El ombligo del mundo (1990-2009), de Eulàlia Valldosera que se puede ver en ArteSantander en el stand de la Galeria Sicart

Coincidiendo con la feria ArteSantander, que se celebra del 26 al 29 de julio, arranca el lunes el curso Artistas y coleccionistas: una relación decisiva para el arte contemporáneo organizada por el IAC en la Universidad Menéndez Pelayo con el patrocinio de la Fundación Banco Santander. Hablamos con algunos de los participantes en el curso como Isabel Durán, Pilar Serra, Jaime Sordo, Carlos Rosón y Marlon de Azambuja.

Tal vez uno de los coleccionistas más importantes de la historia haya sido Felipe IV, comenta Isabel Durán, presidenta del IAC. Y Velázquez uno de los pintores más relevantes para el futuro del arte. La relación entre ambos iba más allá de lo estrictamente laboral, algo más que ser el pintor de la corte. El artista se encargaba de las colecciones reales y viajaba a Italia a comprar. Es decir, en cierto modo, utiliza al rey para subir el escalafón de la pintura que en aquel momento estaba infravalorada por el prestigio de la escultura. Al igual que la relación de Marcel Duchamp con la familia Arensberg. Se advierte en la historia del arte que la relación entre artistas y coleccionistas no solo son meramente comerciales y monetarias sino que suben un escalón más. O dos. Aunque también hay otro tipo de artista que pone a disposición de todos su alma, incluso su corazón.



Es el caso del brasileño Leonilson, uno de los artistas más influyentes en los años 80 en Brasil y uno de los primeros en morir de Sida. Su arte, siempre en primera persona y muy pasional, marcó a una generación. En una entrevista dijo, sobre una obra en venta, que ese era su corazón. El periodista preguntó por qué pondría al servicio del público su corazón. Calló y la conversación continuó. Al finalizar la exposición, en la que se había vendido todo, quiso recuperar su órgano vital. Canceló la venta y cuando la tuvo de vuelta la envolvió y se la envió por correo al periodista. Regalaba así su motor y la gasolina quedaba en manos del profesional.



Se trata, por tanto de los valores de cada artista, de cada coleccionista, de cada galerista. Las relaciones que unen a todos ellos difieren según la personalidad de cada uno. Pero siempre hay un hilo conductor, un eje, un sentido humano que va más allá de la mera compra-venta de mercancía artística. Y es esto, exactamente, lo que propone el curso de verano organizado por el IAC en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander con la colaboración de la Fundación Banco Santander con el título Artistas y coleccionistas: una relación decisiva para el arte contemporáneo, diseñado para superar la idea del coleccionista como mecenas. "Está planteado en un discurso contemporáneo con el estudio sobre el terreno en forma de diálogos", explica Isabel Durán, organizadora del curso. "No es muy frecuente escuchar a ambas partes al mismo tiempo y lo hemos planteado para que esa relación se muestre de manera directa, espontánea y natural", amplía la galerista Pilar Serra.



Coincidiendo con la feria ArteSantander que se celebra del 26 al 29 de julio, la institución lleva planteando estos cursos ideados de manera temática con el coleccionista como eje central. "El arte contemporáneo está bastante extraño y oculto, no hay ni crítica ni opinión, por eso es importante mover la batidora", dice el coleccionista y presidente de la Asociación de Coleccionistas Privados de Arte Contemporáneo 9915, Jaime Sordo. "La relación de Marcel Duchamp con la familia Arensberg puede que fuera el embrión de lo que vivimos ahora, desarrollaron una relación diferente que acaba siendo como un matrimonio", apunta Durán.



Algo así se considera el binomio del artista Marlon de Azambuja con Juan Antonio Trujillo. Cuenta Azambuja cómo el coleccionista buscaba alguien para cuidar de su almacén y, en un principio, el objetivo era trabajar con las obras de la colección sin hacerla pública, simplemente invitando a amigos. Tras una primera muestra, que resultó ser exitosa, Azambuja armó su primera exposición colectiva con piezas de artistas de diferentes generaciones. Así, entre el público de uno y otro, en el espacio de Trujillo "se pueden congregar tanto Helga de Alvear como un estudiante de bellas artes". De esto van a dialogar ambos en la última charla de Artistas y coleccionistas. "No soy asesor ni tengo ninguna función más allá de compartir opiniones. Es una colección hecha de manera intuitiva y mi relación es más con el espacio", dicta el artista. Pero es cierto que allí se desarrollan muestras "donde se mezclan obras de la colección con artistas invitados. Ahí está mi papel, recibir una obra y cuidar la programación siempre de acuerdo con Trujillo", anota.



Otro encuentro entre los dos protoganistas es el que propician desde la Fundación RAC (Rosón Arte Contemporáneo). "Invitamos a un artista a una residencia donde tenemos una relación muy directa con ellos", dice el coleccionista Carlos Rosón. Destaca, además, que "es enriquecedor poder convivir con un artista, ver cómo produce y entender qué le interesa". En este caso el contacto con el galerista es más latente, "un intermediario puntual", describe Rosón, aunque "tiene un papel importante". Buscan una comunicación más directa, contactando con el artista para que se desenvuelva en su residencia (en Galicia), su obra dialogue con el entorno y forme parte de la colección de manera específica. Aunque, el galerista, saben, es el engranaje.



"Durante los años 2000-2001 nos dimos cuenta que el coleccionista, en la escala de valor, no existía y consideramos que el coleccionismo tenía que tener una voz en el mercado y como de manera individual no se consigue nada entendimos que bajo la forma de asociación podíamos tener más fuerza", explica Jaime Sordo, socio y fundador de 9915. "Desde el punto de vista de mercado la escala de valor la inicia el artista, intermedia el galerista que pone la obra en condiciones económicas y a disposición de quien quiere comprar", explica Sordo. Y así lo destaca Pilar Serra, que considera al galerista el personaje "que debe facilitar el encuentro, cuidar la carrera, el desarrollo, las exposiciones y las apariciones en ferias" de sus artistas y acercarlos a los compradores y dinamizadores del mercado.



Aunque todos coinciden en que la situación en nuestro país es frágil y débil con un peculiar dato: no hay nuevas generaciones de coleccionistas. Pero, por otro lado, tanto unos como otros, creen que los poseedores de esas piezas han entendido que a través de ellas se construye el patrimonio del futuro y cada vez son más los que las exponen al servicio público. Es el caso de Helga de Alvear, Pilar Citoler o incluso los dos coleccionistas que hablan aquí, Carlos Rosón, que expone actualmente en Centro Centro de Madrid, y Jaime Sordo, que hace lo propio con Los Bragales en LABoral de Gijón.



"Coleccionar a veces se queda corto, las colecciones privadas no pueden ser privativas de quien las posee, nuestra obligación es ponerlas a disposición de la gente", apunta Rosón. Mientras que su colega y socio, Sordo, advierte que "el coleccionista tiene un título de propiedad pero no es poseedor de nada, tiene la obligación moral de mostrarla". Aunque la situación sea débil y no haya grandes fortunas apunta Pilar Serra que "no siempre los coleccionistas tienen que ser millonarios, es una idea un poco falsa. Se puede coleccionar a emergentes, obras de pequeño formato, obras sobre papel".



Lo más importante, de todos modos, parece pasar por la concienciación de que el arte no es para vanagloriarse de él sino que "hay que desarrollar la idea de que el arte puede fomentar tu vida, tu universo. Que la pintura te mueva, algo que vaya en dirección al amor verdadero", concluye el artista Marlon de Azambuja.



@scamarzana