Susan Hiller: Resonando, 2014
Para celebrar su vigésimo quinto aniversario, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo dedica una de las sesiones expositivas que han caracterizado su andadura a conjugar la historia fundacional de la Cartuja y sus hitos del pasado con su actual dedicación al arte contemporáneo. Una muy atractiva manera de conciliar mundos separados por varios siglos de distancia e incluso un modo elegante de no perder su carácter innovador e investigador y, a la vez, de agradar a una población fiel a sus tradiciones seculares.Si El presente en el pasado reúne obras de su colección junto a restos arqueológicos, cerámicas, una sillería y otras piezas que rememoran acontecimientos y las distintas ocupaciones del recinto, El gran silencio se constituye como centro de reflexión de la sesión expositiva y de análisis de propuestas actuales y contemporáneas y de su posible vinculación a fenómenos nacidos en un remoto pasado. La exposición, comisariada por su director Juan Antonio Álvarez Reyes, ocupa las salas modernas del claustrón.
Su idea inicial es aparentemente simple, ligar algunos de los conceptos asociados a la vida de los monjes cartujos con otros nacidos en las prácticas artísticas contemporáneas. Así se tienen en cuenta el silencio, el aislamiento, la contemplación y la muerte que hallan sus correspondencias en el vacío buscado de algunos artistas de los años 60, en el apartamiento social o la persecución política, en la contemplación no estática y en la denuncia de la violencia. Del mismo modo, para que no olvidemos la esencia del lugar, han vuelto a él obras de Velázquez, Zurbarán, Alonso Cano y Valdés Leal que colgaron de sus muros, así como varias impresionantes tallas de Martínez Montañés.
Antes de entrar, en el Patio de Pérgolas, escuchamos la primera pieza; una obra sonora de Susan Philipsz, evocando la estancia de Chopin y George Sand en la Cartuja de Valldemosa, un suave y dulce canto inspirado en el preludio de una pieza de Chopin compuesta en Mallorca, en una carta de George Sand y en la canción More Than This de Brian Ferry.
Ya en las salas, el discurso se abre con la emblemática 4' 33" de John Cage, el sonido en el vacío musical, con un vídeo de la interpretación de David Tudor de 1982, treinta años después de su creación, y una de las fotografías de Hiroshi Sugimoto de un teatro-cine sin espectadores y con la pantalla en blanco. El vacío visual, curiosamente por haber fotografiado el paso de toda la película. Le sigue una performance de Tino Seghal basada en obras precedentes de Bruce Nauman y Dan Graham y, después, la película de Philip Gröning de la que la exposición toma su título, rodada en el monasterio de la Grande Chartreuse, fundado en 1084 por San Bruno cerca de los Alpes franceses, y que recoge escenas cotidianas de la vida de los monjes.
Encontramos también obras de Pepe Espaliú y Chto Delat sobre el aislamiento de los enfermos de SIDA en los ochenta o la represión política en la Rusia actual, de Tacita Dean y Susan Hiller, para completarse con un "mueble" de Doris Salcedo y una curiosa y estrafalaria historia sobre los enterramientos de los patronos del monasterio.
Me importa señalar la congruencia y oportunidad de las piezas, la cálida atmósfera poética de muchas de las obras, la claridad de sus vinculaciones y lo amplio de los territorios de sugerencia que abarcan. La muestra va más allá de la mera cita oportunista o de las falsas apropiaciones visibles en otros casos coetáneos y semejantes. Sin duda una de las exposiciones del año.