Teatro de sombras (Shadow Play), 2014
En 1947 Alberto Giacometti creó La mano, una escultura de bronce que el artista ideó para evocar la imagen de un brazo amputado como consecuencia la guerra. Esta pieza, que se puede ver en el Kunsthaus de Zúrich, le ha servido a Javier Téllez (Valencia, Venezuela, 1969) como eje para dos trabajos que presentó en 2014 en esa misma pinacoteca: Teatro de sombras y Bourbaki Panorama. Ahora, las dos películas se proyectan en la sala Film & Video del Museo Guggenheim de Bilbao hasta el próximo 18 de noviembre.Si existe una constante en su obra esa es la de trabajar con conjuntos de personas que viven en los márgenes de la sociedad como pacientes psiquiátricos, discapacitados o refugiados. Este último grupo es el que le ayudó a componer estos dos testimonios en forma de películas mudas rodadas y proyectadas en 35mm. Ambas "tienen en común que no hay sonido y lo único que se oye, de manera ensordecedora, es el estruendo de las proyecciones", comenta Manuel Cirauqui, comisario de la exposición. En esa caja en la que se convierte la sala, "el sonido mecánico de los proyectores es también un elemento importante ya que ese sonido evoca las armas y la guerra", ha defendido el artista.
Para ambas obras Téllez contactó con escuelas de idiomas de Suiza en las que los refugiados estuvieran aprendiendo el idioma para integrarse en la sociedad. Su variada procedencia, afirma el comisario, no es relevante sino la historia que guardan tras de sí. Fueron los que aceptaron colaborar con Téllez los que aparecen en estas películas y quienes "abordan el papel de la existencia del refugiado y su relación con la cultura y la herencia cultural", explica el comisario. En Bourbaki Panorama muestra a un grupo de personas girando en círculo en torno a la pintura de la que toma nombre, una panorámica datada en 1881 que narra el éxodo de 87.000 soldados franceses en busca de asilo tras caer contra las tropas prusianas.
Una imagen de Bourbaki Panorama, 2014
En Teatro de sombras Téllez teje una película en blanco y negro en la que estos refugiados cuentan su experiencia, el porqué de su huida. A través de sus cuerpos y manos estas personas proyectan sombras que cuentan "la vida del refugiado". La idea, continúa Cirauqui, es que se les invita a escribir la historia, a tomar decisiones y a construir relatos simbólicos donde hablan de los momentos y conflictos que les ha llevado fuera de su país. Al carácter metafórico de sus relatos se añade un detalle significativo: "Estas personas, a menudo excluidas de la vida social del país de acogida, así como de la vida política, se expresan sin recurrir a la voz ni al sonido".
Actualmente, el tema que aborda está "de actualidad en Europa porque, ¿cuál es el destino de estas personas, su papel en la sociedad, qué ocurre cuando están en un contexto cultural determinado?", se pregunta el comisario. En ocasiones "se convierten en objeto de estudio pero no están presentes en primera persona. Hablamos de ellos pero ellos no cuentan su relato", añade.
Por ello, a Javier Téllez "no le gusta la palabra marginal", ni tampoco colectivo. Prefiere hablar de conjuntos de personas que se unen en torno a su obra para colaborar con él. "En el caso de los refugiados se trata de gente que está en Suiza esperando un estatus político formal", mientras que para otras piezas ha contado con pacientes psiquiátricos. Todos ellos, concluye, "tienen un rasgo en común y es que de alguna manera son personas que nos ayudan a describir o entender cómo funcionan los márgenes de la sociedad en la que vivimos".
@scamarzana