Itziar Okariz: 'Las estatuas', 2019
“No es posible perforar una arquitectura que se ha convertido con el paso del tiempo en patrimonio español e italiano”, explica el comisario Peio Aguirre (Elorrio, Vizcaya, 1972) que a pesar de todo trata de ahondar en el concepto de agujerear o abrir las salas. Porque de esto va Perforado por, el proyecto que representa a España en la Bienal de Venecia, de vaciar el espacio y del cuerpo, “que es la clave conceptual del proyecto”. De despejar todo elemento sobrante, y mostrar el pabellón en su crudeza, en un gesto de “desocupación del espacio” que remite al escultor Jorge Oteiza, claro referente intelectual y artístico de todos los presentes.
Elegido hace justo un año para organizar la exposición que ocupa ya el Pabellón de España en los Giardini, Aguirre presentó una idea protagonizada por Itziar Okariz (San Sebastián, 1965) y Sergio Prego (Hodarribia, Guipúzcoa, 1969), dos artistas vascos que orbitaron, como el propio comisario, en el taller de Arteleku de Txomin Badiola y Ángel Bados a mediados de los noventa. Unidos por años de amistad cómplice en la misma escena artística, Okariz y Prego comparten asimismo una aproximación al cuerpo en sus trabajos y una renovación de la performance que el comisario vincula al posminimalismo, a la danza de la Judson Gurch Theatre, a artistas como Yvonne Rainer o Bruce Nauman... “Y en ambos el peso de lo escultórico es muy importante”, añade.
La exposición funciona cuando video y sonido están activados. Si no, el Pabellón aparece vaciado”. Peio Aguirre
Así, cuerpo y espacio han generado la energía que se ha creado estas últimas semanas en el pabellón. “Desde el principio, la arquitectura y la búsqueda de una desocupación del lugar y un efecto de transparencia han sido fundamentales. En vez de construir aparatajes, los muros se han incorporado al conjunto que es una reunión de medios y disciplinas: video, sonido, escritura oral y escrita, arquitectura, escultura, performance y acciones que se mueven entre lo verbal y lo no verbal”, detalla Peio Aguirre a El Cultural.
Respirar hondo
En el caso de Itziar Okariz, cuando el comisario le propuso embarcarse en el proyecto veneciano, decidió desarrollar dos trabajos de los que ya tenía el germen, dos obras que estaban empezando a tomar forma y que parecían encajar aquí a la perfección. La primera de ellas, Respiración oceánica, es una pieza sonora en la que la artista, que también es profesora de yoga, reproduce un tipo de respiración que se utiliza para meditar. Inspiraciones y aspiraciones que imitan el ir y venir de las olas. “La respiración es un signo figurativo que haces con el sonido de tu cuerpo -explica-. Está ligada a la subjetividad. En realidad, es el elemento básico de la representación de uno mismo”. Una respiración que “llena” el pabellón y a la que acompañarán varios videos.
El más novedoso, Las estatuas, muestra a la artista hablando con distintos objetos: un relicario, un busto, una armadura. “Me interesa la conversación con lo inanimado, pero que no sea solo un monólogo, que haya dos voces. Quiero construir ese vacío para la otra voz”, dice Okariz que ha abierto estas conversaciones para mantenerlas con tres piezas más actuales: una de Jorge Oteiza de 1948, otra de Armando Andrade Tudela y una escultura de Sergio Prego. Además de los videos y las grabaciones sonoras, sus dibujos con las transcripciones de estas conversaciones completan su propuesta.
Y, aunque a Okariz la complejidad del proyecto para representar a España en la Bienal le ha cogido por sorpresa, “el desgaste es mucho mayor de lo que imaginaba”, confiesa, el proceso de Prego ha sido más complicado. Las grandes esculturas neumáticas que conforman sus piezas más emblemáticas no se verán en Venecia, pero una maqueta expuesta en el centro de la sala delata que hubo una primera tentativa de mostrarlas. Una exposición fallida que ha trastocado toda la propuesta. “Planteamos una intervención arquitectónica en diálogo también con el trabajo de Itziar -cuenta-. Se trataba de ocupar el espacio con estos elementos que en realidad lo que hacen es desocuparlo, siguiendo el título de Peio, para habilitar otra forma de habitarlo”. Pero hasta que no se puso a trabajar allí no percibió la relevancia de una cruz de acero justo debajo de la cubierta del volumen central. “Un elemento utilizado en 2001 para suspender una de las esculturas de Javier Pérez que nunca se desmontó del pabellón”, explica. La imposibilidad de quitarlo según los técnicos de la AECID -organismo responsable de esta muestra junto con Acción Cultural Española-, que ven incluso peligroso para la estructura del edificio su retirada, y el desacuerdo del artista con esta decisión, le llevó a repensar el proyecto y a decidir mostrar la mayor parte de sus piezas fuera del edificio, en el jardín trasero.
Una reacción instintiva que le ha hecho cuestionarse su relación con la institución. “Como decía Vito Acconci -con el que Prego trabajó entre 1997 y 2002- en el arte no hace falta que hagas algo tú mismo, basta que hagas como que lo haces. Acconci detestaba el mundo del arte. Y aquí ya no importaba tanto la viga como el conflicto que surge de la propia intervención y de la percepción que tiene la gente de los artistas. Para la mayoría somos meros productores de mercancías caras, unos fabricantes, como decía Oteiza, que realizamos objetos de consumo, y nuestra investigación no se entiende fuera del mundo del arte y esto tiene que ver con la educación”.
Liberación y oportunidad
En todo caso, Prego vio el hecho de no poder realizar la idea original como una nueva oportunidad y así introdujo en el proyecto sus esculturas-fuente, piezas de membranas llenas de agua. “Me liberó pensar en la posibilidad de generar un flujo de agua que vehiculara al jardín trasero como un proceso de regeneración”. Y dentro y fuera del pabellón, las esculturas neumáticas estarán presentes aunque a menor escala, “obras que generan una suerte de topografía en la que las formas orgánicas están entretejidas con estructuras geométricas”. Habrá también dibujos.
Con estos elementos, el perforado que anuncia el título se ha convertido en un auténtico vaciado de un espacio que, nunca mejor dicho, respira. “La exposición funciona cuando el video y el sonido están activados. Si no, el pabellón aparece vaciado. No hay cubo blanco ni tampoco black box. Me gustaría que la gente pueda habitarlo y recorrerlo y que la arquitectura sea perceptible”, concluye el comisario.