Luis Paret: Una celestina y los enamorados (Detalle), 1784

Las nuevas adquisiciones del Museo del Prado tendrán, a partir de ahora, dos fechas al año para ser mostradas al público. Se trata de un nuevo modelo de exposición para dar a conocer las novedades que amplían la nómina de la pinacoteca, que hasta ahora no tenían su presentación en sociedad. "La idea es agrupar lo más relevante y exponerlo en primavera y en otoño para verlas en sala, aunque no todas las obras vayan a ser expuestas en la colección permanente", ha comentado Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado.



En esta ocasión han sido tres las piezas que se han explicado en un recorrido por las tres salas en las que actualmente, y de manera temporal, se muestran: San Juan Bautista en un paisaje, un óleo sobre cobre pintado por Juan Bautista Maíno hacia el año 1610, la lámina de cobre Auto de Fe celebrado en la Plaza Mayor de Madrid realizada en 1680 por Gregorio Fosman y la acuarela Una celestina y los enamorados que Luis Paret pintó en 1784.



La primera de ellas, San Juan Bautista en un paisaje es una trabajo de 20x12 cm adquirida por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en 2017 por 375.000 euros. Esta pequeña pintura realizada sobre cobre, que no fue expuesta en la muestra que el Prado le dedicó al artista en el año 2009, por su tamaño y refinada elaboración "fue considerada como extraordinaria por los más sofistacados coleccionistas italianos del XVII", explica Leticia Ruiz, jefa del Departamento de Pintura Española del Renacimiento. En la época de la pintura mural y de altar "este tipo de piezas eran pequeñas joyas" por la precisión requerida. La pintura, además, no escasea en detalles y "se pueden observar ciervos bebiendo agua, pájaros y diversidad de vegetales".



Juan Bautista Maíno: San Juan Bautista en un paisaje

Además, en la figura de San Juan se reconoce la influencia de Caravaggio aunque Maíno "lo incluye en un paisaje en fechas en las que los grandes artistas de la pintura empezaban a dar un al paisaje un carácter autónomo". La pintura, concebida al poco de concluir su formación en Roma, se presenta en una vitrina "que permite al espectador acercarse a ella, que es lo que querían los coleccionistas de la época". Su pequeña dimensión demuestra la capacidad pictórica de un artista que, en ocasiones, "tuvo que usar pinceles de dos pelos".



La lámina de cobre Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid, realizada por Gregorio Fosman en 1680 y comprada con fondos propios del museo por 6.000 euros al anticuario Palau Antiquitats, se relaciona con el libro de José del Olmo en el que se incluye la estampa y con la pintura que Francisco Rizi acometió tres años más tarde. Las tres se muestran juntas cerrando un círculo que documenta estas celebraciones políticas y religiosas. La obra del artista de origen flamenco, considerado uno de los mejores grabadores de la época (sustituyó a Pedro de Villafranca como grabador de cámara), se presenta en el museo coincidiendo con una muestra que conmemora los 400 años de la plaza madrileña.



Una de las curiosidades que envuelven a la pieza es que, habitualmente, el elevado precio de las láminas de cobre hacía que estas se volvieran a fundir para realizar otros trabajos. Sin embargo, la presencia de una copia de un autor anónimo de la Madonna del conejo de Correggio en la parte trasera de la misma ha permitido su conservación. El acto que en ella se representa fue uno de los más importantes del reinado de Carlos II en la que la "presencia del monarca era un símbolo de justicia del acto en sí mismo", explica José Manuel Matilla, jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del museo.



Gregorio Fosman: Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid (1680)

Por último Una celestina y los enamorados de Luis Paret es un ejemplo de cómo una técnica a menudo considerada como material preparatorio se convierte en una obra en pleno derecho. La exposición de este ejemplar de Paret coincide con la muestra que la Biblioteca Nacional de España le dedica al artista a partir del 25 de mayo. La acuarela, adquirida por el Ministerio en 2016 por 130.000 euros, fue pintada en 1784 y, por tanto, anterior a Los caprichos de Goya. Sin embargo, el maestro zaragozano bebió de los temas que Paret capturó: la brujería, la superstición, la falsedad de las relaciones y la vejez.



Para realizar este dibujo se inspiró en La Celestina de Fernando de Rojas, historia que fue prohibida. Como la novela, Paret captura "un ambiente decrépito repleto de objetos viejos como tapicería anticuada, sillas del siglo XVII desvencijadas, copas sin tapa, botes de farmacia...", recuenta Matilla. La celestina en cuestión aparece junto a una gata y varios botes y flores adormideras con fines amorosos. Unos fines que se muestra con la pareja de dos jóvenes que están a punto de cerrar una puerta tras la celestina.



Pero la historia de Rojas no es la única fuente de inspiración de Paret, también lo fue el artista italiano Jean-Baptiste Le Prince. "Paret era un moderno y conocía el gusto por el grabado así como una serie de tres piezas que hizo este artista parisino. En una de ellas retrató el tacto con la imagen de una señora mayor a la que están tomando el pulso. Detrás de ella dos jóvenes se toquetean", explica Matilla. No se tratan de plagios, incide, sino de inspiraciones. Paret, además, tuvo dos exilios: uno a Puerto Rico y el otro a Bilbao porque, se dice, conseguía mujeres al Infante Don Luis. Por eso se cree que esta obra, por su carácter íntimo, "pudo ser privada". A pesar de tratar los temas que luego interesarían a Goya "la gran desgracia de Paret fue ser coetáneo, durante una temporada, del artista zaragozano", concluye Matilla.



@scamarzana