Detalle de Sin título, 2012

Los dibujos de referencias políticas y sociales de la artista se muestran por primera en España en el Museo Reina Sofía

El dibujo vertebra la trayectoria de Anne-Marie Schneider (Chauny, Francia, 1962) pero también ha cultivado la pintura y el cine. A través de unos dibujos minimalistas tan evocadores como inquietantes, que tienen la inmediatez del cómic, plantean diversas variaciones ante los ojos del espectador. El Museo Reina Sofía recopila 250 de sus obras, que abarcan desde 1988 hasta 2016, para dedicarle la primera exposición realizada en España. Sus dibujos, pinturas y películas permiten apreciar la evolución de la artista desde sus primeros dibujos, marcados por la sobriedad lineal anti-pictórica, hasta la introducción de la mancha de color a finales de los años 90 y la posterior alternancia del blanco y negro con el color y el uso de otras técnicas.



Un recorrido que se introduce en su universo complejo donde están presentes la visión personal e íntima, cercana a la emoción y la capacidad de inspirar lecturas que combinan la fantasía y las situaciones más cotidianas de la vida. Las referencias a acontecimientos políticos y sociales de nuestro tiempo, tratadas con sátira y de manera crítica, son también una constante en la práctica de Schneider. Para expresar ese mundo de contrastes, la artista se sirve de las situaciones comunes, los objetos banales y las imágenes sin filtros. Una atracción que se observa en sus composiciones más líricas, pero también en los esbozos y en los dibujos que nacen del gesto automático de la artista al observar su entorno y revertirlo con su mirada. Recurre para ello al humor negro, al absurdo y al impacto turbador como constantes vitales de su trabajo.



En el imaginario de la artista la línea es el enunciado elemental con el que construye un relato autobiográfico que está siempre presente en su obra. Su trazo sencillo remite a una escritura gestual, similar a las anotaciones espontáneas e íntimas de un diario. Consigue de ese modo estructurar un enigmático repertorio de personajes, figuras, animales y objetos que se desarman y rearman en fragmentos, para acabar proyectándose en situaciones cotidianas y cobrando vida propia en el paisaje de sus dibujos y pinturas. Con las series, articuladas como pequeños conjuntos de referencias complementarias, Schneider se apoya en las técnicas tradicionales del dibujo (carboncillo, tinta sobre papel, acuarela, pinturas y gouaches) para desplegar progresivamente una iconografía habitada por los sueños, las angustias y sus propias obsesiones. Como ella misma afirma: "Trabajo con la conciencia y la inconsciencia al mismo tiempo mientras creo".



Vista de la exposición

Anne Marie-Schneider, violinista de formación, conjuga la libertad y el método, el vuelo de las imágenes y la disciplina propia del rigor artístico. Y ese mestizaje lo traslada al trazo aparentemente frágil pero estudiado, tomando como referencia la imagen de su memoria visual y dejándola expresarse sin cortapisas. Jean-François Chevrier, uno de los más destacados conocedores de su obra, añade: "Responde asimismo, a una actualidad política (geopolítica) que resuena directamente con su propia experiencia". En el trabajo de Schneider se aprecia también una presencia recurrente al cuento y a la fabulación. La artista se apropia de cuentos, fábulas, imágenes y símbolos para convertirlos en herramientas de trabajo. Como apunta Chevrier: "Schneider ama las parábolas, en especial los cuentos y las leyendas, porque le dan los motivos con los que puede improvisar, a la vez que crea un espacio para la imaginación y para desafiar las convenciones".



Sin perder esas señas de identidad, en la década de los años 90 y en los primeros años del siglo XXI, la artista extendió su obra a la realización cinematográfica. Desde su cámara Súper 8 muestra cómo las animaciones dibujadas son capaces de entretejerse con imágenes reales, conservando lo mejor de cada una de esas dimensiones y creando a la vez un espacio multidimensional. En la actualidad continúa experimentando con grandes manchas de color que ocupan por completo el lienzo sin renunciar al dibujo.



Un breve recorrido por la muestra

La exposición invita a dejarse atrapar por una "montaña" de imágenes que reflejan el flujo de la vida, las experiencias más mundanas, los caprichos aparentes del azar, las referencias a la literatura, y la particular lectura que hace de todo ello Schneider. Como reconoce la artista: "Exploro algunas inquietudes e ideas relacionadas con la condición de la mujer, la soledad, la sexualidad, la política". También están presentes la violencia, las obsesiones por la maternidad, la visión de la familia y la muerte, representadas en las distintas etapas de su actividad creativa con objetos cotidianos, como una plancha o distintos elementos del cuerpo humano. Un hombre afeitándose, dibujo de 1994 o Figura abrazando un reloj de 2009 son otras composiciones que dan testimonio de la representación personal y del mundo sobre la que construye sus obras.



Detalle de La bella y la bestia. Metamorfosis de la bestia en humano, 2009

La muestra refleja cómo desde 1989 el trabajo de Schneider se ha diversificado y transita, de manera alternativa, del dibujo a la imagen pintada. Se recogen sus primeras aproximaciones al color de mediados de los años 90, cuando la artista lo concebía como "relleno" de la línea, buscando enfatizar la "gestualidad" del trazo. Esa particular utilización del color (azul, monocromático), alentada por sus referentes artísticos (como Philip Guston, artista destacado de la denominada Escuela Expresionista de Nueva York en la década de los 50,) e imaginar el cuadro como una hoja donde "escribir" el dibujo, son unas de las claves más reconocibles de la biografía artística de Schneider.



La muestra ofrece también las cuatro películas que ha realizado Schneider hasta la fecha. En ellas interpreta el montaje como el medio para imitar los movimientos de los seres y las cosas que configuran la realidad. Sus montajes son como un collage, de metrajes muy cortos, donde se visualizan las desuniones entre dibujos, tomas de vistas, sonidos y música. En ellos utiliza dibujos -filmados imagen por imagen- como un medio de volcar los hechos en el imaginario que propone. De ese modo, convierte la pantalla de proyección en un soporte similar a una hoja en blanco sobre la que escribir.