Las galerías suelen ofrecernos la última producción de sus artistas y, si el nuevo proyecto se estrena en un centro de arte, presentan trabajos preparatorios y obras adicionales imprescindibles para comprender la nueva propuesta, además de posibilitar su adquisición, claro. La perversión de este sistema es su asimilación al circuito comercial de novedades y modas de temporada, como cualquier otro producto de consumo. Pero las opciones son variadas y complejas. De algún modo, una estrategia como la llevada a cabo por la poderosa Hauser & Wirth de hacerse con la obra de artistas mujeres ya fallecidas o muy ancianas (por ejemplo, Louise Bourgeois, Geta Bratescu, Luchita Hurtado, Mira Schendel...) puede considerarse una punta de lanza en su revalorización económica -y a la par, simbólica-, que obviamente también resulta muy pertinente en el contexto social actual.

En ocasiones, es una trayectoria peculiar la que determina a la galería a salirse del tren de novedades. Este es el caso de la actual exposición de Teresa Lanceta (Barcelona, 1951) en Espacio Mínimo, dedicada a la serie La alfombra españolaIncluye una treintena de dibujos, pinturas y, por supuesto, tapices producidos entre 2004 y 2006 (solo alguno terminado el pasado año) que, sin embargo, no se habían visto hasta ahora, a excepción de algunas piezas de esta serie mostradas recientemente en la exposición Aplicación Murillo, donde Lanceta cobra un protagonismo destacado en varias sedes.

Lanceta fue de las primeras artistas en desafiar con sus tapices la dicotomía arte / artesanía

No solo por ser mujer, también por su elección plástica de crear tapices, desafiando la dicotomía arte/artesanía, y de hacerlo desde mediados de los años setenta a partir de una investigación histórica de tradiciones no occidentales afirmando la autoría femenina del anónimo atribuido a las artes textiles, Teresa Lanceta no lo ha tenido fácil. Su trayectoria se desdobla en grandes fogonazos, como la gran exposición Tejidos marroquíes en el Museo Reina Sofía en 2000, donde fue una de las primeras en hablar alto y claro de la deuda de las vanguardias históricas con las artes tradicionales en África; frente a periodos discontinuos en galerías y salas de exposiciones periféricas. Sin que la artista dejara nunca de plantearse nuevos proyectos, aunque por temporadas pareciera condenada al ostracismo.

La alfombra española marca una inflexión en su ardua trayectoria. Porque si sus investigaciones sobre tradiciones, materiales y técnicas, hasta entonces se habían expresado en toda suerte de subversiones formales sustentadas siempre por un discurso reflexivo y poético, es en esta serie cuando conjuga por primera vez la investigación formal con la narración: aquí figurativa, incorporando sutiles dibujos de niños que había plasmado a mediados de los noventa sobre papel en la serie Herodes, y que aquí emergen en tapices y en pinturas a la encáustica, como en los dos lienzos La matanza de los inocentes.

Bajo la perspectiva del genocidio cultural, Lanceta resignifica la industria de inspiración y ejecución morisca que existía en el siglo XV en Albacete, Toledo y Cuenca, cuyas alfombras fueron reproducidas en los cuadros de artistas coetáneos como Pedro Berruguete, pero que los conquistadores fueron transformando, primero con la inclusión de sus escudos heráldicos y después desdibujando las composiciones mudéjares, que darían paso a otros estilos, borrando el quehacer, la vida y cultura de generaciones. 

@_rociodelavilla