Irene Grau (Valencia, 1986) es una caminante. Le gusta salir a andar porque es así como encuentra la inspiración para sus proyectos, todos ellos ligados con la naturaleza. Tras la exposición en la Galería Ponce y Robles, Lo que importaba estaba en la línea, no en el extremo, aterriza ahora en ARCO con dos proyectos en dos galerías diferentes, Ponce y Robles y la americana asentada en Birmingham Beta Pictoris. En ambas prevalecen los colores monocromáticos y la naturaleza con sus variaciones. "Me interesan las asignaciones cromáticas en relación a los recorridos, porque mi manera de entender la pintura es en relación con el espacio", dice.
Pregunta.- Vuelve a ARCO. ¿Qué supone estar allí?
Respuesta.- ARCO es un escaparate, una oportunidad de que la gente pueda llegar a tu trabajo. Pero bien es cierto que una feria, para mí al menos, es el peor sitio para conocer realmente a un artista porque la presentación de la obra es bajo el mismo patrón. Y a los artistas se les conoce por su manera de plantear las cosas, algo que resulta difícil de proponer en una feria. Pero, de todos modos, es una oportunidad para que te vea mucha gente.
P.- En las ferias los cubículos son demasiado homogéneos, ¿quizá?
R.- Exacto. No puedes jugar mucho con el suelo ni con la pared y para mí el arte también es cómo se relaciona la pintura con el espacio. En las ferias tratas de presentarlo de la mejor manera posible pero es un modo bastante encorsetado.
P.- ¿Qué presenta en esta edición de la feria?
R.- Presento dos proyectos, uno en Ponce y Robles y otro en Beta Pictoris, una galería norteamericana. El de Ponce y Robles tiene un título que es un símbolo, un triángulo que representa el pico o la montaña en un mapa. Parte de la idea de representación de la montaña en el mapa y planteo una serie de 12 intervenciones o pequeñas acciones en las que deposito doce montículos de pintura cada uno con una altitud diferente y voy generando una escala que crea una doble escala. A la derecha se transcribe lo que mide la montañita de pigmento y a la izquierda la altitud sobre el nivel del mar. Me gusta la idea del triángulo como forma natural que se genera al depositar un pigmento sobre un punto concreto con la idea de representación en el mapa. Luego están los códigos de colores donde la relación altimétrica genera una especie de escala cromática.
P.- Después de fotografiarlo el montón de pigmentos se retira del lugar. ¿Podríamos hablar de arte efímero?
R.- Los retiro porque sino iría en contra de mis propios principios. Se podría decir que es efímera pero con cierta reserva porque realmente la obra es una fotografía y la fotogarfía no es efímera. En caso de que se estropee se puede volver a imprimir pero la intervención sobre el propio paisaje es una cuestión de minutos.
P.- Antes hablaba de los principios del arte pero ¿cuál debería de ser su función?
R.- Yo la única función que veo es la de proponer una mirada nueva hacia el mundo, una manera particular de ver las cosas. Cada uno de nosotros tenemos una visión diferente y hay ciertas tendencias a que todo esté homogeneizado, bajo unos patrones. Y el arte ahí debería aportar unas imágenes nuevas que puedan revolver y hacer ver la misma realidad de otra manera. Es lo único que creo que puede aportar, por lo demás creo que el arte tiene que ser completamente inútil. Inútil en el sentido de que la inutilidad también es básica y necesaria, no todo tiene que ser prgmático y con un código cerrado.
P.- Volviendo a esta nueva edición de ARCO. ¿Qué trato se da a las generaciones de artistas jóvenes en ferias tan consolidadas y de tanta afluencia?
R.- No podría decirlo porque no lo puedo comparar con nada. No sé si es más complicado entrar en ferias siendo joven porque hay una cierta tendencia un poco loca al arte emergente que no acabo de entender muy bien. Esto hace que tengas más posibilidades siendo joven que siendo un artista consolidado algo que es bastante triste y algo que no habla demasiado bien de nosotros.
P.- ¿Cree que se deberían regir más por la calidad del trabajo que por el simple hecho de ser joven?
R.- Sí, por ser bueno. Porque se puede descubrir perfectamente a un artista de 70 años que empieza a trabajar, por lo que sea, más tarde y tiene un trabajo excelente.
P.- En ese caso sería un artista emergente porque acaba de empezar con esto del arte, ¿no?
R.- Exacto. Es el punto de partida lo que cuenta. Ian Walder, por ejemplo, es un chico super joven que cuando tenga 30 o 35, ¿será un artista emergente? Pues seguramente no porque lleva mucho tiempo trabajando en esto. Ponerle fecha y establecer que a partir de los 35 tienes que buscarte la vida porque no hay apoyo a artistas jóvenes porque ya has tenido que llegar a algún sitio, es tremendo.
P.- ¿Hay una mala definición de etiquetas, entonces?
R.- Es absurdo etiquetar.
@scamarzana
Proyecto de Irene Grau en la galería Ponce y Robles
P.- Y, ¿de dónde le viene el gusto por los colores? R.- Siempre trabajo en relación al color y, especialmente, el monocromático. Si te fijas, la señalética del recorrido es una extensión de esa idea monocromática porque ese uso funcional que se hace del color para las líneas de metro, parkings, carreteras etc. tienen un código. Es monocromático porque realmente necesita serlo, es una función o comunicación que debe cumplir. P.- En Beta Pictorics Gallery presenta un trabajo que se llama Yellowstone. ¿Qué propone? R.- Propongo una especie de visita compuesta de muchos mapas para que la gente los coja y pueda llegar hasta la piedra. Se trata de una pieza muy reciente y tiene que ver con una línea de trabajo por donde seguir. Está relacionado con el trabajo presentado en PhotoEspaña, que parte de la señalética que ya existe, no de un proyecto artístico sino de un código que se inserta en el paisaje como algo necesario para seguir esos caminos. Hago una intervencón en uno de estos caminos que ya está señalizado. Me gusta esa relación de la señalética con la pintura monocroma. Es una invitación al paseo, porque el caminar es parte del proceso pictórico, entra dentro de lo que es pintar. Para mí andar y pintar es casi lo mismo, se identifica mucho. P.- ¿De qué manera? R.- Soy muy caminante y los proyectos se me ocurrían caminando, se activa otra manera de pensar, haces otro tipo de conexiones que, estoy segura, no podría hacer sentada en una silla. Simplemente decidí integrar esa pre-fase del proceso de los proyectos, incluirlos para que formen parte del trabajo. P.- Y, ¿cuál es la línea en la que trabaja? R.- Es la representación de la línea, ya sea en mapa o in situ con las señales. Es una piedra de dos metros pintada la mitad de amarillo en relación al sistema de los PR (mitad amarilla, mitad blanca), pero omito el blanco porque es el denominador común y el amarillo es lo que identifica el tipo de recorrido. Y, finalmente, es un poco absurdo porque es una piedra amarilla pero parte de la idea del desprendimiento porque la piedra no deja de ser una roca grande que se ha desprendido de su lugar. Esa desubicación tiene que ver con la idea de visitar Yellowstone en un lugar que no es el suyo. P.- Esa idea de naturaleza y caminar recuerda un poco a Richard Long. ¿Le tiene como referente? R.- Sí, Richard Long es impepinable. En mi caso me interesa mucho el trabajo de Long, Hamish, Fulton y otros caminantes. Pero mi trabajo no es solo el caminar sino que el caminar se integre en el proceso pictórico. Trabajo más con objetos o con intervenciones artificiosas, llevo elementos ajenos al paisaje, como paneles o bastidores y que de alguna manera es una intrusión, algo que nunca haría Richard Long. Pero es un referente.Yellowstone, una pieza reciente expone en Beta Pictoris