La Mujer de Fuego
Lo que en principio iba a ser una exposición colectiva sobre la Semana Santa ha terminado siendo una individual de Bill Viola (Nueva York, 1951). El destino, dirán muchos. Y es que el artista estadounidense ha pasado más de cuatro décadas intentando responder a las preguntas que muchos nos hacemos. Pero no todos tenemos el tiempo necesario para detenernos en ello así que Viola nos facilita el camino. Vía Mística es el título de esta muestra de 16 piezas repartidas en cuatro sedes del casco histórico de Cuenca. La ciudad, dice Kira Perov, mujer y colaboradora del artista, “es el lugar idóneo para esta exposición basada en imágenes ralentizadas, que se mueven al ritmo adecuado para la contemplación y la reflexión”. La muestra en sí misma gira en torno a la idea de la espiritualidad y ahí entronca a la perfección con una ciudad que esconde misterios entre sus piedras y se vuelca con la Semana Santa, cuyo museo acaba de ser restaurado.Bill Viola en la iglesia de San Miguel
Espiritualidad en Cuenca
En la iglesia de San Miguel, primera parada del recorrido, aturde la oscuridad en la que se adentra el visitante. Al fondo de la sala una gran pantalla proyecta La Ascensión de Tristán, en la que un cuerpo sin vida reposa en un bloque de hormigón. La lluvia empieza a caer, o a subir más bien, sosegada para convertirse, al cabo de unos minutos, en un torrente que envuelve al cuerpo que ligeramente comienza a elevarse hasta desaparecer. En palabras de Viola, esta pieza “describe el ascenso del alma en el espacio, después de la muerte, cuando despierta y se dibuja en una cascada que fluye de abajo arriba”. Acto seguido vemos una figura negra envuelta en llamas que, bajo el título de La Mujer Fuego, cae de bruces en el agua. En este caso se trata de una “imagen en la mente de un hombre moribundo, un reflejo que se rompe y colapsa en su forma esencial: ondas de luz”. En esa misma sede se proyecta Emergence y la serie de los cuatro mártires que corresponden al fuego, aire, tierra y agua derivada de la instalación permanente de la Catedral de San Pablo de Londres.Varias piezas de Bill Viola en la iglesia de Andrés
En San Andrés, Perov, comisaria de la muestra junto a Eulen Art, decidió instalar The Messenger, obra que le encargó la Catedral de Durham en 1996. De nuevo, un amplio espacio acoge al espectador que observa cómo un cuerpo emerge del agua para exhalar aire y volver a caer y desaparecer en el fondo azul. Ya en el convento de las Angélicas se muestran Las Pasiones de Bill Viola, una serie de piezas en las que pone el foco en detalles de gestos, posturas y movimientos que “evocan las técnicas de los maestros del Renacimiento y el Manierismo”. El cuarto enclave es el Museo de Arte Abstracto Español que pusieron en marcha artistas como Rueda, Zóbel, Saura o Torner. Allí, junto a estos artistas, se intercalan “a menor escala cuatro obras íntimas de varias épocas“, cuenta Perov. El objetivo de Viola, arguye su mujer, es “sumergir a los espectadores en un mundo interior creado para ellos, pero que también da un gran margen para el descubrimiento y la reflexión”. Como vemos, el artista trata temas como el nacimiento, la muerte, el dolor, el amor y la redención. Su espiritualidad se fusiona con el entorno porque para Viola el arte es “el proceso de despertar el alma” y, para ello, siempre se ha inspirado en las palabras del filósofo chino Chuang Tzu: “el nacimiento no es un comienzo, la muerte no es un final”. Y la belleza de sus imágenes, en las que pone el acento en los detalles para que realmente reparemos en ellos, nos llevan también a pensar en lo que dijo una vez Dostoyevski: “la belleza salvará el mundo porque no necesita de armas, basta con admirarla incluso dejarse herir por ella”. @scamarzana