La indefinición que se cierne sobre muchas de las prácticas artísticas contemporáneas encuentra uno de sus mejores ejemplos en el medio escultórico. Hoy por hoy, pocos podrían ponerse de acuerdo acerca de qué significa hacer escultura. Desde finales del siglo XX, ha llegado a abarcar casi cualquier cosa, desde enormes montajes a espacios públicos monumentales, jugando con la idea de instalación y la de display, en esa famosa tentativa de Rosalind Krauss de enmarcarla en un "campo expandido". Sin embargo, lejos de haber caído en el olvido, son muchos los artistas que hoy siguen investigando la escultura. En El Cultural hemos destacado ocho nombres de la nueva generación. Son Diego Delas, Teresa Solar Abboud, Carlos Fernández-Pello, June Crespo, Christian García Bello, Leonor Serrano Rivas, Fran Meana y Eva Fàbregas. Ninguno ha cumplido todavía los 35 años pero son buenos representantes de la nueva deriva de la escultura hoy.



Diego Delas. Pensar con las tripas

Para Diego Delas (Aranda del Duero, 1986) la forma de su escultura es como la de una conversación, "un terreno de juego al que entramos sabiendo algo pero no todo, en un espacio que demanda cercanía, distancia corta, voz baja", dice. Su campo de operaciones es el de la intuición y seguramente por eso su trabajo tenga tanto que ver con la superstición, la magia y el truco. El artista tira de arquetipos y simbologías para replantear su sentido y analizar cómo se construyen los saberes, especialmente los dirigidos, y la memoria subjetiva. Todo lo pone a prueba: sillas con textiles, palos con cuerdas, suelo con pared, altares con anti monumentos.



Lo vimos el año pasado en la exposición En la distracción, en la galería F2 de Madrid, y poco antes en Hacer y recordar en el espacio Alegría. Instalado en Londres desde que se graduó en la Royal College of Art, trabaja ahora en su doctorado en Oxford mientras se acumulan los pasos futuros. Tras exponer junto a June Crespo en el nuevo espacio Fluent en Santander, prepara ya su instalación para Generaciones 2017 en La Casa Encendida en febrero, y una exposición junto a Julia Spínola en el Museo de Nuevo Baztán de Madrid. ¿Su objetivo? "Ir tejiendo un microcosmos repleto de minúsculas, de pequeñas analogías que configuran tótems o marcadores en un tiempo y un espacio. Todo es un desesperado intento de reflotar porciones de una historia oculta y, mediante proyectos, incorporarla a un imaginario".




Teresa Solar Abboud. Lengua de signos

Para Teresa Solar Abboud (Madrid, 1985) la escultura está ligada a sus proyectos audiovisuales. Muchos de los elementos que utiliza como decorados y atrezzo para sus películas funcionan como escultura, y viceversa. Sobre ello trabaja en la Akademie Schloss Solitude, en Stuttgart, donde además es profesora visitante en la Staatliche Akademie. Está en un momento inmejorable. Acaba de ser finalista del primer Premio Cervezas Alhambra de Arte Emergente para el que prepara una instalación que veremos en febrero en ARCO. También allí presentará sus nuevas obras en el estand de la galería Joan Prats, que acaba de ficharla, y para la que prepara una exposición individual para primavera 2017.



De toda su producción, la serie de cerámicas es la que más expectativas está despertando. "En estas piezas, que realizo en torno de alfarero, la relación de las pellas rotantes con mi cuerpo es especialmente importante. Me interesa la relación entre la pella de barro y la posición de resistencia muscular que mi cuerpo debe adoptar para controlar la materia, que es dúctil pero que a la vez escapa del control de la mano que la comprime. Las obras son testigo de la presión y la tensión corporal aplicada sobre el material, que ejerce una gran resistencia a ser modelado. Actualmente me interesa explorar las posibilidades audiovisuales de estas performances realizadas en el torno, en las que el elemento dinámico es la pella de barro, mientras que mi cuerpo se convierte en objeto, en una arquitectura resistente y estática".




Carlos Fernández-Pello. El dispositivo

Investigador, docente y productor cultural, es director del estudio Pucalpa y editor de la revista Nudo. Pocos perfiles hay tan sofisticados como el Carlos Fernández-Pello (Madrid, 1985), uno de los artistas que más expectativa despierta de entre su generación. "Trato siempre de saturar el sentido de mi trabajo para perder la noción de dirección y poder ser el primero en disfrutarlo, retrospectivamente", dice. Desde ese amplio terreno de la duda, sus obras reflexionan sobre los códigos de representación, la idea de anticuerpo y el discurso como forma. "Me acuerdo de una idea de Sarah Boxer que leí hace unos días donde dice que ‘hoy la pintura sigue siendo pintura, pero la escultura ya no es sólo ella misma: no es una cosa, ni tan siquiera un objeto, sino nada más (y nada menos) que la entonación del material, el lugar y el espacio. Algo así podría resumir mi relación con el medio. Últimamente estoy más implicado en labores de comisariado: me permite hacer escultura, o modelar formas del discurso de manera más específica y coherente con el momento actual. Algo que, como artista, por desgracia, está solo reservado a gente más o menos consagrada, como el caso reciente de Tino Sehgal en el Palais de Tokyo", explica. Tras finalizar un periodo de investigación en Lisboa, presentar su trabajo en París y enfrascarse en la exposición Retrospectiva en García Galería de Madrid, prepara sus nuevas obras para Generaciones 2017.




June Crespo. Escultura bricoleur

June Crespo (Pamplona, 1982) aborda la escultura desde una perspectiva amplia, produciendo objetos que se sitúan en los márgenes del assamblage o el collage. Instalada en Ámsterdam, en la residencia De Ateliers, trabaja con elementos que encuentra en su entorno inmediato como tuberías, sumideros, bisagras o sistemas de calefacción a los que despoja de su función original para abrirlos a nuevos diálogos subjetivos. De eso tratan sus obras más recientes: esculturas que hablan de funciones físicas y simbólicas, como imagen de articulaciones o conductos donde circulan sustancias vitales internas (corporales) y externas (agua, gas, electricidad...). Lo acabamos de ver en Chance Album n°1, en la galería etHALL de Barcelona, donde paisajes mentales se vierten en una amalgama de resina, metal, cemento, cerámica e imágenes impresas. Otras instalaciones, como Soft/Hard, presentada en el Centro Azkuna de Bilbao, reúnen una serie de elementos exentos, donde el cuerpo aparece vinculado a cuestiones de escala, peso y direcciones verticales y horizontales como evocación de posturas básicas. "De la escultura me interesa la acción de recorrerla, rodearla, deambular por su ‘espacio vital'. Igualmente, el objeto tiene que devolverme cierta entidad, una presencia propia. Me interesa, igualmente, trasladar y provocar una resonancia física entre el objeto y el espectador; un cuerpo a cuerpo o cierta tensión en ese encuentro", explica. Para 2017 prepara un proyecto para la Nave de la galería Carreras Múgica de Bilbao.




Christian García Bello. El paisaje corporal como horizonte

Austero, delicado, ascético, contundente. Los adjetivos se acumulan ante las obras de Christian García Bello (La Coruña, 1986), artista cuya esculturas giran en torno al individuo, su escala y el paisaje que habita. "He abordado estos temas interesándome por la relación entre paisaje y saudade, por los matices poéticos que alberga la línea del horizonte y, más recientemente, investigando sobre la definición operativa de refugio y cuál sería su mínima expresión, entendiendo el refugio como impasse, como espacio paciente y como lugar desde el que analizar a resguardo qué sucede en el exterior. La escultura me da la posibilidad de trabajar con la idea de escala, altura, horizontalidad, distancia, donde se entrecruzan otros conceptos como la luz, la grieta o la muerte", explica.



Todas sus obras tienen que ver con su propia escala, y la idea del cuerpo aparecía como la gran protagonista silente de sus dos exposiciones más importantes hasta la fecha, Como tizón quemado en el CGAC de Santiago de Compostela y Paciencia y barajar en la galería Formato Cómodo de Madrid, ambas en 2015. Madera de pino, cuero, cordel, cemento o sayal (tejido de lana) y grafito son los materiales más habituales en su obra. Búsquenle en el estand de dicha galería en la próxima edición de ARCO, para la que trabaja ya en nuevos trabajos relacionados con esa idea de cobijo mínimo, sobre la esencia de lo ritual en nuestro contexto cultural o la perspectiva de la muerte apoyada poéticamente en un análisis de los libros sapienciales de la Biblia. También será la apuesta de Formato Cómodo para Apertura 2017.




Leonor Serrano Rivas. Diagrama espacial

Seguramente tenga que ver con su formación como arquitecta el hecho de que Leonor Serrano Rivas (Málaga, 1986) utilice lo tridimensional como una manera de componer las ideas como formas. Para ella, la escultura es un medio que muchas veces lleva a instalación y la performance, basadas en la construcción de escenas a partir de movimientos que se entrelazan. Todo es un gran diagrama espacial. "Suelo animar formas escultóricas que se definen mediante referentes corporales: el baile o la danza. Trabajo con formas que no suelo entender del todo, procedentes de otras épocas y medios como el teatro, que me ayuda a enfatizar el carácter temporal del escenario creado", dice. Afincada en Londres, su trabajo forma parte de New Contemporaries, la panorámica de nuevos valores residentes en Reino Unido que acaba de inaugurar el ICA, y de la colectiva sobre jóvenes artistas andaluces en el CAAC de Sevilla.




Fran Meana. Arqueología y futuro

Instalado en Kuntshalle São Paulo como uno de los artistas residentes aunque con base en Londres, Fran Meana (Avilés, 1982) reflexiona sobre la idea de trabajo, tecnología, naturaleza y sociedad, con el fin de cuestionar lo establecido, aquello que nos viene dado, y las transformaciones que resultan de la desmaterialización del trabajo. "Los desplazamientos, transferencias materiales, de valor y de significado que suceden a nuestro alrededor son, en cierta forma, procesos escultóricos", explica. En sus obras siempre parte de cosas puntuales -archivos, imágenes, textos o datos- para reflexionar sobre cómo se construye la memoria y el imaginario colectivo. Actualmente, expone Arqueologías del futuro en LABoral de Gijón, proyecto ganador del Premio LABjoven_Los Bragales, convocado por el centro de arte y la Colección Los Bragales. En 2017 veremos sus obras en el estand de la galería NoguerasBlanchard en ARCO y en el espacio independiente madrileño Salón.




Eva Fàbregas. Animación escultórica

En su trabajo escultórico hay siempre una mirada a lo industrial y lo producido en masa, en especial a esos objetos que tienen más capacidad de movilizar deseos, sensaciones y afectos. En el estudio de Eva Fàbregas (Barcelona, 1988) se acumulan materiales sintéticos que van desde pinturas de carrocería metalizadas y vinilos tornasolados, hasta tejidos tecnológicos y espumas texturizadas, pasando por siliconas blandas y esmaltes que cambian de color. "Aquello que me incita a trabajar en el campo la escultura es justamente un interés por la sensualidad del objeto de consumo y los mecanismos propios de la ingeniería del deseo. Aunque parezca una paradoja, empecé a trabajar con formatos propios de la escultura a través del cine de animación y los dibujos animados", explica. Lo vimos en la pasada edición de Generaciones 2016 y lo podremos seguir en la individual que prepara para marzo en el Espai 13 de la Fundación Miró, en Barcelona.



@bea_espejo