Pierre Rosenberg. Foto: Máximo García.
Hace ahora un año, José María Lassalle, Secretario de Estado de Cultura, confirmó lo que todo el mundo sospechaba: Hacienda había tirado por tierra definitivamente la creación de una Ley de Mecenazgo. Supuestamente iba a ser "amplia y ambiciosa", pero al final no fue. Todo quedó en una ligera subida de los incentivos fiscales para los mecenas particulares del 25% al 30%. Para las empresas se dejó como estaba, en el 35%. Además se añadió un 5% adicional para donaciones recurrentes.En medio del clima de decepción del mundo de la cultura, la Fundación Arte y Mecenazgo continúa estudiando y promoviendo el debate, como ha hecho en los últimos años, en torno a posibles vías para fortalecer la figura del mecenas, y más concretamente la del coleccionista privado. "Defendemos el coleccionismo como la fórmula más antigua y eficaz de mecenazgo", declara Eva Lasunción, abogada especializada en el mercado del arte que ha colaborado en todos los informes y negociaciones que ha mantenido con las administraciones esta organización auspiciada por la Fundación "la Caixa". También considera injusto que la ley española limite el concepto de mecenazgo a aquel que beneficia a entidades públicas u organizaciones privadas sin ánimo de lucro. "Esto hace que los incentivos estén destinados sobre todo al coleccionismo institucional, lo cual desnaturaliza la función primigenia del mecenas, que era promover la creación de obras de arte a través de una relación directa con los artistas", insiste.
Personalidades muy importantes del panorama artístico internacional han pasado por el ciclo de conferencias Círculo Arte y Mecenazgo de la fundación homónima para hablar de estos temas. El último invitado ha sido el presidente-director emérito del Museo del Louvre, Pierre Rosenberg, que trabajó en la pinacoteca francesa durante 40 años y la dirigió de 1994 a 2001, y además es miembro de un sinfín de academias y órdenes del mérito de distintos países. Su conferencia del miércoles en Caixa Forum Madrid se centró en la relación entre los mecenas y el sector público en Francia (el modelo que supuestamente iba a copiar el gobierno español). En concreto, explicó los incentivos fiscales que han enriquecido considerablemente las colecciones públicas francesas en los últimos años. También habló de la fiscalidad del mecenazgo en Italia y Reino Unido. Tres modelos hacia los que, en opinión de Mercedes Basso, directora general de la fundación, debería mirar España.
"Hasta la década de los 70, Francia no se preocupó en absoluto por la protección de su patrimonio artístico", reconoce Rosenberg a El Cultural. Desde 1972, la Ley Giscard d'Estaing abrió la posibilidad de pagar los impuestos de sucesión con la dación de obras de arte. "Esto ha permitido la entrada en el Louvre de muchos artistas, y el Museo Picasso se creó con las daciones de obras de los herederos", explica el historiador del arte. "Pero esta ley no era suficiente, así que se produjo una nueva revisión para que las empresas (no las personas físicas) pudieran deducirse en impuestos un 90% del coste de una obra considerada Tesoro Nacional (el equivalente francés al Bien de Interés Cultural) si la donaba a una colección pública". Aun así, reconoce, es difícil encontrar empresas dispuestas a participar en este programa de mecenazgo. Por eso cuando dirigía el Louvre formó un equipo de 40 personas dedicadas expresamente a captar mecenas. Una de las empresas que más ha contribuido a las colecciones públicas acogiéndose a esta fórmula es la aseguradora AXA, comprando y donando al Estado francés obras por valor de entre 10 y 20 millones de euros.
La última actualización de la normativa, en 2004, amplió el concepto de Tesoro Nacional a "todas aquellas obras que sean fundamentales para el conocimiento de la historia del arte en las colecciones públicas francesas, sean o no de autores franceses y se encuentren dentro o fuera de Francia", explica el director emérito del Louvre, y pone como ejemplo el caso de un raro biombo japonés del que solo quedaban tres ejemplares en el mundo y que interesaba mucho al Museo Gimet de artes asiáticas de París. Además, una obra calificada como Tesoro Nacional no puede ser exportada, por lo que su precio en el mercado privado disminuye considerablemente. No obstante, catalogar una obra como Tesoro Nacional es un proceso complejo, ya que debe ser aprobado por una comisión mixta de funcionarios y profesionales del sector privado, lo cual evita que se conceda esta valoración a la ligera.
"Lamentablemente, la normativa española se encuentra todavía en la situación en la que estaba Francia antes de la Ley Giscard -explica Lasunción-, ya que, si bien existe la figura de la dación en pago de impuestos, pocos expedientes han culminado con éxito porque la Administración prefiere, con carácter general, cobrar los impuestos en líquido, sobre todo desde el inicio de la crisis. El Patrimonio histórico se protege básicamente mediante las restricciones a la exportación que, por otro lado, perjudican enormemente al mercado, que se ha desplazado al otras jurisdicciones en las que no existen este tipo de limitaciones o se aplican solamente en casos verdaderamente excepcionales".
"En la última década los precios se han disparado, por eso para que las colecciones públicas puedan enriquecerse es fundamental la existencia de unas leyes que propicien que las empresas se impliquen en la compra de estas obras. De otro modo, los museos no podrían competir en el mercado", apunta Rosenberg. Al mismo tiempo, lamenta que estas leyes no se hayan creado en el contexto de la Unión Europea. "Como hay libre comercio entre los países miembros, las obras se mueven libremente y acaban saliendo de Europa. Debería existir una política cultural europea de protección del patrimonio". Por eso Italia, explica, abandonó el mercado común en materia de patrimonio para protegerlo mejor.
Enseñando a amar el arte
Según Rosenberg, el factor más importante en la protección del patrimonio artístico, mucho más que los incentivos fiscales, es la educación. "La clave para amar el arte es estudiar su historia. En Francia no se enseña en las escuelas, así que los interesados deben estudiarla por su cuenta o en la universidad", asegura el experto. Por eso es uno de los impulsores del Festival de Historia del Arte de Fontainebleau, que celebrará en 2016 su sexta edición, con un programa gratuito de 300 conferencias y otras actividades tanto para profesionales como para un público amplio, que congregó en su última edición a cerca de 30.000 personas. En la próxima, que se celebrará del 3 al 5 de junio, España será el país invitado, por lo que Rosenberg aprovechará su visita a Madrid para establecer contactos con los profesionales del sector que participarán en ella.@FDQuijano