Varias fotografías del proyecto Poets

El artista mallorquín ha reunido a muchas caras conocidas del mundo cultural para su último proyecto, Poets.

La asociación de ideas es instantánea: esculturas blancas igual a Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965). Alter ego que ha convertido en sello de identidad. Siempre solitarias, angustiadas, perdidas. Siempre un calco perfecto de su padre. Siempre éste el modelo y acompañado de luz. Bombillas y flexos verticales u horizontales, arriba y abajo, paralelos al cuerpo, sobre ellos, atravesados, copulando... El "instante blanco" lo llama él. Aunque ahora, para la exposición que presenta el sábado en la galería Max Estrella, ha buscado otro un poco más oscuro, "el instante incorrupto, sin píxeles, y evitar su seriación, duplicación y alteración. Lo que me interesa es centrarme en la cualidad objetual del momento, lo más cerca posible de la escultura", explica.



Para ello ha recurrido a una cámara Polaroid de medio formato, usando una cámara de fabricación alemana de los años 20 que ha adoptado a la fotografía instantánea. Hasta 100 ha hecho en el último año. Son los protagonistas de Poets (99 hombres y una mujer barbuda). La barbuda es su mujer, dice, y el resto muchos de los que le han acompañado en su carrera. Escritores, críticos de arte, profesores, coleccionistas, galeristas, directores de museos, filósofos, poetas, un fotógrafo y un antiguo legionario. Enrique Vila-Matas, Martín Lejarraga, Guillermo Solana, Agustín Fernández-Mallo, Fernando Castro, Alberto Ruiz de Samaniego, Manuel Borja-Villel... Están frente a un espejo sometidos a la implacable devolución de su propio rostro, sin aditivos, con apariencia de abandono e indigencia. "Un drama que todavía no se ha escrito", añade.



"Sé que parecen fotografías pero no lo son. Son esculturas en dos dimensiones"

-Muchas caras conocidas del contexto cultural. Cuéntenos alguna anécdota de esos retratos. ¿Todos accedieron? ¿Todos se han gustado?

-Bueno, hay algunas caras conocidas y muchas, la mayoría, desconocidas. Forman parte del itinerario intelectual, emocional y creativo que he recorrido en estos últimos 30 años. Muchos han colaborado conmigo, y escrito, hablado o comisariado exposiciones sobre mi trabajo. Otros, la mayoría, lo coleccionan. El proyecto empezó lento, desde un ámbito muy personal e íntimo, y después se fue ampliando hasta llegar a los cien retratos. Todos accedieron a participar aun sin saber cómo sería la foto, sólo les pedía unos días sin afeitar para intensificar una presencia de rasgos masculinos y un aspecto de abandono para desalojar una identidad construida por sus roles sociales. Algunos, muy pocos, por motivos profesionales, vinieron recién afeitados. Es una foto instantánea, sin posibilidad de retoque, ni siquiera de repetir el disparo que atrapa un instante incorrupto. Muchos no se gustaron porque la imagen endurece los rasgos que uno no sabe que tiene. Les gustaba la foto pero no su rostro en ella. Dejaremos pasar el tiempo para que se puedan gustar.



Agustín Fernández-Mallo tras la óptica de Bernardí Roig

-Entonces, ¿es una exposición de fotografía?

-Se que lo parece pero no lo es. Es una muestra de escultura en otro formato, digamos que escultura en dos dimensiones. El proceso escultórico del vaciado es muy similar al proceso de la fotografía instantánea, pero en este caso el molde sería le película fotosensible que se introduce en la cámara y que, una vez abierto el diafragma atrapa la luz y con ello la imagen. Esa captura, o molde lo real, no es visible hasta ser positivado por un reactivo químico que después del tiempo de fragua permite la aparición de la imagen. Donde la escultura instaura la semejanza como ritual de duplicación táctil, la fotografía instantánea lo hace como retórica de duplicación óptica.



Puro teatro

Parece complicado. En sus trabajos propiamente escultóricos, Bernardí Roig ha trabajado a partir de moldes de escayola sacados de personas de su entorno personal. Estos, una vez positivados, explica, debían representar en forma de esculturas blancas los diferentes "papeles" que se le asignaba a ese gran teatro de apariencias que es una exposición. ¿Una fantasmagoría? "En cierto modo sí, ya que es el lugar donde uno convoca sus fantasmas. Pero también un laboratorio de pruebas, un gran teatro, un lugar donde se viene a comprobar la prórroga, una butaca para el ojo o una caja donde resuena nuestro vacío interior. Hacemos imágenes y las mostramos para que no nos estalle la cabeza, y luego haya que recoger los pedazos esparcidos allí. Aunque a veces esa cabeza estalla y entonces una exposición es un vertedero", dice.



Lo biográfico sigue siendo fundamental en sus obras: "es lo que mejor conozco, lo que tengo cerca, y lo que tengo más cerca es a mí mismo. A partir de ahí, voy ampliando. Es verdad que nuestra primera relación íntima la tenemos con un espejo en el que nos vemos por primera vez. Esa imagen nos es devuelta y constituye la base de un yo como instancia psíquica, que después se relacionará con el mundo y su entorno. Mi trabajo nace de esa relación con el origen y de su confrontación con el final. En medio, está el deseo como mecanismo infalible, que desacredita la certeza de nuestro destino trágico", explica.



"A veces, te estalla la cabeza y la exposición se convierte en un vertedero"
A grandes rasgos, este proyecto es a pequeña escala consecuencia directa de la exposición Walking on Faces, que Bernardí Roig hizo en 2012 para la Lonja de Palma, en su Mallorca natal. También, la continuación de la exposición que hizo el pasado verano en Kewenig, en el Oratori, una pequeña iglesia del siglo XIII, sede de esta galería. Voz calamitis in deserto se titulaba. Entonces partía del filme de Buñuel Simón del desierto para tratar de demoler el tiempo lineal. Presentó entonces la película Poet, rodada en Senegal y que nos traslada directamente a la exposición que ahora plantea en Madrid, y en la que el artista recorre, en un eterno loop, la cresta de las dunas del desierto, allí donde la nada se adhiere a su rostro de ceniza.



-Ya que titula este proyecto Poets, díganos, qué es la poesía.

-No sé que es, aunque sí que sé que es imposible atraparla en una definición. Sólo podemos merodear a su alrededor. Suele decirse que la poesía es cuando la palabra pasa cerca del acontecimiento. Quizás sea dar volumen a las cenizas de la memoria a través del reverso de las palabras, nunca desde su frontalidad. Podría ser, también, el hueco que queda entre los vocablos evadidos, incluso un mandato sobre el se deposita la historia, o el instante apresado justo antes de entrar en la noche oscura... hasta recordar a Paul Celan cuando escribe: "dice verdad quien dice sombra".