Ferran Barenblit. Foto: Antonio Moreno
Ferran Barenblit ha estrenado hace unos días su despacho en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). El nuevo director del centro fue elegido por concurso a finales de julio, después de que Bartomeu Marí dimitiera tras cancelar y luego autorizar una exposición en la que una de las esculturas representaba a un perro que sodomizaba a la activista indígena Domitila Barrios, que a su vez montaba al Rey Juan Carlos I. Barenblit, argentino de nacimiento y barcelonés adoptivo, dirigió el Centro de Arte Santa Mónica entre 2002 y 2008 hasta que dimitió por discrepancias con la Generalitat y fichó por el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles, en Madrid. Allí ha engordado su currículum con una gestión alabada por el mundo del arte. Su último día en el CA2M fue el 30 de septiembre, cogió el último AVE a Barcelona y el día 1 asumió su nuevo cargo en el MACBA. Pretende ser un director "urbanista más que arquitecto": quiere crear una "trama sólida de calles y plazas donde cada miembro del equipo construya su edificio".El nuevo gestor llega en el 20° aniversario del museo barcelonés, y quiere mirar atrás para "ver qué ha pasado en estos 20 años y hasta qué punto es necesario refrescar la mirada del museo". Sus intereses los conocemos bien por su etapa en Móstoles: la cultura popular contemporánea, la modernidad truncada, el fin de las utopías y el arte performativo. Entre sus directrices, destaca esta: "Un museo no puede ser previsible porque se vuelve aburrido, sobre todo uno con 22.000 metros cuadrados".
Pregunta.- ¿Qué fue lo primero que hizo como director del MACBA?
Respuesta.- Desayunar con todos los compañeros del equipo del museo, que está formado por más de 100 personas, para irnos conociendo, aunque a algunos los conocía desde hace décadas.
P.- Ganó el concurso con un proyecto específico para el museo. ¿Nos puede adelantar sus claves?
R.- Yo no vengo para romper con la línea del museo, sino para transformarla. Quiero que el museo, cumpliendo con su función de servicio público, genere una cultura crítica que tenga en mente a una ciudadanía diversa y autónoma. El museo es un lugar en el que se puede trabajar desde pensamientos no hegemónicos, es un laboratorio de todas las posibilidades. Trabajamos con una materia prima de experimentación y riesgo que permite repensar el concepto de institución, no solo en el arte sino en general. Otro punto importante para mí es la centralidad de la audiencia, no priorizando el número de visitas sino la manera en que nos dirigimos a todas las personas que entran por la puerta. Cómo ser cómplices, emocionalmente cercanos y nutrirnos del público dialogando con él.
P.- En ese diálogo imagino que tendrán mucho peso las actividades educativas.
R.- Absolutamente. Una de las grandes experiencias de Móstoles ha sido no jerarquizar las exposiciones como la forma más alta de expresión de un museo, sino conceder la misma importancia a todas las esferas del museo: las exposiciones, la colección, la investigación, el archivo y la educación.
P.- ¿Cuáles son sus objetivos a corto plazo?
R.- Conocer a fondo la institución -la conozco bien como público- e iniciar un diálogo con el consejo general, del que forman parte las tres administraciones y la Fundación MACBA, y con todos los sectores de la ciudad, que tiene una sociedad civil muy bien articulada.
P.- ¿Con qué presupuesto cuenta el MACBA? ¿Ha sufrido recortes importantes en los últimos años?
R.- Con unos 11 millones de euros. Le han afectado los recortes, pero las administraciones entenderán que el presupuesto tiene que aumentar en el futuro.
P.- En el entorno europeo, ¿en qué museos se mira, con cuáles pretende colaborar?
R.- Lo más obvio es hacerlo con los que forman parte de la misma red de museos, L'internationale, a la que también pertenece el Reina Sofía. Ese ese el entorno más claro, pero tenemos que iniciar diálogos y proyectos comunes con otros museos además de esos.
P.- En el CA2M colaboró a menudo con museos latinoamericanos. ¿Piensa hacer aquí lo mismo?
R.- Por suerte esa línea de colaboración ya existe aquí. En el CA2M colaboramos mucho con el MUAC de México y aquí ya hay proyectos programados con ese museo. En los años de Borja-Villel se miró mucho hacia latinoamérica y en los de Bartomeu Marí, hacia el Mediteráneo. Mi intención es mantener ambas direcciones y pensar de qué manera podemos servir de conexión entre ambos entornos.
P.- ¿Cuándo veremos la primera exposición ideada por usted?
R.- El centro se programa a corto, medio y largo plazo, y eso es muy tranquilizador. Además, pretendo mantener todos los proyectos que ya estaban puestos en marcha. Así que el próximo año podrán verse exposiciones programadas por mí del mismo modo que dentro de algunos años aún se podrán ver exposiciones programadas antes de mi llegada.
P.- Llega en un momento de tensiones políticas que, quiera o no, afectarán al museo o al menos a su trato con los responsables políticos del mismo. ¿Dónde se sitúa usted en este sentido?
R.- No se puede pensar en una institución sin pensar en modelos de gobernabilidad. El museo es un actor político pero no trabaja desde lo obvio ni desde la lectura directa, sino que piensa a distancia y actúa por analogía. Por supuesto que estamos inmersos en una situación política precisa y es estimulante acompañar a la ciudadanía en la reflexión política, no solo es inevitable sino deseable. Pero que nadie espere un posicionamiento inmediato porque un museo no debe posicionarse ideológicamente.
P.- Ya dejó la dirección del Centro de Arte Santa Mónica por culpa de injerencias de la Generalitat. ¿Cree que esto ha cambiado, viene preparado para aceptarlas, para torearlas?
R.- Aquello no fue una cuestión de injerencia, sino un desacuerdo por el modelo institucional. El MACBA es un museo con una experiencia de 20 años y un lugar definido. Las administraciones públicas deben dejar ser al museo independiente en determinadas decisiones, pero en otras cuestiones debe haber un diálogo con las instituciones.
P.- Bartomeu Marí dimitió tras censurar la escultura de la polémica. ¿Cree que en un museo tiene cabida la autocensura?
R.- La autocensura es la peor de las censuras, pero también creo que un director de un museo no puede ser un caudillo con total autonomía. Todas sus decisiones deben ser el resultado de un diálogo y de un sistema en el que cada uno ocupa su lugar. Lo bueno de un museo es que puede actuar con mucha autonomía porque funciona con parámetros del arte, pero yo como director no puedo hacer lo que me dé la gana. Si alguien me pregunta: "¿Eres libre para hacer lo que quieras?", le responderé: "Claro que no, pero tú no quieres que sea libre, tú quieres que esté en un sistema en el que todo tenga su lugar". Yo reclamo el valor del diálogo político, quiero estar sometido a él y lo exijo en los demás.
@FDQuijano