Asegura que de niño no tenía vocación de artista plástico. Sin embargo, se pasaba el día retratando a sus compañeros de clase y los domingos salía al campo a pintar con su pandilla. Vista su inclinación, sus padres decidieron matricularle en la Escuela de Artes y Oficios de su Cuenca natal, dirigida entonces por Fausto Culebras. Más adelante, estudió con José Navarra Gabaldón y tras la influencia que ejercieron ambos artistas en él se dio cuenta de que quería ser como ellos. José María Cruz Novillo (Cuenca, 1936) es hoy uno de los creadores más reconocidos en nuestro país. De su imaginación han salido logos que han penetrado en el imaginario colectivo como los de Repsol, la Cope, Correos o del diario El Mundo, cuyo stand protagoniza en esta edición de ARCO.

En esta nueva cita con el arte contemporáneo, en la que también participa en el espacio de la galería Fernando Pradilla, presenta trabajos desde 1965 hasta la actualidad. “Me gustaría que el espectador percibiera estas obras utilizando no solo el sentido de la vista. Son piezas que denomino ‘cronocromofónicas’, porque están hechas de tiempo, color y sonido”, tres de las constantes de su obra. Le gusta pensar que es posible utilizar el sonido y la duración igual que la madera, el metal o la piedra.

Una de las piezas que veremos es Diafragma dodecafónico 8.916.100.448.256, Opus 14, de cuya puesta en marcha, también en ARCO, en el stand de la desaparecida galería Evelyn Botella, se cumple ahora el décimo aniversario. “El 17 de febrero de 2010 apreté el botón del Opus 14. En los 12 segundos siguientes se produjo la primera combinación de colores y notas musicales: monocromático rojo correspondiente a Do, Do, Do, Do, Do, Do, Do, Do, Do, Do, Do”, recuerda. Hasta hoy, ha generado “una obra única y distinta cada 12 segundos”. En la clausura de esta edición se producirá la pieza 26.390.402.

Combinaciones y dosis de humor

Este monumental trabajo cuenta con un sinfín de conjugaciones, tantas que acabará en el año 3.392.420. Cuando llegue a su fin, bromea el artista, “se servirá un cóctel con el mejor jamón y el mejor vino, si tales maravillas siguen existiendo por entonces”. En efecto, el humor y la tecnología son las otras patas que sustentan su trayectoria. “Me gusta pensar en cómo se irá adaptando esta obra a los cambios tecnológicos que se producirán dentro de diez, cien, un millón de años”. No obstante, y a pesar de las múltiples uniones que se crearán, a Cruz Novillo no le preocupa la perdurabilidad: “Por larga que sea su duración, es finita, tiene un comienzo y un fin determinados y puedo saber lo que va a suceder entre ambos momentos”.

El artista plantea obras multidimensionales y su relación entre el sonido y el color se palpa en todas las piezas presentes en el stand de El Mundo. Aficionado a la lectura de textos de divulgación científica, admite la influencia en su trabajo de creadores como el filósofo Henri Bergson o el compositor Arnold Schoenberg.

Es precisamente la música la disciplina que destila Canciones, una serie en la que transforma las tonadillas populares en códigos cromáticos. Mientras estaba sumergido en Diafragma dodecafónico, opus 14, se dio cuenta de que “plantear (extraer) obras de ella guiado únicamente por mi decisión como artista no tenía demasiado sentido”. Empezó entonces a crear un subciclo en el que transcribe estribillos de canciones al lenguaje de esa obra, de forma que pueden verse (color) y oírse simultáneamente. Con el interés añadido, afirma, de que esas melodías van a producirse en la obra en un momento determinado, que puede calcular con total precisión aunque vaya a pasar dentro de millones de años. “Al contener el Opus 14 todas las combinaciones con repetición de la escala dodecafónica, tarde o temprano surgirá de ella toda la música habida y por haber, en fragmentos de 12 notas y 12 segundos”.

Cruz Novillo basa su producción en la mezcla de elementos que pueden crear obras diferentes. Otro de los ejemplos es Diafragma hexafónico Chair, una serie en la que las seis partes de una silla (cuatro patas, un respaldo y un asiento) son conjugadas con seis colores y cada una responde a una nota musical. Así, cada escultura es una pieza en sí misma a través de la que se pueden crear más de 46.000 variaciones. Resulta obvio que una de las decisiones del artista haya sido “evitar la repetición” para trabajar “en ciclos de muchas obras cuya cualidad fundamental es la de ser todas distintas”.

Sin embargo, Cruz Novillo cultiva otra faceta que no permite repetición: el diseño gráfico, en el que trabaja de manera simultánea a su labor como pintor y escultor. Esta actividad que requiere una gran “autoexigencia” ha ido siempre en paralelo, “sin interferir la una con la otra”. Para explicar esta dualidad se le ocurrió este símil: “El diseñador es un arquero que lanza la flecha con el propósito de acertar en el centro de la diana. El artista lanza la flecha y, en el lugar donde se ha clavado, pinta la diana”. En definitiva, para este particular creador el arte es un viaje de ida y el diseño uno de vuelta: “Hago diseño con lo que sé y arte con lo que ignoro”.

@scamarzana