Era uno de los retratistas más importantes de nuestro tiempo y fue una de las caras más reconocibles de la Escuela de Madrid.

El pintor madrileño Álvaro Delgado ha fallecido este domingo en la capital española a los 92 años, según el Tanatorio de la M-30, donde se instaló su capilla ardiente. Considerado uno de los retratistas españoles más notables de los últimos años, era también miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.



Álvaro Delgado nació en la calle Antón Martín en 1922 y pronto demostró un talento innato para la pintura. Durante la Guerra Civil, estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid y fue discípulo del pintor y retratista Daniel Vázquez Díaz que le introdujo en las nuevas corrientes pictóricas, en particular, en el cubismo. Fue rechazado como alumno en la Escuela de San Fernando tras la contienda y para continuar su formación reanudó junto a Benjamín Palencia la Escuela de Vallecas, que abogaba por un reencuentro con el medio rural y por la que también pasaron Gregorio del Olmo, Francisco San José y Carlos Pascual de Lara y Enrique Núñez Castelo.



En 1945 realizó su primera exposición individual en la galería Clan y ese mismo año participa en la mítica Exposición de la Joven Escuela madrileña de la Galería Buchholz, que sería el germen de la Escuela de Madrid, un movimiento artístico renovador que desarrolló sus actividades a lo largo de treinta años y de la que Delgado sería máximo representante.



En 1947 realizó una exposición en el Museo de Arte Moderno y participó en la Exposición de Buenos Aires (Argentina), clausurada por Ramón Gómez de la Serna. Dos años después, trabaja de becario para el Gobierno Francés en París donde se rinde definitivamente a Picasso y se deja influir por Georges Rouault, André Derain y Paul Cézanne.



En los años cincuenta comienza a labrarse una reputación importante tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, exponiendo en Egipto, Venecia, La Habana o Lisboa. En esta década conoce también el occidente asturiano, una zona de la que se quedará prendado, en la que habitará durante largas temporadas y que servirá de inspiración a su obra. Las localidades de Navia y Valdés (de ambas era hijo predilecto) le servirán de campamento base.



Comenzó su serie de retratos en 1969, con las nueve pinturas dedicadas al emperador de Etiopía, Haile Selassie. También retrató a personajes de la política (como Ramón Espinar y José Prat), miembros de la realeza (Juan Carlos I y la Reina Sofía), pontífices (Pablo VI y Juan Pablo II), y escritores (como Rafael Alberti y Torrente Ballester). "Realmente no soy retratista. Soy pintor que puede hacer retratos. Mi impulso es de pintar y mi curiosidad me hace asomar a distintos temas", explicaba en una entrevista a El Cultural.



El pintor, que también era miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, presumía de que "jamás" había hecho ningún trabajo para revistas "para el franquismo". Influido por el Greco, como él mismo reconocía, se consideraba a sí mismo, más que un pintor, "un zascandil curioso". Sobre el estilo de su obra, afirmaba lo siguiente: "El esqueleto de mis cuadros ha sido siempre leal al cubismo estético. Mi impulso de expresionismo y mi disciplina de cubismo son vecinas".



Luis María Ansón le dedicó una Primera Palabra en 2008 en la que escribía que "Delgado ha incorporado los valores del color en la expresión abstracta para, sobre ellos, derramar, en la vanguardia incierta de la pintura, el mundo onírico de los sueños y las veladuras surrealistas". "Alvaro Delgado, la pincelada firme y el trazo incandescente, es un hombre de pensamiento independiente, libre frente a los dictadores de la pintura. Si fuera un rojo desorejado o un homosexual o las dos cosas a la vez, las columnas de los periódicos derramarían hoy la tinta fuerte y el espeso incienso sobre el artista y su obra. No se puede entender cabalmente la pintura española del último medio siglo sin la obra de Álvaro Delgado. Es la paleta de la autenticidad, la pintura de la última vanguardia, el esplendor de la espátula", concluía el Presidente de El Cultural.



Por su parte, el crítico de El Cultural Carlos García-Osuna se refería así a la obra de Delgado al reseñar su exposición Extremos (2000) del Centro Cultural Conde Duque: "En Álvaro Delgado coexisten muchos creadores de fuste. Sin duda, en los comienzos podemos apreciar influencias de Pancho Cossío y, menos de lo que pueda parecer, de Benjamín Palencia. Cuando llega su maduración expresionista le marcan el genial Kokoscha y el grupo Cobra. Y ahora, en la etapa final, hay un retorno a los orígenes, posiblemente a la pintura del XVII, al espiritualismo de Zurbarán en lo temático, con Vanitas que pueblan de calaveras sus pinturas en un ejercicio por reconocer que tempus fugit, aunque la disposición de estas formas también haya que analizarla como una revelación de lo limitado del transcurrir humano y, por la fuerza expresiva utilizada, como la rebelión del hombre ante la finitud cuando todavía queda mucho por decir".



A lo largo de su carrera, Delgado había obtenido reconocimientos como la Medalla Nacional de Bellas Artes, el Gran Premio de Pintura Bienal de Alejandría, la Medalla al Mérito Artístico del Ayuntamiento de Madrid. En El Cultural colaboró durante años y realizó portadas en las que retrató a escritores como Borges, Silvia Plath, Valente, Nietschze o Buero Vallejo.