Instalación de la artista Swoon. Foto: The Pickles y MIMA

Este mes de abril se celebra el primer año de vida del MIMA (Millenium Iconoclast Museum of Art), un museo único en Bruselas centrado en la cultura 2.0 y el arte urbano. Una singular propuesta que pretende revitalizar la oferta creativa de la ciudad y revalorizar la zona de Molenbeek.

La vida cultural en Bruselas es, como en toda capital, dinámica y variada. Sin embargo, en cuanto al arte contemporáneo la situación es cuanto menos curiosa. Centros como Bozar, Centrale o Wiels ofrecen interesantes programaciones pero la ciudad sigue sin un museo exclusivo para el arte más actual. Si bien ya está aprobada oficialmente su construcción, las complicaciones administrativas belgas amenazan con postergarlo. Pero no todo son malas noticias. Ahora, en abril, hace un año que la oferta artística se amplió con el nacimiento del MIMA, Millenium Iconoclast Museum of Art. Un centro de nombre peculiar que, al parecer, no nació para suplir esta ausencia. Raphael Cruyt, uno de los artífices de esta iniciativa privada, reconoce que para ellos eso no era un problema. Su objetivo es más bien testimoniar el desarrollo de un determinado ámbito de la cultura actual.



Junto a Cruyt, Alice van den Abeele (con la que dirige Alice Gallery también en Bruselas) y los gestores culturales Michel y Florence de Launoit se dieron cuenta del gran cambio que supuso la irrupción de internet tanto para la creación como la difusión cultural. Un fenómeno global de principios de los 2000 conocido como "cultura 2.0" del cual la inmediatez es parte fundamental. Ya lo sentenció el omnipresente Banksy: "Todo lo que necesitas son buenas ideas y una conexión a internet. Es la primera vez que el mundo del arte, esencialmente burgués, pertenece a la gente". Así pues, si no hay necesidad de intermediarios, podría sonar contradictoria la aparición de un centro como el MIMA. Sin embargo para sus creadores resulta necesario si consideramos la gran repercusión de esta revolución cultural. "Está extendiéndose hasta tal punto que también debe haber una institución que cree contenido y reflexione sobre cuál es la cultura de hoy en día", explica Cruyt.



Mucho más que street art

¿Pero qué puede ver el visitante al adentrarse en este museo? Principalmente la apuesta del MIMA se centra en la cultura urbana. Un amplio concepto influenciado por subculturas como el street art y el skate y que abarca multitud de propuestas desde el diseño gráfico, al grafiti, los cómics o los tatuajes. Estéticas con una gran presencia cotidiana pero que, según el director de este proyecto, todavía necesitan más atención a nivel expositivo. "Lo que llamamos cultura urbana es probablemente la expresión artística contemporánea más prolífica, pero todavía no ha habido muchas exposiciones tratando estos temas". Posiblemente lo primero que nos venga a la cabeza es ese anglicismo tan de moda, el street art. Pero Cruyt prefiere no emplear esta etiqueta por peliaguda ya que "lo que consideramos street art no está sólo en la calle, sino también en internet, y en general refleja más una forma de vida que un tipo de arte".



Instalación de Maya Hayuk. Foto: The Pickles y MIMA

La programación del MIMA se basa en dos exposiciones temporales al año. Coincidiendo con su primer aniversario se puede ver hasta el 28 de mayo A Friendly Takeover, una serie de intervenciones del "maestro holandés" del grafiti Boris Tellegen, conocido como Delta. Con unos 1.500 visitantes por semana, la afluencia sigue siendo positiva para los organizadores. Además, el público puede disfrutar de la colección del propio museo. Un conjunto de piezas con una singular variedad de estilos y precios. "Se suelen asociar los precios altos con el buen arte", explica Cruyt, "pero para mí no garantizan que ese arte vaya a pasar a la historia". Siguiendo esta filosofía, poseen una colección de un amplio rango de precios, "de cincuenta a 20.000 euros".



Otro criterio de la colección es no dejarse llevar por la fama de los artistas. Ya no hay genios intocables, sino que pueden ser reemplazados sin problemas. "No funciona aquello de 'este artista tiene que estar en la colección'. No tiene sentido hoy en día." Así conviven piezas de Swoon, Parra o Ari Macropoulos con las de los españoles Escif y Joan Cornellà. Para Cruyt el alardear de nombres tiene más que ver con el mercado. Y no es que el belga reniegue de éste. Al contrario, su dilatada experiencia como galerista le hace ser realista. "Hay que entender que estos artistas no quieren ser etiquetados únicamente como artistas de street art. La calle es una forma de ser vistos, pero también lo son las galerías o el mercado". Sea cual sea el modo de promoción, lo cierto es que los precios y relevancia de este tipo de creaciones son cada vez mayores tanto en las galerías como en las subastas. "Me pueden sorprender los altos precios, pero lo entiendo. El mercado no es bueno ni malo, sino lo que haces con él".



Del Pequeño Manchester al Molenbeek multicultural

La función del MIMA no es sólo la de cronista de la cultura 2.0, sino que también quiere cohesionar a la población bruselense. Y por ahora no lo ha tenido fácil. Aunque prevista para el 22 de marzo del año pasado, su inauguración se tuvo que postergar a causa de los atentados vividos en Bruselas aquel día. Unas semanas después del duro golpe el centro abría sus puertas con una exposición llamada City Lights que reunía cuatro pesos pesados de la escena neoyorkina: Swoon, Maya Hayuk, MOMO y el dúo FAILE. En total más de 40.000 visitantes disfrutaron de estas "luces de la ciudad" mientras la propia Bruselas intentaba resurgir de la oscuridad de la violencia. "El principio fue muy extraño", recuerdan desde el museo, "pero ha sido éxito hasta ahora. Por encima de nuestras expectativas".



Instalación del dúo FAILE. Foto: The Pickles y MIMA

Para apreciar realmente su satisfacción hay que señalar que el museo está situado en el distrito de Molenbeek, tristemente conocido por haber alojado a terroristas participantes en los atentados de París y Bruselas. El principio, como podemos imaginar, no fue sencillo. "Era muy raro porque nos habíamos convertido de alguna manera en los portavoces de Molenbeek, pero acabábamos de abrir las puertas". Cruyt explica que eligieron aquella localización precisamente porque el barrio, "lleno de oportunidades, energía y juventud", reflejaba el espíritu del museo. Afortunadamente a pesar del ruido mediático el público mostró su respaldo. "Al principio mucha gente venía porque el museo está en Molenbeek. Cruzar el canal y venir aquí se convirtió en una muestra de apoyo y de demostrar que el miedo no nos iba a vencer".



El monumental continente del MIMA ya de por sí merece una visita. El edificio Belle-vue es una construcción emblemática de esta parte de Bruselas. Su historia está íntimamente ligada a la del propio Molenbeek. Fue construido en 1916 y ha albergado las fábricas de distintas empresas cerveceras, siendo la última Belle-Vue de hasta 1991. Con el desarrollo industrial del siglo XIX a esta zona se le comenzó a conocer como "Pequeño Manchester" y fue la cuna del movimiento obrero belga. De este modo, tanto el edificio Belle-Vue como el vecindario han sido protagonistas históricos del desarrollo urbanístico y demográfico de la ciudad. Una especie de atalaya desde la que el MIMA trabaja ahora para que la cultura, y no el miedo, avance en Bruselas.



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