Vista de la exposición en la galería Elvira González. Foto: ©Cuauhtli Gutiérrez
Un roscón de reyes. Sí, uno de esos pasteles de las fechas señaladas es la base de una de las esculturas de Joan Miró. Al artista le gustaba el azar, el accidente, la metáfora del objeto. Y esta pieza en particular, Danseuse, en palabras del nieto del artista, Joan Punyet Miró, representa a "una mujer fina, poética y equilibrada". Esta obra y algunas otras, pertenecientes a la colección particular de la familia y de la Sucessió Miró, se exponen hasta el próximo 25 de marzo en la galería Elvira González.Se trata de la segunda exposición de piezas del artista catalán que se hace en esta galería bajo el nombre actual (antes se llamaba Theo y el propio Miró creó una imagen para promocionar la muestra) y no es casualidad ni azar. La relación que une a las dos familias se remonta a cuando Elvira González madre vivía. Una fotografía de ambos dedicada en el año 1980 (pero tomada antes) y el dibujo en cuestión cercioran la relación que les unía. "Es una tradición entre estas dos familias colaborar juntos" y ese mismo motivo es el que ha llevado a Joan Punyet Miró a ceder las obras a la galería. Con una horquilla de precios que arranca en 17.000 euros, los coleccionistas privados podrán adquirir una obra de ese artista que siempre se comportó de manera imprevisible. Según Elvira González, que cogió el testigo de su madre, este es el público objetivo porque instituciones como el Reina Sofía ya "disponen de una buena representación de su obra". Una presencia, por otro lado, que ya se vio incrementada antes de Navidad cuando la Fundación Mapfre inauguró un espacio Miró con obras también cedidas por la familia del artista.
La muestra de Elvira González está compuesta por dos pinturas, diez esculturas realizadas entre los 70 y los 80 y cinco obras sobre papel que pueden ser un buen punto de referencia en la nómina de cualquier coleccionista. La selección de las obras realizadas en esas fechas tampoco es casual. Tan solo hay dos piezas de los años 40 que resultan ser "un guiño a la mujer, al pájaro, a la estrella, a los símbolos que utilizaba entonces y a la reutilización que hace a partir de los 70", explica Punyet Miró.
Danseuse, de 1981 y, a la derecha, Femme devant le soleil, de 1944
Los objetos eran una fuente de inspiración poética para el artista que solía salir de su estudio para coleccionar objetos. A su vuelta, los disponía de manera que podía resultar azarosa pero Miró le daba a esos objetos cotidianos una nueva vida. Así vemos cómo una percha se convierte en tórax, unas cañas de bambú en brazos o un pequeño rectángulo en mujer. Su imaginación era infinita y su "carácter rupturista y transgresor" se mantuvo siempre vivo. De hecho, ya de mayor, cogió tres telas de gran tamaño y las quemó para llevarlas a una exposición. Se sacudió la ceniza del pelo y comentó: "No se lo digas a mi mujer". Ella fue, según su nieto, "su ángel de la guarda. Le ayudó siempre aunque no entendía su trabajo. Siempre la mantenía al margen porque era una pintura tan transgresora y violenta que ella no lo entendía porque era más clasicista", explica.
Otra de las obras presentes en esta exposición, Personnage dans un paysage, resulta diferente, especial y "jamás se podría pensar que es un Miró", opina Punyet Miró. "Me conmueve descifrar el enigma de su interior". Y su enigma, su fuerza y quizá su magia se pueda entender mejor al ver Femme Devant le soleil, uno de los dibujos de 1944, que representa a una persona que "mira al cielo, a la noche en busca de una desesperada esperanza". En aquel momento, en lugar de pintar la sangre que se veía en la Segunda Guerra Mundial, "él miró al cielo y creó esta pintura porque jamás perdió la esperanza".
@scamarzana