El largo camino de la arqueología española
El Museo Arqueológico Nacional y Acción Cultural Española celebran los 150 años de la disciplina en nuestro país con la exposición El poder del pasado, que reúne 150 objetos de altísimo valor histórico procedentes de 68 museos arqueológicos de todo el país.
La arqueología ayuda a recomponer los pedazos de la historia y es hora de que esta le devuelva el favor a una disciplina que acaba de cumplir 150 años en España. 1867 es el año en que, con la fundación del Museo Arqueológico Nacional y de la red de museos provinciales, la disciplina se institucionalizó en nuestro país -aunque anteriormente ya había sido impulsada por Carlos III, que financió las excavaciones de Herculano y Pompeya en Italia-. El programa de actividades que ha conmemorado este año el siglo y medio de vida del MAN culmina ahora con la exposición El poder del pasado. 150 años de arqueología en España, organizada por Acción Cultural Española (AC/E) y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a través del MAN.
Gonzalo Ruiz Zapatero, catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, es el comisario de la exposición, que cuenta los 150 años de la arqueología española con 150 objetos de gran valor histórico, procedentes de 68 museos arqueológicos de todo el país. Hasta el 1 de abril de 2018, los visitantes tendrán la oportunidad única de ver reunida en un solo museo una importante muestra del rico patrimonio arqueológico español -el segundo mayor del mundo, solo por detrás del italiano-, que se halla repartido por toda nuestra geografía.
La exposición se divide en tres tramos. El primero de ellos abarca el periodo 1867-1912, la etapa pionera de la arqueología española. Tras la creación del MAN y los museos provinciales, la institucionalización de la disciplina continuó con la introducción de la arqueología en la universidad en el año 1900 y culminó con la Ley General de Excavaciones de 1911 y su Reglamento de 1912. La metodología de las excavaciones arqueológicas no era muy depurada y primó la tradición anticuarista, según la cual los objetos se apreciaban por su valor estético y artístico sin atender a los contextos en los que aparecían, y los intereses de la arqueología se centraron en las épocas prehistórica y romana.
En este primer bloque de la exposición se muestra uno de los primeros hallazgos importantes de la arqueología española: el Trajano de Itálica, realizado en mármol en el siglo II y encontrado en 1788 en la antigua capital romana de la Bética. También puede verse la mandíbula de Bañolas, del 66.000 a. C., que fue el primer fósil humano paleolítico encontrado en España. Fue hallado en 1887 en el Llano de la Formiga, en la localidad gerundense y pertenece a la colección privada de la familia Alsius. Más antiguo es el bifaz de San Isidro (200.000 a. C.), hallado a mediados del siglo XIX en el Cerro de San Isidro, en Madrid. Su hallazgo supuso el inicio de las investigaciones prehistóricas en España.
También está la Dama oferente del Cerro de los Santos (siglo III a. C., hallada en 1870), uno de los mejores ejemplos de escultura ibérica junto con la famosa Dama de Elche. El director del MAN, Andrés Carretero Pérez, cuenta que a finales del XIX se encontraron tantas esculturas similares en el levante español que proliferaron las imitaciones hechas por artesanos locales. El museo compró todo un lote de ellas y, cuando llegaron a sus talleres, los técnicos pudieron distinguir fácilmente las falsificaciones. Hoy una de ellas se muestra en la colección permanente del museo. Otra de las piezas más importantes de la exposición es la exquisita corona votiva ofrecida a la iglesia arriana por el rey Recesvinto (s. VII), perteneciente al Tesoro de Guarrazar, hallado en Toledo en 1858.
El segundo bloque comprende de 1912 a 1960, un periodo en el que se consolidó la arqueología moderna. Hasta la guerra civil surgieron nuevas cátedras en las universidades, se creó la Junta superior de Excavaciones y Antigüedades (1912-1933) y el Centro de Estudios Históricos, creado en 1910 dentro de la Junta para la Ampliación de Estudios (JAE). En las primeras décadas del franquismo se creó la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas (1939-1955), a la que sucedió el Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas, y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) sustituyó a la JAE. En esta etapa, la metodología de excavación y la documentación fueron mejorando, y se comenzó a prestar más atención a los contextos en los que se hallaban los objetos.
Se pueden ver en este tramo de la exposición algunas piezas del Tesoro de Villena (XIII-XII a. C., Alicante), uno de los atesoramientos de finales de la Edad del Bronce más importantes de Europa, con 60 piezas de oro que pesan casi diez kilos. A su lado, menos ornamentado, el Tesoro de Caldas de Reis (1.200-1.000 a. C., Pontevedra), de estilo celta. En la misma sala se encuentran un collar y un pectoral que son las piezas más emblemáticas del tesoro tartesio del Carambolo (VIII a. C., Camas, Sevilla). Un poco más adelante, encontramos el Efebo de Antequera (siglo I d.C.), considerada la más importante y bella de todas las estatuas de bronce aparecidas en la península ibérica. Hacia el final de este bloque encontramos la Corona de Sancho IV (siglo XII-XIII), hallada en 1947 en la catedral de Toledo. Mientras se buscaban los restos de Sancho II, aparecieron los de Sancho IV con esta corona formada por placas de plata con zafiros y camafeos de marfil.
El tercer bloque corresponde a la configuración de la arqueología contemporánea en España, desde 1960 hasta nuestros días. Esta etapa se caracteriza por el progresivo aumento de estudiantes y profesores en las universidades y, después de la Transición, por la transferencia de las competencias arqueológicas a las comunidades autónomas entre 1983-1985 y por la Ley de Patrimonio Histórico Español (1985), que protegió de manera más efectiva el registro arqueológico y abrió las puertas a la creación de empresas privadas de arqueología. Además, entre 1970 y 2000 los museos arqueológicos crecieron de forma continuada y después de ese año surgieron nuevos museos como el de Altamira, el Arqueológico de Alicante y el de la Evolución Humana de Burgos, así como una remodelación profunda del MAN
En cuanto a la investigación arqueológica, esta se ha convertido, como señala el comisario de la muestra, en una "tarea colectiva", y los equipos formados por numerosos arqueólogos de distintos países son habituales, así como los proyectos emprendidos en el extranjero por parte de equipos españoles. Además, los avances tecnológicos han permitido el nacimiento de la arqueometría, que permite un análisis más profundo de los objetos y una datación más precisa (mediante la técnica del carbono-14 y otras). Igualmente, si en la primera etapa solo interesaban los objetos y en la segunda, los objetos y sus contextos, en la última el estudio se amplía también a la morfología de los paisajes -de manera amplia, no solo los yacimientos en sí- en cada época.
En este último bloque encontramos, por ejemplo, el pie de "Prometeo" de Atapuerca, una reconstrucción casi completa -solo le faltan las falanges- del pie derecho de un homo heidelbergensis con 500.000 años de antigüedad, algo insólito para fechas tan antiguas. También destacan numerosas piezas de época griega, fenicia y romana, como un excepcional ajuar funerario de cristal de roca y ágata, hallado en Cádiz en 1997 y que pertenecía a una tumba infantil de la alta sociedad romana del siglo I. La importancia de estas pequeños frascos radica en su complejidad, ya que no se trata de vidrio soplado sino tallado a mano. También encontramos la Nueva Tabla de Osuna (Sevilla), de finales del siglo I a. C., una plancha de bronce fundido que lleva escrita la ley más antigua conocida en España.
Los nombres propios de la arqueología
Entre todos los hallazgos arqueológicos de la exposición emergen dos piezas que no aparecieron bajo la tierra. Se trata de los bustos de Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888) y de Juan Vilanova y Piera (1821-1893). El primero es el célebre descubridor de la cueva de Altamira, aunque para el comisario de la exposición, su mayor mérito no fue este hallazgo fortuito, sino defender con argumentos científicos que las pinturas de Altamira eran de la era paleolítica cuando en Francia nadie creía que podía existir un arte parietal paleolítico, pero la comunidad internacional solo aceptó su teoría después de su muerte. El segundo, prehistoriador y paleontólogo, fue el primero que inició prospecciones en cuevas con interés arqueológico en 1866.
También destaca Ruiz Zapatero a Manuel Gómez-Moreno, que sentó las bases de la arqueología medieval contemporánea (y que a día de hoy sigue siendo la rama más minoritaria de la disciplina); a Pere Bosch Gimpera, que a partir de los años veinte "fue sin duda el arqueólogo español más prestigioso en el ámbito internacional" y publicó en 1932 Etnología de la Península Ibérica, "la primera gran síntesis de la prehistoria en la península, con una intuición y claridad de ideas que incluso hoy siguen deslumbrando", asegura el comisario de la exposición.
"Después de la Guerra Civil, en los duros años de la posguerra, empezaron a crearse en España cátedras universitarias ocupadas por una docena de grandes arqueólogos", entre los que Ruiz Zapatero destaca a Antonio García y Bellido, Juan Maluquer, Francisco Jordá, Martín Almagro Basch o Antonio Beltrán. "Ellos sentaron las bases de la arqueología posterior. A veces han concitado críticas porque eran muy 'mandarines' en sus territorios y se producían arbitrariedades, pero al mismo tiempo crearon bibliotecas, buenos alumnos y les inculcaron la idea de que había que salir de España para mejorar la formación. Paralelamente en los museos, con menos proyección que los ámbitos académicos, ha habido y hay gente extraordinariamente competente".