Mencionar a David Hockney es pensar, casi seguro, en las piscinas que pintó. Una de esas icónicas piezas, la misma que la Tate Britain utilizó para su cartelería de la exposición que celebró en 2017, Portrait of an Artist (Pool with Two Figures), fue el centro de atención de la subasta que se celebró ayer en Christie's en Nueva York. Y, como estaba previsto desde hace meses, batió récord al venderse por 90.312.500 dólares (79.637.000 euros al actual cambio monetario): el precio más alto pagado por la obra de un artista vivo. Hockney, por tanto, arrebata el puesto que hasta ahora tenía Balloon Dog, de Jeff Koons, vendida en 2013 por 58.400.000 dólares.
En ella Hockney combina dos de sus motivos más recurrentes, la piscina y el doble retrato, salió con un precio inicial de 20 millones de dólares que en menos de un minuto alcanzó los 60, superando rápidamente a Koons. Pero la puja se prolongó durante nueve largos minutos hasta caer en esos 90 millones de dólares que arrancaron el aplauso de la sala.
Inspirada en la yuxtaposición de dos fotografías de su estudio, el pintor abandonó el primer intento de abordar esta pieza en 1971. Un año más tarde volvió a ella con motivo de una exposición que la André Emmerich Gallery le iba a dedicar. Durante dos semanas el pintor que entonces tenía 24 años trabajó 18 horas diarias para finalizar una de sus obras maestras. La última pincelada la dio la noche antes de que los transportistas fueran a recoger los lienzos para llevarlos a Nueva York.
La pintura de Hockney fue el plato fuerte de la noche Post-War and Contemporary Art Evening Sale en la que había trabajos de artistas de la talla de Francis Bacon y Jean-Michel Basquiat. En total se vendió cerca del 85% de las piezas del lote por un total de 357.622.500 dólares (315.348.000 euros).