Renoir: Mujer con sombrilla en un jardín, 1875

Las plantas y las flores, los animales, las frutas y los árboles han sido parte de la pintura desde siempre. Y no solo como elemento decorativo u ornamental sino como simbología. Conocidas son las naranjas que representan la opulencia del Matrimonio Arnolfini, del pintor Van Eyck, o las diversas flores que forman parte de Joven caballero en un paisaje, un lienzo que aún hoy esconde el misterio de la identidad del retratado que Vittore Carpaccio realizó entre 1525 y 1526. Son también las flores las grandes protagonistas de Al Thyssen desde el Botánico. Un paseo entre las flores, un recorrido que proponen ambas instituciones para los días 3, 4 y 5 de mayo.



Con un precio de 28 euros (en el que se incluye la visita guiada), la primera parada, que tendrá aproximadamente una hora de duración, será en el Jardín Botánico para observar y entender algunas flores que después se verán reflejadas en diversas pinturas de la colección de la pinacoteca: tulipanes, peonías, aguileñas, lirios, rosas, narcisos, camomilas o malvaviscos. En total una quincena de especies que provienen de lugares diferentes, tienen sus propiedades curativas, aunque en grandes dosis pueden resultar mortales, y su propia simbología.



Esto último es lo que tratará de explicar la visita que continúa en las salas del museo. Son varias las piezas que esconden esos significados imperceptibles a primera vista. Por ejemplo, Virgen con el Niño entronizada, pintura realizada hacia 1433 por Rogier Van der Weyden, muestra el lirio en el derecho del pórtico y la aguileña en el lado izquierdo. En esta pieza en la que se habla del Viejo y el Nuevo Testamento las flores tienen una intencionalidad: el lirio representa el sufrimiento de la Virgen María y la aguileña al Espíritu Santo. La primera, que se reproduce por medio de rizomas subterráneos que invaden grandes espacios, tiene pelitos en sus pétalos para que los insectos puedan agarrarse y transportar después el polen. "Símbolo de lo sublime, sus pétalos siempre suman en múltiplos de tres y Luis X se valió de ella para su escudo, convirtiéndola en el símbolo de la monarquía francesa", explica Aránzazu Burgaleta, del Jardín Botánico.



Rogier van der Weyden: La Virgen con el Niño entronizada, 1433. A la derecha, Vittore Carpaccio: Joven caballero en un paisaje, 1505

Los pétalos morados de la aguileña "recuerdan a las alas de una paloma y representan al Espíritu Santo", explica Elisa Sopeña, guía del Thyssen-Bornemisza. "Sus flores moradas acampanadas son nectáreas para los insectos y en la mitología romana a las sacerdotisas se les prohibía acercarse a ellas por la presencia en ellas de un ácido que es un veneno mortal", explica Burgaleta. Además, los contrabandistas navarros, continúa, las usaban como amuleto para poder cruzar la frontera con Francia. De este país procede, además, la Casa de Guisa, en cuyo escudo de armas aparece representada esta planta.



Ambas aparecen también en el Florero que Hans Memling pintó en 1485. Tres lirios, tres aguileñas y tres azucenas que, de nuevo, representan la santísima Trinidad. Esta obra, que formaba parte de una más grande, es el reverso de una pieza en la que se ve a un hombre orando. La vasija humilde en la que viven las flores "tiene una carga espiritual pero también avanza la posterior valoración de la naturaleza", comenta Sopeña. El lirio, considerado como uno de los más bonitos, es el gran protagonista de Lirio blanco n.7 de Georgia O'Keffee, quien llegó a realizar más de 200 obras florales. La artista pensaba que vivimos una vida demasiado agitada como para detenernos a mirar las flores y quería que cada habitante de Estados Unidos las mirasen con detenimiento. En ocasiones, arguye Sopeña, a sus obras se les ha atribuido simbología sexual, algo que ella siempre rechazó.



Georgia O'Keeffe: Lirio blanco n.°7, 1957 y, a la derecha, un lirio del Jardín Botánico de Madrid

Quizá el cuadro que más carga simbólica esconde y que hay que saber leer es el de Joven caballero en un paisaje de Carpaccio. Las diferentes incógnitas que esconde se han intentado esclarecer analizando la presencia de la naturaleza en ese paisaje en el que un joven con armadura y el pelo rubio se convierte en el centro. El protagonista transita la senda entre la vida y la muerte y las flores ayudan a contextualizar esta teoría. La azucena, el lirio blanco y el armiño representan la pureza pero la azucena está siendo invadida por una ortiga, algo que puede simbolizar que "el joven ha muerto", comenta Sopeña. Además, la flor roja, también conocida como la comida de las serpientes, es otra muestra de la muerte y la presencia de otra especie denominada 'no me olvides' pone en evidencia que el caballero quiere ser recordado. En el cuadro, cuya teoría dice que pudo haber sido encargado por una mujer para recordar al caballero abatido, vemos también la camomila, una planta "que simboliza la salvación", y situarla al lado del caño de agua "habla de la renovación permanente", sostiene Sopeña.



Una de las flores más populares y conocidas es el tulipán, que aparece en el Vaso chino con flores, concha e insectos de Ambrosius Bosschaert I. Esta especie fue la culpable de la primera burbuja económica en Europa. Procedente de Asia Central, llegó en 1544 a Viena y se asentó en los Países Bajos de mano del botánico Carolus Clusius. "Llamó la atención porque la flor que nacía no era del mismo color que la plantada y no se sabía por qué", recuerda Burgaleta. Con el tiempo se ha descubierto que tiene que ver con la existencia de un virus que si se activa surge un color u otro. "La burguesía la empezó a comprar por precios muy altos, a unos 400 euros actuales, pero se llegó a pagar 6.000 florines por un bulbo de Semper Augustus" [el precio de una casa]. Sin embargo, en 1637 nadie pujó por el tulipán propiciando el desplome de su precio y creando la primera crisis económica y especulativa del mundo moderno.



@scamarzana