Cartelista, ilustrador, muralista, diseñador, escritor y editor de revistas, Josep Renau (Valencia, 1907 – Berlín Este, 1982) es uno de los intelectuales españoles indispensables para entender lo ocurrido en nuestro país durante los años 20 y 30. Y no solo por el alcance de su trabajo artístico ligado a las vanguardias, sino también por su compromiso sociopolítico. Afiliado al Partido Comunista desde 1931, el 9 de septiembre de 1936 –todavía no había cumplido 30 años- fue nombrado director general de Bellas Artes y fue responsable de dos hechos cruciales para la cultura española: en primer lugar, la conservación del patrimonio artístico durante la guerra civil, con el traslado de obras del Museo del Prado a Valencia para salvaguardarlas de las bombas franquistas, y, en segundo lugar, el encargo de un cuadro a Pablo Picasso para la Exposición Universal de Artes y Técnicas de París que acabaría dando lugar al Guernica.
“Josep Renau es una figura conocida, pero quizá no suficientemente valorada”, opina Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía. Esta institución pretende ahora ahondar en las múltiples caras del genio de Renau mostrando al público la que quizá sea su faceta más desconocida: su trabajo fílmico. Así, presenta una retrospectiva bajo el título Renau, cineasta que incluye las piezas cinematográficas rodadas por el artista durante el exilio, recuperadas tras una exhaustiva investigación en archivos audiovisuales alemanes y mexicanos. El ciclo, en tres sesiones con contarán con dos pases cada una, se celebra entre el 19 y el 28 de junio.
Una nota al pie
La producción cinematográfica de Josep Renau ha aparecido siempre como una curiosa nota al pie en los estudios que se le han dedicado. Por ello, y porque no terminó algunas obras y otras desaparecieron, en la actualidad sigue siendo difícil establecer su filmografía razonada. “De Renaud sabemos que fue un teórico brillante, aunque sus textos siempre han sido editados de una manera un tanto arbitraria, o que fue un gestor importantísimo, aunque falta un estudio concienzudo que explique en que se basó esa gestión”, comenta el historiador de cine Luis E. Pares, comisario del ciclo junto a Chema González. “Lo mismo ocurre con su trabajo como cineasta, en donde conformó un crisol de sus preocupaciones políticas, éticas y estéticas”. Desde la perspectiva actual, estos filmes se revelan coherentes con su pensamiento artístico y político: por una parte, entroncan con el imaginario revolucionario de mediados de siglo y funcionan como denuncia social o contrapeso estético; por otra, el uso de medio de comunicación de masas, como el cine dibujado, facilitó la difusión de los ideales políticos, a la vez que se alejaba de la idea de obra única, adquirida y coleccionada, que Renau rechazó siempre.
Tras la guerra civil, Renau pasó a Francia y fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Posteriormente, logró un visado para México, donde trabajó para revistas españolas en el exilio, diseñó carteles para películas y colaboró con el conocido muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. También empezó a trabajar en la televisión para el productor Manuel Barbanchano Ponce. “Aquí realiza un trabajo de carácter industrial”, explica Chema González. “Trabaja de manera anónima en diferentes noticiarios realizando animaciones. Incluso le dedican un pequeño reportaje a su persona”. Renau contribuyó a la potente industria audiovisual del país con aportaciones anónimas y fragmentarias, pero de una enorme singularidad.
La tercera dimensión es el único de sus reportajes gráficos mexicanos recuperado íntegramente, es una historia de la perspectiva en las artes visuales; los créditos diseñados para el noticiario Cine Verdad, con un gran ojo mecánico omnisciente, son un homenaje a Dziga Vertov y al documental soviético, mientras que las animaciones de La construcción del Canal de Suez apuntan ya a un género particular, denominado por el artista “filme grafico”, que desarrollará plenamente en Alemania del Este. “Este género significa un intento de dotar de una nueva dimensión al dibujo”, comenta Chema González. “Renau decide transformar a la bidimensionalidad del dibujo a través del tiempo y del cine. En estos filmes gráficos, que se inspiran en la película Misterio Picasso (H. G. Clouzot, 1956), la línea del dibujo va metamorfoseándose mientras Renau narra hechos políticos clave de su propio tiempo. Como comunista comprometido, dota al dibujo de una dimensión dialéctica y lo convierte en un medio crítico y transformador “.
En Alemania, Renau realiza un programa televisivo propio, Zaitgezeichchnet (Dibujos de actualidad), en donde hibrida el cine de animación, el registro documental y la estética de agitprop. Aunque su proyecto más ambicioso entre sus ‘filmes gráficos’ fue Lenin Poem, también llamado Petrograd 1917, una pieza de animación en la que mezclaba técnicas de la animación con el grafismo revolucionario de los años veinte. En 1961, al no poder acabar el filme como él quería por desavenencias con el director de la televisión alemana, Renau abandonó su trabajo en la emisora.