Julio Le Parc: Cercle en contorsion sur trame rouge (detalle), 1969 (María Calcaterra)

Argentina es el país invitado a la feria. Con 12 galerías reunidas en un programa comisariado por Inés Katzenstein, cuatro más en el programa general y otra entre las emergentes de Opening, además de los foros y un extenso programa institucional que se extiende por varios espacios madrileños, desde el CA2M a la Fundación Telefónica, desde el Thyssen a Matadero o los Teatros Luchana, el arte argentino protagonizará la agenda artística durante varias semanas. Para no perdernos, Laura Casanovas, crítica de arte de la Revista Ñ (la revista cultural del diario Clarín), nos guía en este paseo por los últimos años del arte de su país.

¿Cuándo se inicia el arte contemporáneo argentino? Como siempre ha sucedido en la historia del arte, la datación sobre el comienzo y el final de un período admite diversas interpretaciones. En este caso, podríamos considerar el inicio en los años 60 del siglo pasado, cuando se asiste a una serie de transformaciones vinculadas a la búsqueda de nuevas prácticas, temas, materiales y soportes, lo cual coincide con experiencias similares a nivel internacional.



En la historiografía del arte argentino, suele mencionarse al Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella como una institución central donde se dio impulso a este cambio. Entonces, una muy joven Marta Minujín realizaba sus happenings y ambientaciones, mientras Federico Manuel Peralta Ramos exhibía su instalación de un huevo gigante de yeso, madera y metal, entre muchos otros artistas. De forma paralela, en la ciudad de Rosario, la llamada vanguardia rosarina entraba de lleno en prácticas con fuerte contenido político. La culminación de esta última tendencia fue, hacia el final de la década, la obra colectiva Tucumán arde, tras lo cual muchos artistas abandonaron su práctica para pasar a la acción militante. Mientras tanto, Antonio Berni se convertía, en 1962, en el primer argentino consagrado en la Bienal de Venecia con el Gran Premio Internacional de Grabado, por sus collages y xilografías de gran formato dedicados a Juanito Laguna, la historia de un niño nacido en una población de chabolas, en los que introducía novedades técnicas para la tradición del grabado.



Apenas un puñado de ejemplos para señalar un punto de partida. Arte contemporáneo, nombre, para el escritor argentino César Aira "(...) ni descriptivo ni provocativo ni geográfico (...)", como sostiene en su ensayo Sobre el arte contemporáneo. Pero justamente por su neutralidad, capaz de asimilar los más variados sentidos. En el arte contemporáneo producido en Argentina podemos incluir a cantidad de artistas que se iniciaron en aquella década de los 60 -o hacia su final- y cuya dinámica se extendió hasta el inicio de la siguiente: Julio Le Parc, León Ferrari, Lucio Fontana, Liliana Porter, Victor Grippo, Luis Felipe Noé, Juan Carlos Distéfano, Margarita Paksa, Jorge de la Vega, Antonio Seguí, Oscar Bony, Juan Carlos Romero, Roberto Jacoby, Alberto Greco, Pablo Suárez, Alejandro Puente, Horacio Zabala, Osvaldo Romberg, Mildred Burton, Fermín Eguía, y muchos más.



El arte tras la dictadura

Entre 1976 y 1983, el campo cultural sufrió la embestida de la última dictadura militar argentina con su accionar represivo. En los años 80 hubo una revalorización de la pintura-al igual que en otras latitudes- e irrumpieron destacados nombres, como Guillermo Kuitca, Alfredo Prior, Marcia Schvartz, Eduardo Stupía, Liliana Maresca, Claudia Fontes, Marcelo Pombo, Graciela Sacco, y un lugar emblemático como el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires. Los años 90 propusieron una nueva dinámica con el surgimiento de clínicas, becas y residencias internacionales. E instituciones como la Fundación Antorchas y el Fondo Nacional de las Artes posibilitaron extender estas oportunidades más allá de la ciudad de Buenos Aires, para llegar a los artistas del extenso territorio argentino. En estos años entraron en escena las obras de Pablo Siquier, Jorge Macchi, Nicola Costantino, Sebastián Gordín, Fabio Kacero, Magdalena Jitrik, Leandro Erlich, Marcos López, Diego Gravinese, Andrea Moccio, Chiachio&Giannone, Lux Lindner, por sólo mencionar algunos de ellos.



Cecilia Szalkowicz: Sin título, 2016 (Ignacio Liprandi)

El nuevo milenio se inició al calor sofocante de la crisis económica y política de fines de 2001, tras lo cual se intensificaron las acciones de arte urbano y callejero, y que tuvo otra particularidad llamativa en medio del contexto adverso: un proceso de institucionalización marcado por el surgimiento de nuevos museos para el arte contemporáneo, no sólo en la ciudad de Buenos Aires, sino también en varias provincias. Argentina es un país federal, pero con un importante predominio de su capital, lo cual ha generado históricamente una desigual distribución de recursos. Sin embargo, ciudades como Rosario, Córdoba y Tucumán tienen centros de formación de excelencia y una producción artística de primer nivel. La irrupción de museos en varias provincias pareciera promover cierto equilibrio. Podemos mencionar el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén, el Museo de Arte Contemporáneo de Salta, entre otros. A su vez, la ciudad de Buenos Aires sigue siendo un espacio de constante movimiento artístico. Su Museo de Arte Moderno -público-, creado en 1956, con un patrimonio muy importante de obras de artistas modernos y contemporáneos, se sigue ampliando. En general, la mayor parte del circuito de museos públicos de Buenos Aires da lugar al arte contemporáneo.



En el ámbito privado, en las últimas dos décadas surgieron instituciones como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), la Fundación Proa, el Espacio de Arte de la Fundación Osde, el Centro Cultural Borges, el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, que enriquecen el panorama al aumentar los espacios de exposición y pensamiento. Lo mismo sucede en varias universidades públicas y privadas. Esta multiplicación institucional encuentra eco en la creciente profesionalización de las artes visuales, debido a la relevante oferta académica sobre historia del arte, gestión cultural, curaduría, conservación y restauración... Algunos artistas del nuevo siglo son Adrián Villar Rojas, Andrés Denegri, Max Gómez Canle, Matías Duville, Diego Bianchi, Pablo Zicarello, Viviana Blanco, Pablo Lehmann, Débora Pierpaoli, Vicente Grondona, Adriana Minoliti, Nahuel Vecino, Sol Pipkin, Agustín Sirai, Laura Códega, en otra enumeración parcial por la limitación que impone todo artículo.



Marcelo Pombo: Bodhisattva (detalle), 2004 (Barro)

¿Y el mercado del arte contemporáneo local? Lo integra un circuito numeroso de galerías, tanto de larga trayectoria como emergentes, concentradas sobre todo en Buenos Aires, en los barrios de Palermo, Villa Crespo, Retiro, Recoleta y La Boca. A esto hay que sumar la incesante acción, desde hace 26 años, de la feria de arte contemporáneo arteBA. Y un dato importante: el año pasado, Buenos Aires fue elegida como primer destino del programa Art Basel Cities.



La identidad nacional, en desuso

El mercado del arte argentino y el coleccionismo, a pesar del crecimiento que tuvieron en los años 90, son pequeños en relación con la calidad y cantidad de artistas. Así, la tradición selectiva, en términos del teórico Raymond Williams, se torna aún más restrictiva. Pero con frecuencia, la historiografía del arte argentino, que se renueva con la mirada crítica y lúcida de prestigiosos profesionales, amplía esta tradición. La especial participación de la Argentina este año en ARCO, como país invitado, otorga la posibilidad de generar un mayor reconocimiento y de ampliar el mercado internacional para sus artistas. El conjunto que llega a la feria madrileña ofrece un panorama de creadores que trabajan con galerías y con el foco puesto en la ciudad de Buenos Aires, como ha señalado Inés Katzenstein, comisaria a cargo de la selección de las doce galerías argentinas. Por lo cual hay muchos artistas destacados que no están representados. Pero toda muestra siempre es bienvenida, por lo que incluye y por la inquietud que puede producir por conocer más. Y hay que sumar el extenso programa paralelo que dará visibilidad en la capital española a decenas más de obras y productores del país austral.



Finalizando este texto, tal vez algún lector se pregunte ¿pero se puede hablar de arte argentino y caracterizarlo en pocas palabras? Hace tiempo que una categoría como la de identidad nacional cayó en desuso, por lo menos a nivel académico y, por lo tanto, enumerar características ya no pertenece a la contemporaneidad. El arte contemporáneo de esta zona sur presenta multiplicidad de poéticas, como sucede a nivel internacional, las cuales recurren a todos los materiales, formatos, soportes, ideas y tecnologías, con gran libertad creativa. Sí se pueden reconocer propuestas que bucean más que otras en particularidades del contexto, ya sea político, económico, social o cultural del país. Para quien, de todas formas, solicite alguna característica marcada del arte contemporáneo argentino no creo equivocarme si digo: el impacto que causa por la energía, la inteligencia y la libertad de sus artistas, cuyas obras posibilitan adentrarse en las problemáticas, virtudes y desafíos de este tiempo, de una forma rica y única.