De izquierda a derecha, Vidrio doble, 2018, y El cuchillo en el agua (Knife in the water), 2017
La obra de Alexandre Estrela (Lisboa, 1971) es paradigma de una tendencia en el arte que hace pensar en la vieja literatura emblemática. El emblema se estructuraba en tres componentes: una imagen enigmática (la pictura), un título (la inscriptio) que daba ya alguna pista sobre el asunto representado y un texto explicativo (la suscriptio) que permitía interpretar la imagen, en clave moral. En este tipo de trabajos artísticos actuales, sin suscriptio, el espectador -incluso el más entendido- no tendrá manera de apreciar su mensaje ni sus posibles cualidades, y es algo que hemos asimilado. Estrela es experto en cine experimental, que promueve desde el espacio Oporto, en Lisboa, y profesor de vídeo en la Facultad de Bellas Artes de la misma ciudad. Queda fuera de duda su profundo conocimiento del medio audiovisual, y se puede entender toda su carrera como una investigación sobre las más sutiles cuestiones relacionadas con la imagen proyectada -su problemática fisicidad y sus trampas perceptivas, entre otras-, trufada de multitud de referencias históricas, cinematográficas, musicales… Lo pudimos comprobar en la pequeña exposición que le dedicó en 2016 el Museo Reina Sofía, Cápsulas de silencio. Allí se daban cita la Guerra de Angola, Derek Jarman, la entomología, la etología o las ilusiones visuales, hilvanadas en una suscriptio bien cargada de contenidos de interés, frente a la que la pictura resultaba lacónica.Ese desequilibrio se acentúa en la actual exposición, en la que Estrela extrema las tensiones entre lo intangible y lo tangible en la imagen, su transparencia y su corporalidad, a través de unas obras que nos ponen al borde de la nada. La inscriptio general, El cuchillo en el agua, es inspirada y aporta sentido, aunque la referencia a Roman Polanski -es el título de su primera película- sea poco relevante. Quizá sea interesante recordar que ésta disecciona la escalada en desasosiego de un triángulo amoroso, ya que el visitante a la galería se encontrará en el centro de un triángulo de obras, dos vídeo-esculturas y una estampa, ante las que también experimentará cierta desazón.
Por medio de sencillos trucos de software, Estrela provoca pequeñas alteraciones en la percepción que implican en todos los casos un plano de vidrio, sea real o representado. El cuchillo, hoja de metal triangular, puede imaginarse en la sección espacial que genera un cable tensado en oblicuo ante la pantalla más grande, y en el "corte" que marca su sombra en la imagen proyectada. El agua, representada en la Alquimia con un triángulo invertido, es equiparada a otro medio transparente, el vidrio, y evocada mediante una fingida refracción. Y es comparada a la imagen, que mantiene una relación dudosa con sus diferentes soportes materiales y escapa a todo intento de capturarla y "herirla". La otra vídeo-escultura, Vidrio doble, es un circuito que llama la atención sobre la precariedad de las ilusiones, una repetida amenaza de fractura que no llega a producirse, y la estampa muestra una mano a la que se ha amputado el dedo corazón, en referencia a la única aparición en el filme de Polanski de un cuchillo, con el que los dos hombres juegan a pinchar la mesa entre los dedos.
Con atención, guía y esfuerzo, podrán transitar tales laberintos pero es posible que se pregunten si lo que en verdad ven, oyen y tocan aquí -un alambre para sujetar plantas, una caja de luz, una mano tatuada- no es demasiado "in-significante", y si el artista no se ha excedido en su celebración de las ausencias.
@ElenaVozmediano