Tabakalera (San Sebastián)

Nadie pone en cuestión la necesidad de bibliotecas o teatros pero cuando hablamos de museos y centros de arte a menudo se asocian a la fiebre del ladrillo. Esto no deja de ser injusto porque si bien hubo algún proyecto desproporcionado, muchos otros vinieron a animar un tejido artístico nacional en el que todo estaba todavía por construirse. Cuando El Cultural nacía, no llevaban muchos años rodando el Museo Reina Sofía, el IVAM de Valencia o el MACBA de Barcelona y acababa de inaugurarse el Guggenheim de Bilbao. Desde entonces han aparecido y hasta desaparecido muchos otros. Algunos se crearon para albergar colecciones de arte preexistentes; otros, se especializaron en materias como el paisaje o la cultura digital y proliferaron, también, los centros de producción interdisciplinares.

Aunque el Espai de Castellón se inauguró en 1999, el año clave fue 2002. Nacían entonces ARTIUM en Vitoria, DA2 en Salamanca, Patio Herreriano en Valladolid, MARCO de Vigo, La Casa Encendida en Madrid y CaixaForum Barcelona. Se había cogido tono, y poco después vendrían el Museo Picasso de Málaga (2003), Es Baluard en Palma de Mallorca (2004), MUSAC en León y Centro Párraga de Murcia (2005), CDAN en Huesca (2006), LABoral Centro de Arte de Gijón, Matadero Madrid y el navarro Centro Huarte (2007). En 2008, amenazados por la crisis, inauguraban CaixaForum Madrid y el CA2M en Móstoles, y tras unos años de parón -con la excepción de CentroCentro en Madrid en 2011- abría en 2015 Tabakalera San Sebastián y el Museo Universidad de Navarra, un año después el C3A de Córdoba (que llevaba años construido pero sin contenidos) y ya en 2017 la Fundación Cerezales en el entorno rural leonés, el Centro Botín en Santander y Bombas Gens en Valencia.

¿Fueron demasiados? “No lo creo -defiende Daniel Castillejo, director de ARTIUM- de la misma manera que ocurre en el resto de Europa, había que construir una red de museos, centros y otros equipamientos que no existían en España para armar el arte contemporáneo aquí”. Es verdad que hubo fallos, en algunos casos los contenedores primaron sobre los contenidos y faltó una planificación de las necesidades y costes que conllevaría mantenerlos. Pero también hubo aciertos. De este período, uno de los referentes más aplaudido fue el MUSAC que “nació con vocación de presente -recuerda Rafael Doctor, su primer director- pendiente de una realidad más amplia que la de las artes plásticas”. El edificio de Mansilla+Tuñón se inauguró con la exposición Emergencias que “planteó la línea principal de la colección y si valía para algo el compromiso social en la creación contemporánea”.

Artium (Vitoria)

De dimensiones, presupuestos y misiones diferentes, no todos tienen colección aunque esta sea la seña de identidad de muchos de ellos. ARTIUM nace para albergar la del Museo de Bellas Artes de Álava ante su falta de espacio. Con un presupuesto de compras hoy de 70.000 euros, reúne obras que van de Picasso y Dalí a Txomin Badiola e Ignasi Aballí y han apostado por seguir a artistas en activo, tanto en sus fondos como en las exposiciones temporales. La columna vertebral del Patio Herreriano, señala Cristina Fontaneda, directora del museo entre 2006 y 2016, es la Colección Arte Contemporáneo. Más de 1.100 obras, la mayoría de arte español de la primera mitad del siglo XX, que alberga desde su creación. Pertenece a una asociación de grandes empresas y los vaivenes políticos y la ausencia de director han puesto en jaque su continuidad en el centro.

"Era necesaria una red de museos para armar el arte contemporáneo en España" Daniel Castillejo (ARTIUM)

La colección permanente del Museo Picasso Málaga, la joya de la corona de los museos de la Junta de Andalucía, está compuesta por 233 obras, más 166 de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso. José Lebrero Stals ha sabido darle una vuelta de tuerca a la figura de Picasso para “reflexionar sobre cuestiones de nuestro presente y las motivaciones de la creatividad del siglo XX”. En El factor grotesco, uno de sus primeros proyectos, puso al malagueño en diálogo con Leonardo da Vinci, Cindy Sherman o El Bosco. También el CA2M se crea para albergar una colección, la de la Comunidad de Madrid. Ubicado intencionadamente fuera del centro de la capital, tuvo desde el principio muy presente la cultura popular en sus exposiciones y actividades. Éstas, su programa educativo y las Picnic Sessions “son lo que nos identifica mejor”, subraya Manuel Segade.

Museos especializados

Otros centros se han distinguido por una programación más especializada. Es Baluard, desde la llegada de Nekane Aramburu, apuesta por proyectos de género y transgénero y un compromiso con la sostenibilidad. “Hay que cuestionar el sentido de los museos hoy. Son una necesidad social y han de tener una escala proporcionada”. El CDAN incide en la relación de Arte y Naturaleza. En sus tres colecciones el paisaje es el punto fuerte y tienen intervenciones específicas de artistas como Richard Long. O, recientemente, el Centro Huarte que desde 2016 está dirigido de manera colectiva por Elisa Arteta, Betisa Ojanguren, Nerea de Diego y Oskia Ugarte, una artista escénica, una educadora, una artista visual y una gestora cultural, que lo han transformado en un centro de producción. Con tres líneas de trabajo -residencias y estancias, formación y educación, y actividad en abierto- dicen que su mayor reto ha sido desarrollar un proyecto sin precedentes en Navarra.

EsBaluard (Palma de Mallorca)

Aunque entre los espacios de producción la avanzadilla fue de LABoral. Con sus residencias y sus exposiciones se enfocó hacia lo digital y lo industrial. “Este es su ADN -explica Karin Ohlenschläger- ahondar en el diálogo y la colaboración entre arte, ciencia, tecnología y sociedad”. También conviven residencias artísticas (20 por año) junto a talleres, exposiciones, presentaciones de artes vivas y una fachada mediática en el C3A de Córdoba, que todavía no ha cumplido los dos años. Álvaro Rodríguez Fominaya destaca los programas públicos como su seña de identidad. Falke Pisano, Espaliú o Regina de Miguel han sido algunas de sus muestras.

"Los museos son una necesidad social y han de tener una escala proporcionada" Nekane Aramburu (Es Baluard)

Hay espacios “polifónicos”, como los llama Ane Rodríguez desde Tabakalera, uno de los centros más jóvenes de nuestra geografía. Está compuesto por diferentes voces o instituciones, igual que ocurre en Matadero, e incluye en su programa exposiciones, programas públicos, educación, residencias, cine y cultura digital. Una de las claves es “programar sabiéndonos en un contexto local, para los artistas locales, pero enlazando también con contextos más globales”. En Matadero Madrid se estrena como directora Rosa Ferrer. El edificio abrió en 2007, todavía en obras, con Intermediae y Naves Matadero. Hoy desarrolla un programa de residencias de artistas y de grupos de investigación, de trabajo con comunidades locales y también tiene festivales, seminarios, talleres, conferencias y programas educativos. Es, de todos los ejemplos que hemos revisado, el que más visitantes recibió el pasado año, algo más de un millón nada menos. Sus distintas instituciones “se articulan orgánicamente, y no hay muchos centros así, tampoco los hay que experimenten lo interdisciplinar. Tenemos un espacio dedicado a la palabra y al libro, al cine, al diseño contemporáneo, estamos abriendo una línea de trabajo sobre arte y cuestiones medioambientales”. Su programa Abierto x Obras ha sido la única oportunidad de muchos artistas de intervenir de una manera total en el espacio.

Entre los centros que han trabajado la transversalidad, combinando exposiciones con conciertos, cine, artes escénicas, talleres y encuentros destaca La Casa Encendida, que fue puntera en su momento. Lucía Casani desvela su fórmula: “ser un punto de encuentro que atraiga a públicos diversos”. En sus salas hemos visto exposiciones individuales de grandes nombres internacionales como John Cage, Andy Warhol y Louise Bourgeois pero también, año tras año, los programas de Generaciones e Inéditos destinados a jóvenes artistas y comisarios. Y en Murcia, el Centro Párraga indaga en las relaciones entre las artes escénicas más experimentales y el arte contemporáneo, “prácticas que tienen nexos en común y que algunas veces no coinciden por sus sistemas de distribución”, apunta Sergio Porlán. También ha sido ingente el trabajo de los CaixaForum, que en estos años han pasado de uno (el de Palma se inauguraba en 1993) a siete, siendo el de Sevilla el último que ha abierto sus puertas. La colección ”la Caixa” cuenta hoy con 1.000 obras, comparte recursos con el MACBA y desde hace cinco años invita con su Comisart a que jóvenes comisarios arrojen nuevas miradas sobre sus fondos.

Edificios con historia

Bombas Gens (Valencia)

Polisémico, así describe CentroCentro Soledad Gutiérrez por su ubicación en el antiguo edificio de correos y actual sede de la alcaldía de Madrid, algo que “supone retos muy importantes a la hora de ser entendido como centro de arte contemporáneo”. Abrió sus puertas con dos exposiciones de fotografía sobre el edificio y fue el momento de mayor número de visitantes. Otro de los hitos para la institución fue la muestra dedicada a Kandinsky. “Es fundamental que exista un proyecto de contenidos autónomo y que esté situado, que sirva tanto al contexto artístico como a los visitantes”.

Hay experiencias que han corrido peor suerte. El Espai de Castellón tuvo su etapa dorada en sus inicios con Jose Miguel G. Cortés, actual director del IVAM. Programó exposiciones-ensayo en las que se abordaban, recuerda, temas de debate como el feminismo, la ocupación del espacio urbano o la violencia institucional. Intromisiones políticas truncaron su historia y cuenta hoy con un raquítico presupuesto de 150.000 euros y no tiene director, aunque voces cercanas avanzan que pronto se convocará concurso. Y más recientemente ha caído el MARCO, al que se fue ahogando poco a poco (el presupuesto inicial de dos millones de euros se ha transformado en 740.000). Iñaki Antelo, al mando entre 2005 y 2017 enumera exposiciones que trabajaron sobre la idea de museo, la imagen en movimiento, la performance, el sonido... con títulos como El medio es el museo, 7+1 project rooms, SCORE y La exposición invisible, que marcaron la identidad del MARCO.

"La clave es programar desde lo local enlazando con contextos más globales" Ane Rodríguez (Tabakalera)

Otro triste ejemplo es DA2, que formó parte del ambicioso engranaje de la Capitalidad Cultural Europea de Salamanca en 2002. Su primer y único director fue Javier Panera que recuerda que “el objetivo era modernizar la ciudad con una alternativa cultural de vanguardia. Eso ya no existe pero me gusta resaltar que sí había un ecosistema artístico que justificaba la creación de un museo, la única facultad de Bellas Artes de la comunidad de Castilla León y potentes departamentos de Historia del Arte y Estética”. Desde su salida en 2011 una sola persona saca a flote el museo. Por último, el CDAN, resucitado por Juan Guardiola después de varios años de silencio, ha pasado de 1.200.000 euros y 11 trabajadores en 2006 a 277.000 y un equipo de dos y medio en 2018.

¿Qué falló en estos casos? No se tuvo en cuenta la escala ni la viabilidad de los proyectos en el tiempo y los presupuestos y los recursos humanos cayeron en picado con la crisis. Además, hubo intentos de injerencia política. “La razón principal detrás de ese boom fue la idea del arte contemporáneo como herramienta de desarrollo económico y turismo regional, no como proyectos necesarios para el desarrollo social, cultural y artístico de una región”, resume Ane Rodríguez.

Centro Botín (Santander)

Y a pesar de todo hay esperanza. En los últimos años han nacido nuevos centros. Al C3A de Córdoba le han acompañado las iniciativas privadas del Museo Universidad Navarra, el Centro Botín y Bombas Gens. El edificio del primero, en el campus de la Universidad de Navarra, está firmado por Rafael Moneo, tiene 24.000 obras en su colección, fotografía sobre todo, y ha incrementado su presupuesto de los 3.326.000 euros iniciales a 3.775.880.

El Centro Botín, en Santander, culmina el trabajo de estos años de la fundación, que lleva casi 25 apoyando a jóvenes artistas con sus Itinerarios. Por el emblemático edificio de Renzo Piano han pasado este año más de 200.000 personas, además de Carsten Höller, Miró y, ahora, Cristina Iglesias. Para Benjamin Weil la clave de un museo es “buscar su público, tener una relación estrecha con el visitante local pero también atraer públicos de fuera con una programación singular y de calidad”. De Bombas Gens, Nuria Enguita destaca la singularidad del edificio, una antigua fábrica de bombas hidráulicas en la que se conserva un refugio de la Guerra Civil y una bodega medieval, y la Colección Per Amor a l'Art, motor del programa de exposiciones y actividades. “Ser contemporáneo y pensar desde lo contemporáneo es lo fundamental”. Y “acercarlo a la gente -añade Soledad Gutiérrez- somos una disciplina muy específica pero al mismo tiempo nuestros artistas tratan temas que nos afectan a todos. Tenemos que encontrar la manera de generar curiosidad”.

@LuisaEspino4