La bella Rafaela, 1927
En los locos años 20 Tamara de Lempicka encontró su hueco en París, una ciudad en la que confluyeron gran variedad de artistas al terminar la Primera Guerra Mundial. A mediados de esa misma década triunfó el art déco, un estilo simétrico y rectilíneo que "nació con la intención de ser decorativo, eficaz e inmediato". Estos tres atributos los contiene la obra, "sin pretensión intelectual", de esta artista que amasó una gran fortuna con su lenguaje. Así lo ha hecho saber Gioia Mori, comisaria de Tamara de Lempicka. Reina del art déco, una muestra que reúne cerca de 200 piezas, entre pinturas, fotografías y objetos, en el Palacio de Gaviria hasta el 24 de febrero.La exposición, que cuenta con más de 40 prestadores, "está concebida para dar a conocer el contexto de su protagonista", una artista obsesiva y excesiva que podía llegar a trabajar entre 12 y 14 horas diarias. Por eso, aun siendo ella la protagonista, cada sala está ambientada en su época y aderezada con fotografías, muebles y grabaciones que reviven aquellos años. En la ciudad de la luz recibió clases de Andrè Lhote y se codeó con Joyce, Colette e Isadora Duncan, ilustró revistas femeninas y en 1922 llega al Salón d'Autonme. También por estas fechas presentó en público algunos de los desnudos femeninos en los que había trabajado. Su lenguaje no entraba en los cánones, su estilo de vida era libre y su pincelada aclamada por científicos, escritores e intelectuales.
Tamara de Lempicka en 1929
Esta última profesión tuvo un impacto tal que consiguió tener su propia sección en Salon d'Automne. No en vano Tamara de Lempicka perseguía ser la mujer más elegante de París e inspirándose en Greta Garbo, seleccionaba a los fotógrafos que la iban a retratar. Por supuesto estos tenían nombres tan conocidos como los de Lorelle, D'Ora o Maywald, los mismos que retrataban a las estrellas de cine. Y, como la más grande de las actrices, también se vistió con los vestidos de los modistos más importantes de su época como Schiaparelli, Descat o Patou.
Pero su éxito no fue regalado sino "fruto del tesón". Es cierto que nació en el seno de una familia polaca adinerada pero a París llegó, huyendo de la revolución bolchevique, en calidad de "refugiada" y consiguió "recuperarlo todo con su arte", destaca Mori. De hecho, vivió en uno de los pisos más modernos de la época, decorado con objetos vanguardistas, butacas de acero y tubos vistos que ocupó las páginas de revistas francesas, polacas y británicas. El arquitecto era Robert Mallet-Stevens y el diseño de interiores lo firmó la hermana de la artista, Adrienne Gorska, "primera mujer en licenciarse en arquitectura en Polonia", recuerda la comisaria. Gorska, junto a su marido, ideó el formato cinéac (cine de actividades), unos cineas con puertas giratorias y luces de neón. En ellos proyectaron, en 1932, un vídeo de dos minutos protagonizado de Tamara en su casa en una especie de "taller moderno de pintura".
The young girls y, a la derecha, Las dos amigas
En su obra no faltan las alusiones a sus escarceos con otras mujeres y la exposición tampoco lo pasa por alto. Sus amantes féminas inspiraron algunas de sus obras más sensacionales como La hermosa Rafaela o el abrazo secreto capturado en Las muchachas jóvenes. En otra sección dedicada a los desnudos se reúnen algunos dibujos que permiten ver su evolución pictórica. Mientras que en los más tardíos presta más atención "a los juegos de luces y sombras", los de los años 20 denotan un "estudio del arte antiguo". "Tamara de Lempicka se fijó en la moda y en otras disciplinas pero también estudiaba a los maestros antiguos, dialogaba con artistas como Bernini o Miguel Ángel", sostiene la comisaria. Esto se puede ver, por ejemplo, en la sección dedicada a los bodegones, en su viaje por España hace ahora 86 años y en la sala donde se recupera el retrato perdido de Alfonso XIII. El monarca y la celebritie coincidieron en Italia, donde empezó un lienzo que nunca llegó a acabar.Sin embargo, el terror de una Segunda Guerra Mundial hizo que la artista se trasladara a Nueva York y el auge del expresionismo abstracto contribuyó a que Tamara de Lempicka cayera en el olvido. Ya en la década de los 70 fue redescubierta y, desde entonces, sus figuras geométricas, colores brillantes y formas rotundas, han sido inspiración de campañas publicitarias de Dolce y Gabana, Campari o la cadena de electrodomésticos Kitchen Aid, y sus obras proyectadas en los espectáculos de Madonna, una artista que ha jugado con la ambigüedad. Es más, la reina del pop, que es a su vez coleccionista de obras de De Lempicka, hizo un homenaje a la pintora a través de la ropa que Jean Paul Gaultier diseñó para la gira de Blonde Ambition Tour. La gran cantidad de obras que se encuentran en colecciones privadas y las escasas que permanecen al alcance del público hace que sea prácticamente imposible que algún día exista un museo dedicado a esta artista transgresora.
@scamarzana