Piet Mondrian: Composición en rojo, azul, negro, amarillo y gris, 1921. A la derecha: bloques matemáticos de Maria Montessori para realizar ejercicios de psicoaritmética, c. 1890
Juan Bordes empezó a coleccionar en los años 70. Su primer interés se centró en la figura humana motivado por algo que le llamó la atención: "leí un texto de Gombrich en el que habla sobre la importancia de unos libros, que no se habían conservado, en torno a la patología del retrato de Rubens, que este había estudiado en un librito de Crispijn van der Passe". Pronto se dio cuenta de lo difícil que era encontrar esos volúmenes que habían servido como herramienta de formación para los artistas entre el siglo XVI y el XX. Indagó en varias bibliotecas del mundo y consiguió un fondo de más de 600 ejemplares que, desde 2015, reposa en el Museo del Prado. Este material utilitario no había despertado el interés de los bibliófilos ni coleccionistas y, sin embargo, Bordes les prestó atención para poder estudiar una teoría que le rondaba."Colecciono porque quiero construir un relato, para mí es un acto tan creativo como la propia escultura. Mis colecciones son por necesidad, por el interés de querer investigar un tema en concreto y con esta me di cuenta que al llegar el siglo XIX había cambiado la manera en que se enseñaba la figura humana. Pero también empezaba a ver otros sistemas de dibujo que iban formando grupos". Se trata, precisa, de un material no valorado (habían sido creados para ser utilizados y desechados) de manera individual que "adquiere valor cuando se muestra reunido junto a una teoría. Ahí reside la importancia de un coleccionista, que construya una idea".
Todo ese material que ha ido reuniendo desde entonces, y que actualmente guarda en un sótano, ha servido para poner en pie la muestra El juego del arte. Pedagogías, arte y diseño, cuyo origen reside en el libro La infancia de las vanguardia que Bordes publicó en 2007. La muestra, dividida en tres secciones y que se puede ver en la Fundación Juan March hasta el próximo 23 de junio, está compuesta por una pequeña parte de todo ese fondo que sirve para indagar en cómo la pedagogía del siglo XIX en la que se formaron los artistas fue decisiva en la vanguardia del XX.
Liubov Popova: Painterly Architectonics No. 56, 1916. A la derecha: Juego de fichas. J. D. París, c. 1830.
Un scrapbook de 1880, el eslabón perdido
Hay una pieza que Bordes compró en Londres. Se trata de un scrapbook o cuaderno de recortes fechado en 1880 donde "página a página podemos ver los estilos de las vanguardias que vendrán después". ¿Por qué hay una imagen precubista en esas fechas? Dice el coleccionista que es debido al tangram, un juego que implica una manera de construir la forma con una geometría nueva. A su lado, una sala dedicada a Friedrich Froebel, profesor que inventó el Kindergarten, un método de enseñanza "basado en lo que llama dones y ocupaciones". Su importancia, además de abogar por una educación en la que en el centro de todo está el juego, es la influencia que tiene en los juguetes educativos. Froebel apostaba por una enseñanza "integral con la música, la agricultura o los ejercicios plásticos, que son los que influyeron en la vanguardia".El grueso de la muestra lo forman 22 vitrinas en las que se muestran 22 programas educativos acompañadas de las obras de Léger, Braque o Mondrian. La influencia es palpable, por ejemplo, al ver el libro de un matemático que empezó a explicar a los niños los teoremas de Euclides con los colores primarios. Las formas que se ven en sus páginas "recuerdan al neoplasticismo, a los cuadros de Mondrian". O en el collage, "que en siglo XVIII se hacía como divertimento y los artistas lo llevan al arte". ¿Nos recuerda esto, por ejemplo, a Braque? "El collage no fue un invento del dadaísmo sino que era una costumbre de juego arraigada", apunta Bordes.
Frank Lloyd Wright: ventana del Hotel Lake Geneva, c. 1902. A la derecha: Divided Square-Puzzle, Alemania, 2.a mitad siglo XIX
Otro profesor como Cizek basa su programa en papel recortado que recuerda a Matisse, Pestalozzi se obsesiona con el cuadrado y vemos cómo Malévich los plasma en sus cuadros o un pintor revolucionario enseña a pintar con los sólidos platónicos que podemos observar en las obras de Fernand Léger. Tampoco extraña, por tanto "que un historiador diga que Cèzanne descompone sus cuadros si de pequeño era lo que estudiaba", opina el coleccionista. Los ejemplos son múltiples: el dibujo matemático, el cicloide, el textil, el japonismo...¿Existe en la actualidad la vigencia de todos estos métodos de enseñanza? "Estos sistemas fueron efectivos en su momento. Hoy en día recuperamos a Montessori y a Froebel pero se está manipulando el contenido porque este último no quería formar artistas sino personas y que se explotara la creatividad del niño para que la aplicara a su vida". Hoy en día, prosigue, hay teorías importantes a las que no se les está dando importancia, como las siete inteligencias del niño de Howard Gardner. No se trata, no obstante, "de hacer artistas a todos los niños sino de explotar la creatividad para otras mil tareas". Con todo, que la muestra saque todas estas fuentes "no quita valor a la vanguardia sino que es un tributo a su educación".
@scamarzana