Deportistas, 1930-31

Colección del Museo Ruso. Sor Teresa Prat, 15. Málaga. Comisarios: Yevguenia Petrova y Joseph Kiblitsky. Hasta el 3 de febrero

El suprematismo fue la propuesta más radical entre los ismos de las vanguardias históricas al comienzo del siglo XX. Ninguna otra poética puso contra las cuerdas a la pintura, hasta el límite, reducida a representar un cuadrado negro; o bien, formas monocromas elementales, como el círculo, el cuadrado y la cruz. Después, no solo la pintura sino el arte mismo quedó ante la expectativa de reinventarse mientras asumía su estado epigonal de supervivencia.



Comenzando por el propio creador del suprematismo, Kazimir Malévich (Kiev, 1878 - San Petersburgo, 1935), quien, además de seguir explorando las posibilidades de la pintura en condiciones históricas extraordinarias, fue un personaje fascinante: no solo pintor superdotado, también teórico y profesor. Un artista que se comprometió por completo con la revolución soviética, llegando a dirigir el Instituto Estatal de Cultura Artística de Petrogrado-Leningrado en 1924, después de trabajar en los Talleres Estatales Libres de Arte y de fundar el grupo UNOVIS (Afirmadores del arte nuevo). Y el único, entre los protagonistas de las vanguardias rusas que continuaría allí, pese al cierre del departamento en el que trabajaba en el Instituto Estatal de Historia del Arte de Leningrado en 1929 y a su arresto a finales de 1930.



Malévich es sinónimo de acontecimiento, y en esta nueva muestra hay dieciséis obras nunca antes vistas en españa

Admirado en Europa, donde siguieron viéndose sus telas en exposiciones en Berlín, Zúrich y Viena, y respetado pero marginado en su país. Aunque todavía se le concedería un laboratorio en el Museo Estatal Ruso en 1932, al año siguiente sufriría una enfermedad terminal que pronto le impedirá pintar. Una biografía inevitablemente inseparable de la carga melancólica en sus conocidas pinturas de personajes sin rostros, tercos alegatos de la supervivencia del suprematismo, que entonces denominó "supronaturalismo", frente a la imposición de la representación figurativa en la "cultura proletaria" bajo la dictadura estalinista.



Cada retrospectiva en España de la obra de Malévich es un acontecimiento. Comisariadas siempre por Yevguenia Petrova, subdirectora del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo -que posee la mayor colección del artista, y tiene ahora sede en Málaga- se nos asegura que esta tercera, después de la celebrada a comienzos de los años noventa en Madrid, Barcelona y Valencia, y la mostrada hace ya más de una década en La Pedrera y el Museo de Bellas Artes de Bilbao, es la más importante hasta la fecha, con dieciséis obras nunca antes vistas en nuestro país.



Casa roja, 1932 y, a la derecha, Composición con La Gioconda, 1914

Profundiza la muestra en la primera etapa de Malévich, con un intenso recorrido desde 1906 por variadas incursiones en el impresionismo y sus luminosas telas simbolistas que darán paso a su adhesión al cubofuturismo con el interesante collage Composición con La Gioconda. Pero sin duda, uno de los puntos fuertes es la recreación de la ópera bufa Victoria sobre el sol, 1913, coproducida en la celebración de su centenario por el Museo Ruso y el Teatro de Música y Drama de Moscú. Se muestra aquí un vídeo de su representación, junto a diez figurines del vestuario a tamaño real inspirados en los bocetos de Malévich, que fue también responsable de la escenografía. En la obra se presentaba la batalla de la gente del futuro contra los prejuicios burgueses, simbolizada por la aparición de un telón donde el sol tiene la forma de un cuadrado negro en lugar del habitual círculo rojo. De manera que este habría sido el origen de las sucesivas versiones del Cuadrado negro, una metáfora para la encarnación radicalmente nueva del arte en tiempos modernos; y del Cuadrado rojo, más bien trapezoidal y adecuadamente dispuesto aquí en una esquina, que se presentarían a finales de 1915 en la célebre 0,10. La última exposición futurista.



Sin embargo, otras telas suprematistas de este periodo dan cuenta de su cercanía con las investigaciones sobre la abstracción de Kandinsky, respecto a las que supondrían un reduccionismo estricto a las formas geométricas, eliminando su lirismo. Pero no su dinamismo rítmico, y con una gama de colores amplia y matizada, lo que explicaría las diversas opciones más y menos puristas planteadas posteriormente en el grupo De Stijl en pinturas y en propuestas arquitectónicas, también ensayadas por Malévich, como podemos ver aquí en Arquitectón, 1923, casi indistinguible de piezas coetáneas de El Lissitzky, entonces integrante del grupo UNOVIS.



Aunque amarillo, azul, rojo y negro protagonizan los vestuarios en las imponentes representaciones de los campesinos sin rostro, a los que se expropiaron sus tierras a finales de los años veinte, Malévich también pinta mujeres en blanco, verde y negro, y otras con el rostro rosa. Sobre todo, va creciendo la importancia del tratamiento de los paisajes del fondo. Primero, con la factura cézanniana de la pincelada: obvia reflexión sobre el origen de la revolución de la pintura moderna, pero con una luminosidad jamás alcanzada por el pintor francés. Y después, experimentando con diagonales y bandas cromáticas, como en su serie de Casas, que anuncia directamente el más vehemente intento de supervivencia de la pintura tras el suprematismo, con el expresionismo abstracto de Rothko.



Para finalizar, se han incluido telas realistas, con vivas escenas de personajes individualizados, quizás por influencia del "retorno al orden" en Europa pero cuya datación todavía se discute.



@_rociodelavilla