Dice que vive en un búnker de alegría, y lo cierto es que Carlinhos Brown no pierde en ningún momento la sonrisa. Hijo de un pintor de brocha gorda, una visita al museo Reina Sofía despertó su vocación artística. “Experimenté algo que nunca antes me había pasado -comparte él mismo-. Volví a Brasil soñando con colores”. Hoy, el cantante y compositor brasileño presenta en España por primera vez su obra plástica en una exposición, La mirada que escucha, que podrá visitarse en el Espacio Fundación Telefónica hasta el próximo 2 de junio.
Nacido en 1962 en el barrio de Candeal Pequeno de Bortas, en Salvador de Bahía, Brown recuerda que, durante su infancia, pasó “mucho tiempo buscando entender” dentro de su dificultad “hasta dónde podía llegar”. “Muchos de mis amigos se perdieron en las bandas o en la cárcel. Yo encontré la música”, cuenta.
Percusionista desde los años 80 en la banda de Caetano Veloso, Brown se hizo conocido a partir de una de sus giras internacionales. Desde entonces, ha compuesto más de 600 canciones y editado quince discos, ha colaborado con músicos como Marisa Montes y Arnaldo Antunes, de Tribalistas y es el autor de las bandas sonoras de El milagro de Candeal (2004) de Fernando Trueba, o Río (2011), de Carlos Saldanha. Famoso por sus ritmos de timbales y su icónica Maria Caipirinha, el compositor brasileño es, además, un artista capaz de llenar de colores la música y la samba.
En un momento y en un mundo en que se producen tantas migraciones, el artista insiste en la importancia de aceptar la inmigración como algo positivo. "Todos somos inmigrantes”. Y, por encima de la política, esta “la unidad de la raza humana. La misma que necesita, a mi entender, una reeducación sobre humanidad. Esta reeducación mundial tiene que partir de una educación de base, sobre todo para los niños. Hay un arma eficaz para evitar la violencia: las escuelas. Escuelas y educación. Mi barrio es testigo de eso. Queríamos casas, y ya tenemos. Queríamos calles, tenemos calles. Queríamos escuelas, las tenemos. Ahora no valen las excusas para no escalar socialmente”.
A lo largo de su intervención, el discurso de Carlinhos Brown no rebaja nunca el optimismo. Tampoco cuando le preguntan por Bolsonaro. “Vivo en un búnker de alegría y nada de eso me afecta. Dentro de este de búnker yo procuro cuidar a los míos”. El músico, no obstante, es partidario del diálogo y de la esperanza. “Tiene cuatro años de oportunidad para demostrar algo. Si lo que hace está bien, será bueno para el pueblo. Si está mal, será malo para todos. Pero no voy a rechazar a nadie. Yo no entiendo nada de político -continúa-. Yo entiendo que un mundo puede avanzar a través de la educación. La política no me ha hecho ningún bien hasta ahora. No me ha ofrecido nada. Ni ha cambiado nada”.
Agradecido con el recibimiento que le damos en España, La mirada que escucha tiene los "colores de esperanza y de deseo” de su autor. Un recorrido por las primeras obras que fueron inspiradas en su vuelta del viaje por España."Las reuní todas aquí para contar un poco aquello y agradecer vuestro reconocimiento como artista y como músico. Vosotros me disteis un Goya, vosotros me ayudasteis a que fuera un músico. Eso no me hace especial. Hay que tener disciplina y respeto para llegar a lo que se quiera. Gracias Picasso, gracias Miró", concluye.