Bodegón con gavilán, aves, porcelana y conchas, 1611

El Museo del Prado acoge El arte de Clara Peeters, un conjunto de 15 bodegones en los que la pintora flamenca muestra la alta alcurnia de la Edad Moderna. Se trata de la primera exposición de la obra de una mujer que acoge la pinacoteca y la primera que se le dedica a Peeters a nivel mundial.

Podría decirse que es una mujer enigmática por los escasos detalles de su vida que se pueden encontrar. No se conoce con certeza cuándo nació, donde vivió, ni con quién compartió su vida. Por sus pinturas se presupone que fue Amberes la ciudad en la que habitó y desde donde pudo viajar a Holanda en diferentes ocasiones. Su obra tampoco fue demasiado cuantiosa, tan solo se conocen unos 40 cuadros repartidos en diferentes museos y colecciones privadas. Pero ella fue la pionera del bodegón, un género menor en su época, siendo la primera en retratar quesos y pescados frescos que muestran las mesas de la alta alcurnia de la Edad Moderna. El arte de Clara Peeters, muestra que acoge el Museo del Prado con 15 obras de la pintora, intenta hilar a través de sus lienzos la trayectoria de una de las primeras pintoras profesionales de Europa. Además, se trata de la primera exposición que la pinacoteca dedica a una mujer y la primera muestra de la artista a nivel mundial.



No tuvo que ser fácil para Peeters destacar en un mundo casi exclusivamente masculino y que limitaba a la mujer. De hecho, mientras sus coetáneos Jan Brueghel el Viejo, Rubens y Van Dyck tenían acceso a modelos desnudos para el aprendizaje anatómico, las mujeres lo tenían mucho más limitado. La ley y la costumbre de la época junto a la dificultad de integración profesional redujeron sus pinturas a bodegones pero ella, en un intento de autoafirmación, se lanzó a la pintura de manera profesional. "Peeters forma parte de la primera generación de pintores que no se ciñe a la pintura idealista sino que pinta lo que les rodea de manera realista", explica Alejandro Vergara, comisario de la muestra que desde Amberes viaja al Prado.



Vista de la exposición El arte de Clara Peeters

El primer cuadro está fechado en 1607 y, por tanto, "muestra a una pintora aprendiz de unos 17 años", opina Vergara. En cambio, el último data de 1621 y por las características de la mesa que representa bien podría pensarse que trabajaba para un público "elevado y de alta alcurnia". De hecho, dos de sus obras estaban en manos de Felipe IV y otras dos en la colección del Duque de Leganés. Pero más allá de la gastronomía que muestra en sus pinturas el trasfondo se vuelve mucho más amplio. Y es que, Alejandro Vergara ha dedicado un año a estudiar su obra y a través de ella, opina, se pueden conocer las costumbres, los gustos y la cotidianeidad de la Edad Moderna.



A través del pescado fresco, los quesos, las vasijas, el vidrio soplado, los platos de porcelana china y las jarras alemanas (que eran realizadas a mayor temperatura y por tanto más caras de adquirir), Peeters está retratando una vida de las altas esferas de su época. "Los peces que aparecen en uno de sus bodegones son de agua dulce porque el azul se guardaba en salazón", dice Vergara. Y tener pescado fresco en casa imprime un aire de aristocracia. O la sal, pinta saleros en una época en la que este ingrediente era caro y escaso. De hecho, en las cenas importantes este objeto se colocaba siempre cerca de la persona que convocaba la reunión. Ni qué decir de los cuchillos, que también aparecen en sus obras con la inscripción de su apellido en ellos, eran utensilios que no proporcionaba el anfitrión sino que cada uno llevaba su juego. Y ese cuchillo aportaba información de quién era la persona en cuestión. Por tanto, ¿era Peeters de la aristocracia?



Bodegón con pescado, vela, alcachofas, cangrejos y gambas, 1611

También fue una de las primeras en retratar escenas de caza en sus obras. Respecto a esto Vergara recuerda que "en 1612 y 1616 la aristocracia vive una crisis porque en Amberes se empiezan a copiar las maneras de las altas esferas y se promulgaron leyes de derechos aristocráticos". Sus maneras, ideales y objetos dejan de ser tan exclusivos por lo que la ley reza que tan solo se podía cazar pluma con pluma, pelo con pelo, estableciendo así que tan solo ellos podían acceder ella.



En sus pinturas delicadas y mimadas "repletas de correcciones milimétricas", retrata conchas de territorios exóticos y alcachofas que en su momento eran un alimento exótico. Dejarían de serlo para 1604 cuando Caravaggio protagonizó uno de sus altercados, cuando Archimboldo las representó en uno de sus curiosos retratos y Brueghel el Viejo en una de sus escenas. Más allá de la simbología de sus imágenes, Peeters combinaba los colores, vinculaba aspectos culturales de la Edad Moderna y sus bodegones destacaron también por la maestría con la que se retrataba a sí misma en ellos. "Fue una mujer con ganas de mostrarse y cuando vemos sus cuadros la buscamos", anota el comisario. Lo hizo hasta en ocho de sus bodegones y seis de ellos se pueden ver ahora en el Prado. En una vasija se retrata a sí misma hasta siete veces en un tamaño minúsculo con la paleta de colores en la mano. Un detalle que muestra, además, su maestría con el pincel.



Detalle de un bodegón en el que Clara Peeters se retrata hasta siete veces en 1612

¿Procedía Peeters de una familia profesional de la pintura? O, ¿pertenecía a la aristocracia? Algunas de las maderas que utilizó para sus pinturas conservan la inscripción maderera de Amberes, dato que puede significar que la artista vivió allí. Y sus obras sugieren, según los expertos del Prado, que trabajaba con la ayuda de un taller. Pero tan solo es eso, conjeturas de una vida aún por descifrar.



@scamarzana