Chema Madoz retratado por Chema Conesa
El fotógrafo inaugura la exposición El viajero inmóvil, una muestra que forma parte de las Miradas de Asturias de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Madoz evoca la región a través de 34 instantáneas y de su particular mirada fotográfica.
En un primer momento pensó que el proyecto le era un tanto ajeno porque "lo relacionaba con la posibilidad de ir a trabajar directamente sobre el terreno". Esta manera de gestar el proyecto se apartaba de su manera natural de trabajar pero finalmente aceptó. El resultado son 34 fotografías que evocan metafórica y simbológicamente a Asturias aunque Madoz no ha salido de su estudio de Galapagar. Se convierte, pues, en el viajero inmóvil que evoca el título de la muestra. Sus instantáneas han sido creadas recurriendo al imaginario que el fotógrafo tiene de la zona, de las veces que ha ido allí. "He trabajado en torno a una idea o concepto de Asturias que es muy abierto y lo que hay es una presencia muy evidente de lo que para mí supone Asturias vista desde Madrid, que es la presencia tan fuerte de la naturaleza", explica.
Imagen de la serie El viajero inmóvil que ha dado lugar al vídeo
Cascadas de agua, bosques, árboles, el campo, la industria, los problemas de comunicación... son las versátiles metáforas fotográficas que ha creado para la ocasión. "Se podrían deslindar del motivo para el que han sido creadas pero en cuando das un vistazo general al conjunto se advierte que el poso y la idea de Asturias subyace en cada una de ellas", señala el fotógrafo. Asturias está ahí, se siente pero no se ve y convive el imaginario fantástico entremezclado con paisajes reales. Y, el espectador también se convierte en ese viajero inmóvil, pero, ¿por qué tan solo encontramos naturaleza en esta muestra? Para Chema Madoz este hilo argumental que unifica la muestra surge de la visión que él mismo tiene. "Siempre me ha llamado la atención lo poderosa que es la naturaleza allí, es apabullante. Además, continua, es una constante que ha ido trabajando "de manera tangencial", observa.Su patrón de trabajo no ha diferido mucho para este encargo respecto a su modo natural. Sus piezas son producto de la observación, "una especie de obsesión que te lleva a analizar todos los elementos que tienes en común con tu entorno para poder relacionarlo con el motivo que trabajas", añade. Es en contadas ocasiones cuando un objeto surge de manera casual, su proceso "no tiene nada que ver con el procedimiento surrealista de jugar o mezclar elementos para ver qué ocurre". En realidad, responde a un proceso consciente que le permite ver qué pasa cuando se coloca un elemento junto a otro "desde una perspectiva lógica sabiendo que, a veces, vas a llegar al absurdo a través de ella", reconoce. Y para El viajero inmóvil, aunque el proceso se ha centrado en algo muy concreto Madoz ha intentado crear "un eje que ha ido dirigiendo la forma de centrar las imágenes".
Imágenes de la serie El viajero inmóvil
Combinar disciplinas y lenguajes
Sus imágenes son, en general, fotografías escultóricas que invitan a la reflexión y una mirada reposada frente a cada una de ellas. "Me gustaría pensar que las imágenes pudieran servir para ampliar mi propia idea sobre el concepto o idea de realidad". Y, en cierto modo, cada objeto retratado que él mismo construye podría quedarse en una escultura, en un lenguaje diferente. Es una tentación para Madoz pero cuenta que la fotografía le sigue dando un carácter atractivo por lo que le resulta complicado renunciar. No obstante, asegura, está seguro de que en algún momento mezclará ambas disciplinas para examinar cómo dialogan y conviven.Al igual que ha hecho en esta ocasión con un vídeo que recoge imágenes de una cascada. La idea surge de una de las fotografías de la muestra en la que la imagen estática de una cascada se introduce en un pequeño teatro y de ver "las posibilidades de narración que hay dentro de la misma fotografía". Cambiando la imagen estática por un vídeo y el teatro de juguete por el Campoamor de Oviedo, se ha introducido en una disciplina desconocida hasta ahora. "Ha sido una excusa para trabajar en un soporte diferente y ver cómo una misma idea se puede desarrollar en dos medios diferentes, ver cómo podría funcionar en vídeo, que es algo que nunca había hecho, jugando con las claves de la fotografía pero llevándolo a la iconografía de Asturias", señala.
Imagen de la serie El viajero inmóvil
Mezclar, combinar, jugar con los elementos es fruto de la evolución de los artistas y Madoz ha ido modificando su manera de trabajar y de acercarse a sus imágenes pero siempre con un elemento común en todas ellas. Sus objetos, en el paso previo a coger la cámara, pueden parecer esculturas incluso, algunas, instalaciones. Esto, "pasado por el tamiz de la fotografía lo lleva aun terreno muy propio y cercano". Su sensación final es "un guiño, un juego con la percepción y la ilusión que las unifica".Y en esa unificación entra el uso del blanco y negro que se extiende en toda su trayectoria. Obviamente no es algo casual, sino una intención de "dotar de misterio" a las imágenes. "Me parece que es más evidente que el espectador está ante una reelaboración de la realidad, marca una cierta distancia, lo relaciona más con una imagen que tiene que ver con lo onírico, el sueño o la idea de realidad", asegura. Y es una imagen en blanco y negro es más atemporal que una en color que, con el paso del tiempo, te proporciona "muchos más datos para concretarla en el tiempo".
@scamarzana