Diego Velázquez: Felipe III, 1627

El Museo del Prado presenta el Retrato de Felipe III, una obra donada por William B. Jordan. Junto a este retrato se expone por primera vez, tras su restauración, el cuadro de Tiziano Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando de Tiziano.

Las salas del Museo del Prado cuentan desde hoy con un nuevo Velázquez. El cuadro, un retrato de Felipe III, fue donado por el hispanista William B. Jordan y American Friends of the Prado Museum. La obra es uno de los pocos bocetos que se conservan de Velázquez. El cuadro es un estudio para La expulsión de los moriscos, una obra perdida del pintor sevillano de su primera etapa en la corte madrileña entre 1623 y 1628.



Fue en 2012 cuando Jordan enseñó a Miguel Zugaza y Gabriele Finaldi este pequeño retrato. El hispanista poseía este cuadro desde hacía más de treinta años y tras su limpieza, investigación y posterior estudio, estaba convencido que la obra era un antecedente de la perdida La expulsión de los moriscos. Fue Felipe IV quién en 1627, ordenó realizar un concurso para pintar un gran cuadro de historia que representara la expulsión de los moriscos por parte de Felipe III. El sevillano ganó dicho concurso, frente a pintores tan importantes como Vicente Carducho, Eugenio Cajés o Angelo Nardi. La obra se colgó en el Salón de Nuevo, una de las estancias principales del Alcázar, pero debido al incendio ocurrido en la Nochebuena de 1734, el cuadró se perdió. Esta gran obra fue la que dio a Velázquez más privilegios y su posterior viaje a Italia.



La obra en palabras de Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española hasta el año 1700 del Museo, "da la posibilidad al visitante de poder ver la aportación de Velázquez al retrato cortesano". La exposición, que durará tres meses, está situada en la antesala de la gran galería del Museo, y junto al nuevo retrato se pueden ver la obra de Pedro Vidal, Felipe III con armadura y otras dos piezas de Velázquez, El infante don Carlos y Felipe IV. Estos cuadros dan contexto y muestran la relación con otras pinturas del sevillano y su contribución al retrato, frente al boceto de Vidal. Juan Pantoja de la Cruz fue quien creó el concepto de retrato cortesano donde los personajes aparecían con un proceso de abstracción y simplificación, sin sombras, planos y uniformes. Esto se dio por la condición del Rey de España de semi dios, que lo situaba fuera de las pasiones terrenales. Estas características se ven en la pieza de Vidal pero es en el Velázquez donde se aprecia una "mayor contundencia formal" explica Portús.



La autenticidad del Retrato de Felipe III es incuestionable. En Felipe III se ven claras características velazqueñas como la manera de tratar el mentón y los labios, el rostro modelado y expresivo, la delicadeza de los rasgos faciales o el uso de las sombras en el fondo rojizo mediante tonos más oscuros. Como muchos otros pintores en la historia del arte, Velázquez estudió diferentes retratos del rey que se conservaban en la Colección Real, ya que el pintor nunca vio en persona al monarca, fallecido en 1621. La obra es un boceto, un estudio preliminar del posterior cuadro, en el que el sevillano intentó asimilar los rasgos de Felipe III. "De los tres Velázquez que aquí se exponen, el visitante puede descubrir los muchos puntos en común que existen" comenta el jefe de Conservación.



La American Friends of the Prado Museum, que fue la encargada de realizar el depósito en la pinacoteca española. Esta organización sin ánimo de lucro, se dedica a promover el conocimiento del Museo del Prado en EE.UU. "Esta es una nueva fórmula de donación pionera en el Museo", comenta Miguel Falomir, director del Museo. Según él mismo, "faltaba un boceto de Velázquez de una obra capital y con Felipe III llenamos uno de los huecos que existían por la pérdida de La expulsión de los moriscos".



Junto con el retrato, se exhibe por primera vez tras su restauración realizada con el apoyo de la Fundación Iberdrola España, Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando , obra de Tiziano de 1573 - 1575. Esta obra colgaba en el mismo lugar que La expulsión de los moriscos, en el Salón Nuevo del Alcázar. Tenía un tamaño inferior, ya que fue ampliado por Vicente Carducho años más tarde. Felipe II eligió esta obra como una de las más representativas de su reinado, junto con otra pieza del Tiziano, Carlos V en la batalla de Mühlberg. Ambas obras colgaban juntas en el Alcázar y debido a la diferencia de tamaños, se ordenó la ampliación del primero.



El Tiziano, tras la exposición, contará con un montaje especial de la misma manera que se hizo con las Hilanderas. Se presentará en su tamaño original, ocultándose la posterior ampliación. Así se podrá observar como Tiziano realizó un espacio bien planteado, "es vertiginoso y genial" comenta Portús. Será el propio William B. Jordan el encargado de realizar una conferencia en el Museo, La expulsión de los moriscos: una obra maestra perdida de Velázquez. El hispanista se ha especializado en los años 1620-30 y con el hallazgo del retrato, ha llevado al historiador a investigar de nuevo sobre el famoso concurso de historia y de los pintores encargados de realizarlo. Esta investigación ha conseguido conocer de una manera más profunda la política artística de la corte en aquellos años.