Juan Garaizabal frente a dos de sus obras en la galería Álvaro Alcázar

El escultor expone en Lo que no sé hacer los bocetos y esculturas de sus últimos proyectos internacionales

"Soy un hombre que trata de hacer lo que todavía no sabe hacer", dijo Eduardo Chillida. Con esa frase en mente Juan Garaizabal (Madrid, 1971) parafrasea al escultor vasco y titula su nueva exposición Lo que no sé hacer. En la galería madrileña Álvaro Alcázar el artista, a mitad de camino entre la escultura monumental y la arquitectura, vuelve a retar sus propios límites al decir que lo que sabe hacer "ya no tiene interés porque ya está hecho". En esta ocasión, las piezas que expone son "ensayos, pruebas, maquetas y esculturas para los proyectos que están en marcha".



Garaizabal siempre trabaja con sus propias manos forjando el hierro en su taller porque eso le permite "convertir las piezas en esculturas y no en instalaciones o renders". Su deber, cree, es "estar doblando el hierro porque es donde te das cuenta de detalles que te sorprenden y que serían imposibles desde una mesa de diseño". Dice que la escultura en general tiene un problema original que es el apoyo y le aburre "todo lo que viene desde un punto de vista previsible". Para él, a la hora de realizar una escultura exterior hay que fijarse en el apoyo y lo que el enclave puede sugerir, probar y experimentar. "Siempre que trabajo fuera lo hago con el acero inoxidable que hago en mi taller, el ladrillo o el hormigón, que tiene una manera de esculpir que guarda un gran momento cuando se abre el molde y se ven sus poros", señala. En cambio, para interior puede utilizar la madera o el hierro.



Pero si hay algo que caracteriza su obra es que él es el dueño absoluto de todo el proceso. Desde que empieza hasta que acaba porque "puedes encargar que alguien tiña y cepille algo pero no que dibuje por ti", señala. Y es que "en la escultura no hay atajos, tiene sus tiempos y pasos obligatorios. Hay cosas que no se pueden hacer más deprisa pero a veces los moldes consiguen algunos saltos", opina. Además, no le interesa usar material noble caro porque cree que le coartaría la libertad de darle golpes. Por eso, "como estamos en una época en la que se tira todo y hay materiales nobles en muchos rincones", utiliza lo que se encuentra.



Vista de la exposición Lo que no sé

Las pequeñas muestras que Garaizabal expone en Madrid, como hemos apuntado antes, son una especie de maquetas para sus proyectos internacionales. Tras su ambicioso trabajo de recuperar la iglesia Bohemia de Berlín, está enfrascado en un proyecto dual entre La Habana y Miami. "Una estructura de la talla de seis plantas reproduce un balcón de la Plaza de Armas de La Habana y mira desde Miami a Cuba". Y al revés, desde La Habana reproduce el hotel Webster que "desde el malecón se dirige hacia Miami".



"El balcón tiene todas las líneas de las formas de la Plaza de las Armas y transmite algunas de las características de su gente", anota el artista. "Pasear por La Habana es ver a la gente asomada en camiseta hablando de balcón a balcón en una especie de red de internet personal". Como un tiempo sostenido y un urbanismo importado desde aquí, la estructura de Miami está situada en el museo Pérez, "el museo insignia de la ciudad". Lo que han intentando hacer allí es una zona con un eje parecido al Museo del Prado donde se conglomeran los museos de la ciudad. "Allí hay un parque con una sensibilidad estética muy sorprendente", anota.



A orillas del malecón de La Habana, en contraposición al balcón situado en Miami, recuperará el antiguo hotel Webster. De esta zona de la ciudad cubana le interesa "recuperar las fachadas y trabajar con sus fragmentos". Y es que, además, se trata de "una unidad cultural en la que los cambios van hacia delante y hacia atrás y tiene esa sensación que podía existir en la Alemania del Este. Es un sitio con una profundidad cultural que fascina a todos", concluye.



Pero este doble proyecto no es lo único que tiene entre manos el escultor. París, Londres, Madrid... son ciudades para los que tiene pensados diversos proyectos, todos ellos tan ambiciosos como los demás. En París se trata de "la recuperación del Palais des Tulleries, un lugar que estaba cerca del Louvre" y de la que hay un pequeño esbozo en Lo que no sé hacer, un trozo de suelo en el que utiliza luz led de color morada. A este le seguiría el complejo proyecto de recuperar el Nonesuch House de Londres, que es "el antiguo puente de Londres que tiene la complicación de estar flotando en mitad del Támesis". Y, por último, vendría el Mercado de Olavide que se llevará a cabo si "algún día se juntan las fuerzas necesarias".



@scamarzana