Estudio de Irene de Andrés en Flora ars+natura

Las hay en los lugares más insospechados, un barco, una isla, una cabaña en un árbol, una isla virgen. Hablamos de residencias artísticas apoyadas por Acción Cultural Española y calentamos motores para el encuentro de la Feria Estampa.

No es un tema baladí, las residencias artísticas florecen como champiñones en todos los puntos del planeta. Históricas y de nueva creación, en el campo y en la ciudad, de mayor o menor duración, existe un circuito de artistas que van pasando de una a otra. Son, además, como subraya Christoph Tannert desde la Künstlerhaus Bethanien de Berlín, una alternativa al mercado: "apoyamos a los artistas para que trabajen sin la presión comercial, creando un espacio en el que las ideas vencen a la viabilidad de venta de las obras". Porque, ya lo sabemos, los artistas en España no cuentan con abultados ingresos y las residencias les permiten desconectarse del día a día y tener tiempo y recursos para reflexionar sobre su trabajo. También para iniciar nuevas investigaciones sin la presión de una exposición inmediata. ¿Cuál es la duración ideal? Para José Roca, de Flora ars+natura, el espacio de Bogotá conocido por su encuentro entre arte y naturaleza con el que AC/E colabora desde 2016, "las de mediana o larga duración (de cinco meses a un año) permiten a los artistas asentarse en el lugar de manera más orgánica, insertarse en la escena local, y tener tiempo de adaptación, familiarización, conceptualización, trabajo de campo, producción y exhibición de procesos y resultados".



Resultados líquidos

En Wiels (Bruselas) presentar una obra al finalizar la estancia es sólo algo opcional y puede hacerse a posteriori, "meses o incluso años después, con lo que se elimina ese factor de presión", apunta Eva Gorsse. Además de centro de arte, ofrece estudios individuales para nueve artistas. "Es un sitio muy abierto al público -cuenta Oier Iruretagoiena (Errenteria, 1988), en residencia estos meses-. Nada más entrar al centro lo primero que encuentra cualquier visitante es un espacio muy amplio con mesas y sillas para sentarse y hablar, hacer una reunión, tomar un café... Esa organización del espacio es un gesto muy importante, permite que haya encuentros de una manera muy natural".



June Crespo en Ateliers

Intercambiar modos de hacer y crear comunidad es otro de los puntos fuertes de las residencias. De Ateliers, en Ámsterdam, fundada por artistas y para artistas, lleva en funcionamiento desde 1963 y ofrece un programa de dos años con el que apoyan a creadores jóvenes. "Más que promocionar y establecer un puente con el sistema del arte y sus agentes -cuenta June Crespo (Pamplona, 1982) que fue residente entre 2015 y 2017 gracias al programa de acción exterior- proporciona un espacio, tiempo y contexto adecuado para la concentración en el trabajo, una oportunidad de cuestionarse las maneras de hacer propias, arriesgar, experimentar, avanzar y llevar la obra a otro nivel. Surgen muchos puntos de vista y conversaciones que enriquecen y aceleran el proceso de trabajo pero que pueden también generar confusión o desasosiego. Es igualmente importante la convivencia y aprendizaje que se deriva del tiempo compartido con los artistas participantes".



El lugar en el que se encuentran es lo crucial en otros casos. Para Karlos Gil (Toledo, 1984) el capital de Gasworks es su ubicación en Londres. Fue residente en 2014 y desde entonces han pasado por ahí vía AC/E Rubén Grilo, David Mutiloa, Claudia Pagès y Antoni Hervàs (atentos los interesados que está abierta la convocatoria para el próximo año). Es, junto con Delfina Foundation, la más prestigiosa de la ciudad.



Javier Peñafiel en URRA Tigre

Desde Wiels, Oier Iruretagoiena hace hincapié en la transformación en la manera de enfrentarse as su obra, "estar en un entorno nuevo, con gente nueva, siempre produce cambios en el trabajo, aunque sean a veces pequeños detalles. Sé que lo que estoy haciendo aquí no lo hubiera hecho nunca en Bilbao". Algo en lo que coincide Irene de Andrés (Ibiza, 1986), que estuvo en Flora en 2016. De esta experiencia colombiana destacan todos su ambiente familiar y su programa de excursiones no necesariamente vinculados al mundo del arte. "Ayudan a conocer mejor el país, parte de su historia y naturaleza, y además genera muy buen ambiente entre los compañeros, algo fundamental en una residencia artística". Luz Broto (Barcelona, 1982) lleva allí tres meses, desde donde cuenta que hace tiempo que no tenía un estudio -otro de los puntos candentes- para ella sola. "Eso posibilita ciertas cosas, como remitirme al origen de mi trabajo". A Javier Peñafiel (Zaragoza, 1964) le pillamos recién llegado de URRA Tigre, en un enclave natural al norte de Buenos Aires donde ha trabajado, con una ayuda del Programa para la Internacionalización de la Cultural Española (PICE) en una obra vinculada al territorio. Acostumbrado a la itinerancia subraya que los puntos fuertes de una residencia son poder producir en ella y que esté socialmente vinculada al lugar con un programa público.



Encuentros desacelerados

De todo esto se habla desde ayer en el programa Residencies Exchange de la feria Estampa. Organizado por Hablarenarte con el apoyo de AC/E, da voz a sus gestores para poner en común proyectos en curso en España, Europa y Asia, desde donde Lily Liu, de Taipei Artist Village, destaca también la importancia de las residencias como "plataforma para que los artistas hagan contactos para futuras exposiciones, confronten, observen y se inspiren en otras culturas". Una oportunidad de ver otras maneras de hacer. Cada cual que elija su modelo. Hay muchos.



@LuisaEspino4