Rubens: El perro de Hércules descubriendo la púrpura, 1636-38

Un día Hércules se encontraba paseando junto a Tiro, su novia, por las calles de Fenicia cuando su perro apareció con las fauces pintadas de un bellísimo rojo que llamó la atención de la ninfa. El can había mordido el caparazón de un molusco y la sangre de la poca carne que había en ella había impregnado su pelaje. Cuando esta vio el carmesí le pidió a Hércules que le regalara un vestido de un color aún más bello que aquel o, de lo contrario, no le haría caso. En ese momento el joven se propuso recoger estos moluscos y sacarles la sangre para llevárselos a la joven convirtiéndose, según los tirios, en el inventor del tinte de la púrpura. Esta historia fue recogida por Julio Pólux en Onomasticon e inmortalizada por Rubens en uno de los cuadros que el rey Felipe IV le encargó para la Torre de la Parada del Palacio del Pardo. Esta es una de las mitologías poco conocidas que componen Los mitos en el Museo del Prado (Guillermo Escolar Editor), un libro de Marta Carrasco y Miguel Ángel Elvira.



Los autores han reunido 90 historias mitológicas que esconden los cuadros del Museo del Prado. Durante los cuatro años que han estado poniendo en pie este manual han consultado "las fuentes reales a las que acudían los artistas", explica Carrasco. Era necesario, hace hincapié, meterse en su mentalidad para poder ofrecer un libro "académico y riguroso pero divulgativo que sea accesible para cualquiera que no sea especialista en arte". Lo más complicado, interviene Elvira, fue "redactar, sintetizar y que cada mito cupiera en una página".



El origen de la Vía Láctea de Rubens, Sísifo de Tiziano, Saturno devorando a sus hijos de Goya, Las hilanderas de Velázquez... todos ellos sucumbieron al poder evocador de la mitología con unas pinturas, en su mayor parte, encargadas por reinas y reyes. No eran peticiones vanas, muchas de ellas cuentan con una carga política con la que trataban de afianzar su poder o mandar un mensaje de advertencia.



Joachim Patinir: El paso de la laguna Estigia, 1520-24

Aunque la mitología ha estado presente en muchas obras maestras del arte el acercamiento a sus historias no ha sido siempre el mismo. En la época humanista, por ejemplo, nos podemos encontrar a un pintor como Patinir que "se dedica a hacer un profundo estudio de hasta qué punto pueden coincidir el más allá pagano y el más allá cristiano e intentar fundirlos, hasta una historia brutal como la de Saturno devorando a sus hijos de Goya", sostiene Miguel Ángel Elvira. El salvajismo de este último aturde al visitante del Museo del Prado pero la lectura no queda ahí porque este cuadro "te dice mucho del momento que está pasando Goya", incide Carrasco. La brutalidad de la guerra en la que ha visto cómo sus amigos han fallecido o han estado presos hace que el pintor zaragozano se sienta solo y desencantado llevando su desazón a un cuadro que nada tiene que ver con el Saturno de Rubens que lo inspiró.



Ambos autores son profesores en la universidad, cualidad que se advierte en la concisión de sus textos. La mitología, defienden, nos rodea en las ciudades dando nombre a plazas o esculturas sin saber, en ocasiones, el trasfondo de las mismas. Se han centrado en la colección del Museo del Prado, que participa en el volumen, por ser una colección de reyes porque eran estos, "por razones culturales, sociales y políticas, los que tenían a gala mostrar sus conocimientos en mitología", arguye Elvira.



En España la pintura mitológica no tuvo una escuela sino una visión más personal. Velázquez, por ejemplo, "tiene una visión muy particular de representar la mitología y Ribera, que trabaja en Nápoles, tiene una relación más estrecha con los artistas italianos que con la corte española", comenta Elvira. En ese sentido, continúa, el pintor sevillano escoge unos mitos muy concretos que "rara vez aparecen representados".



Velázquez: El triunfo de Baco, 1628-29

Es "compleja", asegura Elvira, la historia que recoge Las hilanderas, el único capítulo, por cierto, que se extiende dos páginas. Lo que en apariencia es el retrato de un taller de hilados y tapices nada tiene que ver con lo que se observa al fondo del lienzo. Allí, detrás, casi difuminado, Velázquez representa una leyenda que ya Ovidio había relatado: Minerva y Atenea se enfrentan a Aracne para descubrir quién teje mejor. No fue hasta el siglo XX que los estudiosos se dieron cuenta de la importancia de la historia que se esconde tras ese primer plano de las mujeres en su jornada laboral. Ahora es sabido que Velázquez narra la fábula de Atenea y Aracne. Lo mismo ocurre con la presentación de Baco en Los borrachos en la que, a primera vista, parece tan solo eso, una reunión de gente ebria. Sin embargo, el dios del vino "recibe a quienes dirigen a él con el mismo esquema con que la Virgen recibe a los Reyes Magos. Hay un sentido de enaltecimiento de su figura", afirma Elvira. Y es que, en realidad, "cuando los dioses crean la mitología lo hacen a escala humana y los dotan de virtudes humanas".



Las leyendas están repletas de historias de amores, celos, traiciones y venganzas que, para Carrasco, "son reconocibles por todos". ¿Damos un paseo por el Museo del Prado reviviendo sus fábulas y mitos?



@scamarzana