corazón del monasterio cartujo y antigua fábrica de cerámica. De los monjes se queda con la contemplación necesaria también en la creación y de la fábrica con el acto mismo de producir piezas. Cierra por lo tanto el círculo al acabar en el siglo XX como centro de arte con tres momentos clave en los que se apoyan estos 25 años de andadura. En 1998 se inauguraba el nuevo museo en La Cartuja con una exposición de Chema Cobo y con José Antonio Chacón en la dirección; en 2004 con la llegada de José Lebrero se le da un fuerte impulso al museo y se logra incluirlo en el contexto internacional; en 2010 se adhiere al documento de Buenas Prácticas y se elige al primer director por concurso. "Creo que la estabilidad en las direcciones también ha dado estabilidad al museo", comenta Álvarez Reyes con quien realizamos este repaso histórico. Aunque, si ha habido una persona que ha servido de nexo de unión entre las distintas etapas esta ha sido la conservadora jefe, Luisa López, "verdadera alma mater del museo de arte contemporáneo y luego del CAAC, que ha trabajado con todos los directores", reconoce.



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El museo de la crisis

Y si hubiera que buscar otro punto en común entre pasado y presente este podría ser la crisis. Porque, tanto en los 90, cuando se gestaba el proyecto que hoy conocemos, como en la actualidad, esta ha estado presente. Con un presupuesto pobre si lo comparamos con museos de otras ciudades importantes como el MACBA de Barcelona o el IVAM de Valencia, "somos un museo que nacimos y vivimos con la crisis, nos desenvolvemos en ella. Por eso quizá siempre hemos tenido los pies en la tierra, nunca hemos participado en nada que tuviera que ver con la especulación". Y, por otro lado la crisis marca al CAAC conceptualmente: "La primera exposición del 25 aniversario, No ver no ir y callar, habla sobre el papel que se ha propuesto al artista, mudo, que mire hacia otro lado, pero la realidad que es tozuda hace que los artistas hayan estado siempre implicados en la sociedad".



A pesar de todo, los fondos del CAAC han seguido aumentando sin descanso, y esto ha sido gracias a las importantes donaciones que artistas y otros agentes andaluces como Juana de Aizpuru o Guillermo Pérez Villalta que han querido que sus colecciones pasen a engrosar la del museo. "Creo que tenemos un activo muy importante: el lugar donde estamos, un espacio singular, de los más especiales de los centros de arte no solo en España sino también en Europa. Además, lo sienten como algo cercano, se intenta por parte del centro transmitir el cariño a los propios artistas. Con Pérez Villalta ha sido un trabajo de años que a mí me ha tocado resolver, y ahora estamos trabajando en un proyecto similar con Gerardo Delgado, artista fundamental en las vanguardias y en los años sesenta en Andalucía", nos adelanta el director.



Y el arte del silencio

Un espacio atractivo y singular, el del antiguo monasterio, que es quizá su gran ventaja pero también su mayor hándicap. "Un lugar maravilloso, cargado de Historia y de historias, lo que permite una singularidad en la programación y el enfoque, a la hora de tratar temas desde el colonialismo a los aspectos propios de monasterio cartujo". Pero también son más de 20 hectáreas con unos gastos de mantenimiento elevadísimos que corren de cuenta del CAAC: "Se lleva el triple de lo que dedicamos a programación y colección", por no hablar de las dificultades del día a día como la circulación o el propio montaje de algunas exposiciones. "Pero, sin duda, ganan los pros", asegura Álvarez Reyes.



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Ahora la unión con el lugar se hace más visible que nunca en una exposición que unirá el grueso de las dos colecciones, la de arte contemporáneo y una colección patrimonial que aglutina obras que pertenecieron a la Cartuja abandonada tras la desamortización de Mendizábal: tallas barrocas, un Calvario, pinturas del XVIII y restos arqueológicos, además de piezas de cerámica de la fabrica y de los monjes, trabajos en cristal... Unos fondos mucho menos conocidos que van a dialogar por primera vez en la muestra El presente en el pasado. "Vamos a instalar una sillería de coro y relacionarla con varias piezas contemporáneas, una Gran celda de Louise Bourgeois con un Zurbarán...". Pero esto será a partir del próximo 16 de abril.



Antes, la exposición No ver, no oír, no callar se pregunta precisamente por el arte en los tiempos de penuria para poner de manifiesto cómo la crítica institucional va unida a algunos planteamientos implícitos en el título de la exposición que es a su vez el de una pieza de Curro González. Y en octubre, El gran silencio: obras que no forman parte de la colección del centro pero que sugieren temas como la vida monacal, la soledad, el asilamiento, trabajos de artistas actuales que han trabajo estos temas junto a piezas históricas que estuvieron en el monasterio y que ya no están. "Queremos traer por ejemplo un Apostolado de Velázquez del que se conservan tres, uno de ellos en el Prado", adelanta el director que ya está trabajando en el proyecto. "Teníamos claro que las exposiciones del 25 aniversario tenían que dialogar con el pasado histórico y reflejar qué ha pasado en el arte español e internacional en este tiempo".